Era un secreto a voces. Hacía años que gran parte de la población de Caspe conocía una historia de la que, al menos hasta ahora, nadie se atrevía a afirmar si era realidad o ficción. Recientemente, y después de arduas gestiones que se han dilatado en el tiempo mucho más de lo deseado, La Asociación Bajoaragonesa de Agitación y Propaganda ha presentado un escrito en el Juzgado de Caspe por el cual pone en conocimiento del juez que, efectivamente, en la finca caspolina La Rosaleda, sita en la plaza Aragón de Caspe y que alberga un pequeño palacete de principios del siglo XX, se hallan los restos humanos de, al menos, tres personas.
La denuncia se basa principalmente en el testimonio de M.A, que fue inquilino del edificio durante años. La primera vez que supo de la existencia de los restos humanos fue a través de un familiar (parece ser que un funcionario del Ayuntamiento de Caspe durante la etapa franquista ya conocía el hecho). Tiempo después, el propio M.A pudo comprobar personalmente que los restos estaban en el lugar indicado cuando un perro de caza desenterró parte de ellos. M. A pudo cerciorarse de que, tal y como le habían informado, restos de osamentas humanas descansaban a pocos centímetros de la superficie:
“Eran tres, y parecían soldados. Incluso había munición y una cantimplora de campaña junto a los huesos”.
La ubicación exacta de los enterramientos se conoce gracias a la declaración del testigo: “si miras al edificio desde la puerta, están en la parte de la izquierda, junto a la tapia; sobre el terreno se aprecian a simple vista porque se notan bien los tres huecos en la tierra, algo más hundidos”.
Lugar donde se encuentran los restos humanos (a la izquierda de la imagen)
Con el asesoramiento de ARDF (Asociación para la recuperación de los desaparecidos por el franquismo) en relación a los pasos a realizar en el proceso, Bajoragonesa de Agitación y Propaganda ha decidido dar un importante paso adelante contando, incluso, con el personal técnico necesario dispuesto a llevar a cabo los trabajos de modo altruista. En la mayoría de las exhumaciones que se practican (o practicaban) en España, se someten a los restos humanos a análisis antropológicos para determinar la edad aproximada de los fallecidos, a la vez que realizar un examen de ADN, si bien la financiación de estos análisis, tras las nuevas disposiciones del Gobierno en cuanto a la Ley de la Memoria Histórica, resultarán más complejos.
En el momento en que la asociación adquirió la personalidad jurídica necesaria para llevar a cabo este tipo de actuaciones, se puso en contacto con los propietarios del edificio con intención de iniciar los trámites para la exhumación de los cadáveres. El objetivo era dar un tratamiento digno a los restos humanos y trasladarlos al cementerio municipal. A la vez, la asociación se reunió con personal del Ayuntamiento de Caspe, poniéndole al corriente del asunto al tiempo que sondeó la posibilidad de que éste aportara un nicho en el cementerio donde alojarlos.
Volviendo a los propietarios del inmueble. Si bien una parte de ellos mostró desde el principio su total predisposición a facilitar los trabajos, la otra parte se negó en redondo. Y es así como Bajoaragonesa de Agitación y Propaganda se ha visto abocada a poner el caso en manos del Juzgado de Caspe.
La identidad de los fallecidos: ¿republicanos?, ¿franquistas?, ¿maquis?
Por cuestiones evidentes, ningún testigo de primera mano ha sido capaz de revelar la identidad de los finados. Sin embargo, varias teorías circulan por la localidad. A través de M. García y de A. Barceló sabemos que:
“A comienzos de la Guerra Civil, La Rosaleda era la residencia de los Miravete, además de la familia del mediero que cuidaba de la hacienda. En el verano de 1936, uno de los Miravete estaba implicado en el Alzamiento; fue asesinado, y el edificio, saqueado e incendiado. Sabemos que durante la etapa republicana fue modificado y, por lo visto, o bien el Ayuntamiento o bien el Consejo de Aragón, utilizaron la Rosaleda”.
“Se llegó a comentar una rocambolesca historia relacionada con la disolución del Consejo de Aragón por las fuerzas de la 11 división en agosto de 1937. Según esa teoría, los muertos podrían ser la escolta del propio Joaquín Ascaso, quien escapó de la celada gracias a su pericia. Pero lo cierto es que en agosto de 1937, Joaquín Ascaso no estaba en Caspe”.
“Durante la etapa “nacional” la Rosaleda fue Cuartel General de Yagüe. Todavía en diciembre de 1938, coincidiendo con la festividad de Santa Bárbara, se celebró en el edificio una cena para oficiales; el propio Yagüe aparece inmortalizado en una fotografía. Los niños de entonces aún recuerdan ver cómo todos los días un avión sobrevolaba para después bajar hacia allí y tirar un bote con humo todas las mañanas, conteniendo instrucciones. Después de la guerra fue Cuartel de la Guardia Civil, y allí iban a presentarse los soldados que llegaban del frente”.
El General Yagüe saliendo de La Rosaleda; fotografía tomada en 1938
“En cuanto a si pudieran ser guerrilleros (maquis), como también se decía por el pueblo, no está nada claro. Lo cierto es que La Rosaleda fue cuartel de la Benemérita unos años después de la guerra, pero a finales de 1944, cuando empezaron a penetrar los guerrilleros de manera masiva, puede que ya no lo fuera, porque el cuartel actual es de 1948 y tras la estancia en La Rosaleda, los guardias volvieron al viejo, al de la plaza Ramón y Cajal. Además, durante esos años se enterraron a varios maquis en el cementerio, y no a escondidas”
“El caso es que, de ser cierto lo que cuenta Alonso, sobre que los enterraron con la munición y todo, tenemos un gran misterio. Nos lleva a pensar que algo extraño pasó, y que quisieron ocultar a los cadáveres muy rápido, con prisas. Si los sacan de ahí, por la munición que llevan, podremos saber algo más de ellos”.
Posiblemente las cosas habrían resultado mucho más sencillas si la polémica no hubiera rondado a este hermoso edificio con tanta insistencia en los últimos años. Resulta, hasta cierto punto, lógico que sus propietarios estén cansados de la notoriedad alcanzada por razones de sobras conocidas. Lo cierto es que, llegados a este punto, desde Bajoaragonesa de Agitación y Propaganda no podemos por menos que respetar la voluntad de los propietarios al tiempo que ejercemos el derecho que legalmente nos asiste para por un lado procurar un descanso digno a unos restos que no merecen seguir así por más tiempo y por otro seguir ahondando en el estudio de nuestra historia reciente. Creemos que nos asiste la razón y con ese convencimiento apelamos a la justicia para que nos ayude a conseguir lo que por otros medios no hemos sido capaces. Estamos convencidos de que, entre todos, lo conseguiremos.
Bajoaragonesa de Agitación y Propaganda