El 3 de Marzo es una fecha difícil de arrancar de la memoria para la mayoría de los vitorianos.
Vitoria es la ciudad en la que crecí y Zaramaga –lugar de los trágicos hechos- mi barrio. Tenía yo entonces 12 años para 13 y ese año me tocaba confirmarme. Pero la catequesis de la parroquia se había suspendido porque las iglesias del barrio estaban dedicadas a otros menesteres, tales como recoger, almacenar y repartir comida para los obreros, cuya huelga se prolongaba y la necesidad de alimentarse y alimentar a sus familias concitaba la solidaridad.
Los recuerdos de aquellos meses son duros y confusos. No se reducen a un único día. Los piquetes obreros, las calles cortadas con barricadas, la policía nacional persiguiendo a los trabajadores y algún incauto conductor que conseguía burlar las barricadas, atrayendo hacia sí las iras de los obreros.
Hacíamos vida en los balcones. Desde el mío, en un octavo piso, había una vista estratégica de la intersección de varias calles. A veces los perseguidos se refugiaban en los portales. La gente les abría desde los porteros automáticos, que ya existían en el 76. Y los policías solían quedarse con la puerta en las narices. A veces apuntaban rabiosos al público de las ventanas con sus fusiles lanzapelotas tras la frustración y el ridículo de estas escenas.
La tarde del 3 de Marzo hubo humo, mucho humo por el barrio a la par que circulaban las siniestras noticias y el silencio que siguió al estrépito de la masacre se adueñó de todo. Gasearon la Iglesia de San Francisco con 4.000 personas dentro para desalojarla. En el interior se estaba celebrando una asamblea obrera. Había también otros cientos de personas en las inmediaciones tratando de acceder al lugar. Pero un convoy de policías había rodeado la iglesia.
Recibieron órdenes. Todo está grabado en las ya archifamosas conversaciones interceptadas a la policía. Parte de ellas pueden escucharse en el documental que encontrarás al final de este artículo, titulado “Unidos por un sueño”.
-“No se puede desalojar la iglesia está repleta de tíos. Va a haber que emplear las armas” cambio.
-Gasead la iglesia.
Hay que destacar el papel que jugaron algunas parroquias aquellos días de huelga. Y también la implicación de algunos sacerdotes. El líder indiscutible de aquello, Jesús Fernández Naves, era un sacerdote secularizado y convertido en Obrero. Asturiano, se había curtido cuando cura en alguna huelga minera. Más tarde estuvo en Argentina y también tuvo ocasión de vivir el Mayo del 68 Francés.
Esto de la implicación de la Iglesia, uno de los símbolos del franquismo, era algo que el régimen no podía tolerar. Franco había muerto hacía apenas 4 meses, en la cama de un hospital tras una prolongada agonía y todavía no estaban claros los derroteros que el país había de tomar. Las huelgas de trabajadores se habían sucedido por todo el país, si bien lo de Vitoria fue creciendo con inusitada fuerza. Una fuerza que no cabe atribuir al furor abertzale, ya que la inmensa mayoría de los obreros eran emigrantes, de castilla, del sur de Álava y del sur de España.
De modo que violando el Concordato de la Santa Sede, los efectivos de la policía nacional, siguiendo órdenes muy precisas –aquello no fue un calentón- entraron en la Iglesia y dispararon botes de humo y gases lacrimógenos –entre otras cosas. El pánico se adueñó de la escena. La gente se asfixiaba. Rompieron los cristales. Pero lo que les esperaba fuera no era mejor. La policía además de palos y pelotas utilizó armas de fuego. Más de mil tiros decían.
“Aquí ha habido una masacre. Corto y cambio –se oye decir en las grabaciones con una frialdad pasmosa-. Hemos contribuido a la mayor paliza de la historia”.
Los hechos siguen sin esclarecerse. ¿De dónde partió la orden? Fraga Iribarne era entonces ministro de la Gobernación y Martin Villa ministro de relaciones sindicales. En algún momento se ha esgrimido el argumento de legítima defensa para los cuerpos policiales. Absurdo. Entre los efectivos policiales no se registró ningún herido. Además, ¿a quién se le puede ocurrir desalojar por la fuerza una asamblea que se desarrolla con tranquilidad en el interior de una iglesia de barrio para alegar después que la policía actuó en legítima defensa?
Por la mañana de ese día –día de la huelga general- ya había habido tiros. Eran los albores de la transición. Se quiso lanzar un mensaje claro y contundente. Dicen que la transición fue pacífica. No tanto.
Aquel día, día de la huelga general se reivindicaba la readmisión de los despedidos. Por lo demás, lo que reclamaban los trabajadores era bastante básico: mejoras salariales, jornadas más razonables y libertad sindical. Lo que empezó siendo un conflicto netamente laboral iba adquiriendo dimensiones políticas y sociales. Algo que el franquismo aún vigente no podía tolerar. Y mucho menos amparado por la iglesia. Había que reventarlo como fuese.
Vitoria jamás ha olvidado estos brutales sucesos. Los homenajes y conmemoraciones se han sucedido año tras año. Hoy es el 40 aniversario de aquella masacre. Se reivindica a los caídos (5 muertos por heridas de bala) como héroes de la lucha obrera. Es curioso que la lucha obrera haya decaído casi en la misma medida que la iglesia: en la parroquia de San Francisco-lugar de los hechos- ya no se celebra el culto: no se dicen misas por falta de feligreses y de sacerdotes. El multitudinario funeral por aquellos muertos, en la catedral nueva de Vitoria, lo concelebraron, sin embargo, 80 sacerdotes. Hubo también centenares de heridos, en ese día y días posteriores. Muchos de ellos de bala. La asociación de víctimas del 3 de Marzo sigue buscando responsables. Se resisten a la impunidad de los hechos. “¿Cómo vamos a perdonar –se pregunta la hermana de uno de los fallecidos- si nadie nos ha pedido perdón?
En el 2014 una jueza argentina solicita la extradición de Rodolfo Martin Villa, para ser juzgado en aplicación de lo que ella entiende como justicia internacional por su responsabilidad en la matanza. Por supuesto, el Gobierno del PP desoye este reclamo.
Manuel Fraga Iribarne, que estaba en el extranjero cuando ocurrieron los hechos, declaró días después que lo ocurrido tenía que servir de escarmiento. Como leí o escuché una vez, Fraga ha sido la persona más insultada en Vitoria por metro cuadrado.
Más allá del esclarecimiento de los hechos o la exigencia de responsabilidades, 40 años después de aquello, paréceme que el país sigue sumido en un sueño indolente. Han sido 40 años de aceptar una democracia deficitaria que tiene mucho de continuismo con el régimen anterior: los 40 años de dictadura franquista. Y de aceptarlo para que no le lie parda.
Cualquier día de estos nos levantaremos y nos daremos cuenta de que somos capaces de afrontar y enfrentar las injusticias, de resolver los conflictos y desenmascarar las falsedades, sin recurrir a la violencia ni padecerla. Y que los derramamientos de sangre son cosa del pasado. O tal vez no sea de un día para otro y el proceso resulte un poco tedioso y tengamos que dejar, por algún rato, la pandereta. O tal vez el camino a la utopía resulte ser un proceso apasionante.
Mientras tanto, honremos a los muertos. Estos muertos – los del 3 de Marzo de 1976 en Vitoria- como dijera el mítico Naves en el funeral por los de Vitoria- son también mis muertos. Sus ilusiones de un mundo más justo y solidario, en el que las personas no tengan que vender su alma y su salud para ganarse el sustento, siguen vivas en el corazón de muchos.
Piluca Cercadillo
Documental: Vitoria 3 de marzo 1976 UNIDOS POR UN SUEÑO
Enlace al capítulo 8 de la serie de TVE emitida en 1995 titulada «La Transición». A partir del minuto 50 se hace referencia a los sucesos de Vitoria: http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-transicion/transicion-capitulo-8/2066930/
Luis Llach compuso al día siguiente la canción “Campanadas a mort”. En este video se le puede ver cantándola en Vitoria en el 30 aniversario de la matanza: https://vimeo.com/35145956