A finales de octubre de este mismo año, en la carretera que desde Caspe parte hacia Chiprana y los pueblos de la Ribera Baja del Ebro, más de un conductor debió quedarse perplejo. Un heterogéneo grupo de hombres y mujeres ataviados con camisetas republicanas, puño en alto, portando una vistosa pancarta entelada, posaban junto a las trincheras de la zona conocida como Plana del Pilón. El Clarion Club había llegado a Caspe.
Nos introducimos en la cápsula espacio tiempo que nos lleva desde otoño de 2013 hacia el tramo final del siglo XIX. Del secano caspolino a la Inglaterra urbanita de la Segunda Revolución Industrial. En un contexto de superproducción, concentración empresarial, auge del petróleo y la electricidad, el sueño de Marx de una sociedad sin clases ganaba miles de adeptos dentro de las fábricas inglesas.
Al mismo tiempo, la bicicleta se popularizaba en Gran Bretaña. Y ambos, socialismo y pedal, iban a aliarse en el Clarion Club. Sindicalismo contra capitalismo. Bicicleta contra revolución del transporte.
El Clarion, primero como periódico (Manchester) y cuatro años después como club, daba sus primeros pasos en la década de los 80 de aquel siglo. En el año 1895 ciento veinte aficionados a la bicicleta (muchos de ellos también comprometidos con el socialismo) se unieron para dar forma nacional al colectivo. Querían promover el ciclismo y luchar unidos por las reivindicaciones sindicales, tal y como promulgaba el fundador del rotativo, Robert Peel Glanville Blatchford, «sin partido, sin credo, solo por la justicia social», aunque lo cierto es que las ideas socialistas siempre han caminado -o mejor, – han rodado- unidas al Clarion.
En 1914 el Club ya había crecido de manera vertiginosa. Más de 200 sedes se repartían por todo el país y 80.000 personas, hombres y mujeres, guardaban en su cartera el carné de socios del Clarion. Sin embargo, en julio de ese año la llegada de la Gran Guerra supuso un auténtico cataclismo: se produjo una drástica división entre los partidarios de apoyar el conflicto armado y los que fueron contrarios a luchar contra sus hermanos obreros germanos en un conflicto netamente capitalista. Aún con todo, el club siguió fuerte durante los años 20 y 30.
La Guerra Civil
Dos décadas después el ruido de sables retumbaba de nuevo en los oídos de los europeos. Hitler se había llevado por delante las instituciones democráticas alemanas y comenzaba a exhibir un preocupante músculo militar. Paradójicamente, el régimen totalitario opositor de la mayor parte del ideario olímpico, preparaba la celebración de la XI Olimpiada. Eso mismo pensaron miles de europeos que, como los sindicalistas-ciclistas ingleses, dieron la espalda a los Juegos Olímpicos de la Alemania nazi. A cambio, se decantaron por participar en los “contrajuegos”, la Olimpiada Obrera de Barcelona. Por ese motivo en el mes de julio de 1936 Geoff Jackson, socio del Clarion Club, se encontraba en la Ciudad Condal, para participar en las Olimpiadas Populares que debían celebrarse en Barcelona entre el 19 y el 26 de julio. Pero, como bien sabemos, el Golpe de Estado de Sanjurjo, Franco, Mola y compañía echó por tierra la reunión deportiva. Jackson decidió volver a su casa, pero no por ello olvidó lo que dejaba atrás; soñó con un viaje que le llevase pedaleando por Escocia, Inglaterra y Francia con el objetivo de ayudar a las victimas de la Guerra Civil.
El Gobierno de la República perdió pronto la batalla de los medios internacionales, pero las organizaciones izquierdistas europeas no opinaban lo mismo que los gobiernos democráticos de sus respectivos países. Así, el Comité Nacional del Clarion se posicionó frente al fascismo y contra la negativa inglesa de proporcionar armas a la República española. Incluso pidieron a los transportistas británicos que se declarasen en huelga en el caso de que tuvieran que cargar armas destinadas al ejército español sublevado.
Solo unos meses después, en Durham, el Clarion Club se aliaba, sin tapujos, con la República. Los delegados de todas las secciones no se conformaron con mostrarse críticos ante la postura del Gobierno británico, sino que pidieron abiertamente el apoyo a la República a través de las Brigadas Internacionales en las que ya se habían enrolado un buen número de compatriotas.
«Reconociendo que el fascismo destruye la libertad de los deportistas y que el único uso que les dan es el de militarizarles, esta conferencia ruega a los presentes que apoyen activamente a las fuerzas antifascistas tanto en Gran Bretaña como en el extranjero.»
Brigadistas del Clarion Club
Más de 2.000 británicos combatieron en la Guerra Civil a pesar de tener vetada la participación por parte de su gobierno. Tal y como cuenta Mike Squires en su libro Aid to Spain movement in Battersea, 1936-1939, aquel fue un tiempo de héroes anónimos. El número 16 de King Street era la puerta hacia España, y la policía lo sabía y vigilaba la dirección; pero la República contaba con un buen número de simpatizantes que no estaban dispuestos a renunciar a sus ideales, empuñando las armas o apoyando en retaguardia. Como Clive, quien se las ingenió para que los compañeros de un bar cercano a la oficina ilegal de reclutamiento ejercieran de intermediarios. El propio Clive llevó a decenas de voluntarios a París, etapa previa al viaje hacia España.
Para entonces, dos miembros del Clarion, Raymond Cox y Tom Durban, ya habían luchado y muerto en la guerra de España.
Raymond Cox, Tommy, trabajaba como oficinista en una constructora de Southampton. Era delegado sindical en la ciudad y había sido uno de los fundadores de la sección local del Clarion. Secretario del club para la zona Londres-sur de Inglaterra, renunció a su trabajo y, pagando de su bolsillo el viaje, cambió su mono de faena por el uniforme republicano. Fue uno de los primeros en luchar como miembro de la primera fuerza de choque angloparlante, el Batallón Tom Mann, y también uno de los primeros en morir. El 15 de diciembre de 1936 se dejó la vida en el frente de Madrid. Tenía 22 años. Semanas antes, le dijo por carta a su madre:
«Creo que al luchar en España estoy ayudando a preservar la paz en Europa».
Otro de los miembros del club que cayeron durante la Guerra Civil fue Roy Watts. Trabajaba en una cooperativa como vendedor de muebles, primero en Porstmouth y luego en Leicester. Presidió el Clarion Club en Portsmouth, era miembro del Partido Comunista y del sindicato de su rama laboral. De pico fino y muy popular, todavía se recuerdan sus intervenciones en numerosos mítines. Murió en septiembre de 1938 durante un ataque aéreo franquista en la Batalla del Ebro. Tenía 23 anos.
Escribió estas líneas poco antes de su muerte:
«Me siento feliz y orgulloso poniéndome al servicio de los trabajadores de España en su lucha heroica contra las bestialidades del fascismo. No tenemos nada en común con la mentalidad de los fascistas, quienes glorifican la muerte como su ideal. Nosotros amamos la vida pero, precisamente porque la amamos, no dudamos en sacrificarla para salvar a la humanidad de los enemigos de la vida. Muchos de nuestros mejores camaradas han caído ya y no escondemos el dolor amargo de su perdida, pero sus muertes no son motivos de luto sino de acción».
La última carta que Roy Watts escribió desde España, iba dirigida a un buen amigo. Cuando éste la recibió, Watts ya había caído:
«He servido en acción con la artillería antiaérea, infantería y la unidad de transmisiones. He estado en la mayoría de los territorios en manos de los republicanos y he sido hecho prisionero. Aparte de fiebre y un poco de metralla que me ha llevado tres veces al hospital, puedo decir que he salido hasta ahora sin apenas rasguños. He aprendido a amar este país. La belleza es impresionante. Es demoledor pasar por estos preciosos pueblos y ciudades después de haber sido bombardeados por los fascistas. Sé que una experiencia como esta estimulara a los de casa para moverse contra los responsables. Desde nuestro avance, la furia fascista parece no tener límite. Con la guerra siendo lo que es, uno no puede hacer pronósticos con certeza pero espero estar de vuelta en casa para Navidad.»
Entre tanto, Jackson, el deportista de las Olimpiadas paralelas, cumplía, por fin, su promesa. A pesar de la complejidad del proyecto, casi dos años más tarde y acompañado por otro socio del Clarion, Ted Ward, partieron desde Glasgow en dirección a Barcelona. Pararon en ciudades y pueblos de Gran Bretana en las que el club Clarion tenía sedes, comprobando la solidaridad de miles de ingleses con la causa republicana. Cada noche la sección local del Clarion se encargaba de organizar un mitin para que la gente de la zona supiera lo que estaba ocurriendo en la piel de toro. Para cuando llegaron a Newhaven, puerto del sur de Inglaterra, ya habían conseguido 350 libras. Cruzaron el canal de la Mancha y llegaron a Dieppe, donde les esperaban ciclistas franceses que les acompañaron hasta la frontera con Catalunya.
En el póster publicado a raíz de la gesta de Ted y Geoff, se lee: Pedaleando hasta España. Glasgow Barcelona Mayo 1938.
“Durante dos años España ha estado en guerra. Miles de niños y mujeres, miles de jóvenes han muerto. La lucha continua. A pesar del hambre y las bombas, la población sigue en la lucha. Por eso, porque apreciamos su lucha, que es la nuestra, los ciclistas británicos saldremos para España para darles nuestro apoyo. Una de las peores calamidades de la guerra es ver sufrir a niños inocentes. Los ciclistas recaudaran a lo largo del camino fondos para ayudar a los niños, victimas de la guerra. Contribuyan a ayudar a los niños de España. No dejen que los niños pasen más hambre”.
Tras la pista de Tom Oldershaw, desaparecido en la Batalla de Caspe
El cuarto miembro del Clarion caído en España fue Tom Oldershaw, muerto tras la ruptura del frente de Aragón. Se le perdió la pista el 15 de marzo del 38. Es el hombre que conecta el Clarion Club con Caspe. Conocemos su historia a través del obituario que, en 1938, publicó la revista del club:
“Con el más sincero pesar tenemos que decirles que un socio de la sección de Clapham ha muerto a los 24 anos. Tom Oldershaw. Carpintero de profesión, era uno de los grandes luchadores de la causa socialista, había sido presidente de su sindicato y miembro del partido comunista de Battersea. También secretario general del Comité de ayuda a España. Hizo un tremendo trabajo por el movimiento laborista en Battersea. Era un gran ciclista y pedaleo con la sección de Clapham, en compañía de Edgar Priest, por Francia y Alemania y también cruzo los Pirineos. Era un socio ideal para el club, con gran sentido del humor.
“Se alistó como voluntario en la lucha contra Franco y estuvo en la ofensiva de Aragón en marzo de este ano. Quedó herido y sus compañeros no tuvieron otra opción que dejarlo allí. Todos los esfuerzos posibles se han llevado a cabo para saber su paradero pero no se encuentra en la lista de prisioneros y tampoco en los hospitales franquistas. Después de meses de ansiedad nos sentimos obligados a concluir que murió en la batalla. Es realmente triste saber que no tenemos con nosotros este compañero maravilloso y heroico entre nosotros”.
En marzo de 1938 los brigadistas ingleses que combatieron en Caspe lo hicieron como miembros de la 35 División, XV Brigada Washington-Lincoln. El mejor especialista sobre la Batalla de Caspe, Manuel García, me contó que los brigadistas del batallón británico Saklatvala, llamado así en recuerdo de Shapurji Saklatvala, cofundador del Partido Comunista británico, llegó a Caspe desde la zona de Belchite. Vendieron muy cara su derrota en la cota de la Alberca, el Sulfuro, el Hospital de Santo Domingo y la estación de ferrocarril.
Por eso la gente del club estaba aquí. Porque sabían que Tom Oldershaw cayó herido durante los combates de Caspe tras la ruptura del frente de Aragón en marzo del 38 y quedó atrás, oculto en uno de los túneles del ferrocarril Zaragoza-Barcelona en su paso por Caspe (posiblemente, el del «Collao», entre Caspe y Chiprana). No saben si murió antes de que las tropas de Franco alcanzaran su posición. No saben si fue hecho prisionero antes de pegarle dos tiros o si lo dejaron morir como a un perro. Solo saben que nunca volvió y no es difícil imaginar qué ocurrió con él.
Han pasado 75 años desde que las Brigadas Internacionales dejaron España. Conmemorando este hecho una representación del Clarion Club volvía a España. Seis hombres y tres mujeres comenzaron su periplo español en el puerto de Santurtzi y cumplieron con lo previsto llegando hasta Barcelona el 25 de octubre. Pasaron por Gernika, Legutiano, Logroño, Valtierra, Tardienta, Caspe, Mora de Ebro y Calafell. Charles Jepson, Martin Perfect, Pippa Sheriff, Ruth Coates, Lyn Hurst, Manuel Moreno, Terry Lynch, Margaret Jepson y Stuart Walsh quisieron inmortalizarse en las trincheras de la Plana del Pilón, muy cerca del lugar en el que unos cuantos aguantaron la embestida de toda la rabia franquista. El viaje es especial para Manuel Moreno, socio del Clarion e hijo de una de las niñas vascas que en 1937, ante el avance fascista, tuvieron que salir en barco hacia Inglaterra. Los miembros del Clarion Club de Southampton contribuyeron a la acogida de aquellos niños españoles.
Tom Oldershaw se suma a una larga lista en la que ya constan americanos como Milton Wolff o Cecil Eby, judíos como Joseph Lipsman, franceses como Pierre George o belgas como Albert de Coninck, representantes de aquellos que creían en la libertad y se batieron por ella sobre la tierra de Caspe.
Me pregunto si algún día, aquí, donde lucharon, donde murieron, se les rendirá el homenaje que merecen.
Amadeo Barceló
Mi agradecimiento a Manuel García, Luis Jariod y, en especial, a Maite de Paul, del Clarion Club