Évole se la ha jugado. No cabe ninguna duda. Todavía no sabemos si ha ganado o ha perdido pero lo que está claro es que no ha dejado indiferente a nadie. Ha tenido entre la intriga y la incertidumbre muchos días a millones de españoles que esperábamos el domingo para ver qué era lo que se había cocido o a qué información explosiva habían tenido acceso.
Cuando menos era curioso que fuera la Sexta la que diera la primicia de alguna nueva versión sobre lo acontecido el veintitrés de febrero del ochenta y uno, lejano en el tiempo pero no en la memoria. El planteamiento era singular. Hace unos días enseñaron a unos ciudadanos anónimos (ahora lo ponemos en duda pero entonces nos lo creímos) los primeros minutos del documental. Las reacciones fueron de asombro y de estupefacción. Incluso uno dejaba caer la idea del soborno para que le desvelaran el final de la historia. Era ponernos el caramelo en la boca de una manera constante. Las ganas eran muchas.
Y llegó el domingo. Todo el mundo delante de la tele. Reconozco que cuando vi a Garci recogiendo el Oscar y dejando caer ya en los primeros momentos que aquello no había sido solo el resultado de las votaciones de la Academia de cine puse cara de sorpresa. No me lo acabé de creer pero, como dicen los gallegos que hay que poner una vela a Dios y otra al demonio, tuve claro que lo iba a ver hasta el final. Por si acaso. No fuera a ser que la historia no hubiera sido como nos la habían explicado.
Desde luego ahí estaba el “quid” de la cuestión. En demostrar que las coincidencias de las historias que nos cuentan y la realidad pueden ser pura coincidencia. A veces ni eso. Era un “Caballo de Troya” en toda regla. Ni el mismo JJ Benítez lo hubiera superado. Tengo que reconocer que me gustó la idea y me gustó el programa. Soy seguidora de Évole desde que salía dando guerra como “Follonero” en los programas de Buenafuente. Me parece un tipo ágil y divertido. Sobre todo inteligente.
Según lo iba viendo iba pensando en que las reacciones iban a estar todavía mejor que el programa en sí, pero no consideré en ningún caso que el asunto iba a llegar a tanto. Anoche mismo en Twitter y Facebook era ya el ser más odiado y más amado de la Humanidad. Casi casi a partes iguales.
Lo han acusado de vanidoso por querer emular a Welles en su “Guerra de los Mundos”, o a Kubrick en “Operación Luna”. Bueno, si es así no pasa nada. La vanidad en su justa medida tiene su punto. Ha sido eso que ahora queda tan bien llamar “experimento sociológico”, que igual vale para un roto que para un descosido. Esta mañana leía una opinión que decía que “hay temas sobre los que no se debe de crear polémica”. Y yo pregunto… ¿Cuáles?
Un monárquico pensará que no se deben de hacer chanzas sobre los reyes, una persona muy religiosa pensara que a los curas ni tocarlos…. Y así sucesivamente. Llegará un momento en el que no podremos hablar sobre casi nada. Entonces ya, apaga y vámonos.
El tema del fallido golpe fue el elegido porque todavía hay muchas luces y sombras sobre el tema. Las reales y las inventadas. Porque da mucho juego y porque somos muy amantes de las conspiraciones. No hay que ver más que las listas de los libros más vendidos son siempre “códigos da Vinci” y similares. A mí me gustan, dicho sea de paso.
En fin, que bastante convulsa está la cosa como para enervarse de estas maneras por un programa de televisión. Tenemos otros líos entre manos para ir pensando en solucionar para que el personal se altere de estas formas por algo así. Vamos a tomar las cosas como son.
Y no siempre son como parecen. Que se lo pregunten a Jordi.
Ana M. Cirac