Hace unos meses, los que fueron Niños de la Guerra, hoy ancianos octogenarios y nonagenarios, recordaban en su centro cultural de Moscú los 75 años de aquel durísimo exilio al que les condenó la Guerra de España, cuando hubieron de salir de los puertos del norte con destino a la Unión Soviética. De aquellos tres mil y pico niños apenas sobreviven y residen allí unos setenta, sobre los que pesa la inminencia de ser desalojados del Centro Español en Moscú –su punto de encuentro durante casi sesenta años- si el Gobierno de España no lo remedia, algo que debería ser posible teniendo en cuenta que ese centro recibió de ese mismo gobierno la medalla de honor de la emigración en su categoría de oro. Ya hace años, también se dio la amenaza de desahucio que pesa ahora sobre el Centro Español por no poder hacer frente a una abusiva subida en el alquiler del piso que ocupa.
El presidente del colectivo, Francisco Mansilla, expuso hace un año la maltrecha situación económica del Centro a la directora general del Imserso, Purificación Causapié, a quien solicitó una magra subvención “porque la reducida cantidad de españoles que vamos quedando no nos permite ya autofinanciar los gastos”. En su carta le decía que quedaban unos 170 “ex niños de la guerra, la mayoría de ellos esparcidos por todo el territorio ruso; tenemos a una que vive en el lejano Oriente, a más de 8.000 kilómetros de Moscú”. Recalcaba que “queremos seguir siendo españoles” y añadía que la ayuda era imprescindible “para no tener que pedir limosna a otros organismos o cerrar el centro”. Le respondieron con un formulario, lo rellenaron y recibieron la respuesta negativa a la petición de ayuda porque no cumplían los parámetros de un baremo burocrático al uso, y de nada sirvió una segunda carta de Mansilla en la que expuso: “No podemos vivir sin el Centro Español, que es un pedazo de nuestra Patria en Rusia”.
Solicitaron después la ayuda del diputado socialista Ramón Jaúregui, quien envió una carta a la ministra Fátima Báñez con la petición de una consideración especial, pero sin resultado. Así las cosas, y puesto que la mayoría de los socios son de origen vasco –todavía impresionan las imágenes de la filmografía rusa sobre la evacuación de Bilbao tras los bombardeos de los nazis (Gernika y Durango) y el embarque de los niños–, el lehendakari socialista Patxi López se comprometió a aportar la ayuda de 10.000 euros anuales que solicitaban.
Pero el expediente de ayuda de la Agencia de Cooperación Vasca quedó sin tramitar, según informó la exdirectora de Acción Exterior del Gobierno Vasco, Marta Arés. Su sucesora, Marian Elorza, ha recomendado a la secretaria de la Asociación Guerra y Exilio (AGE), Dolores Cabra, que reinicien el proceso de tramitación, lo que a tenor de los plazos no evitará el desalojo cuando en abril llegue la factura trimestral del alquiler y los socios del Centro Español de Moscú no puedan pagarla. Puesto que de los gobernantes del PP no cabe esperar nada y de los demás, sólo largas, copn lo que el foco de cultura y memoria española en Rusia desaparecerá.
“El tiempo se acaba y los políticos miran hacia otro lado”, afirma Dolores Cabra. “Unos (el Partido Socialista de Euskadi) y otros (el Partido Nacionalista Vasco), como si aquellos octogenarios y nonagenarios en Rusia no pertenecieran desde esa dañada y traumatizada infancia al mismo pueblo vasco que ellos, a ese pueblo del que tuvieron que salir al exilio forzoso para aún vivir y morir en otra guerra más terrible que la de España. Esos políticos vascos los miran desde las cumbres, sin tiempo, sin ganas, con pereza y desidia. En realidad deben estar pensando que vaya molestia, consumen una prestación, no aportan, su voto no afecta y comen todos los días y a veces están enfermos y gastan en sanidad. Los dos políticos con los que he hablado para que intenten resolver el tema, Josu Erkoreka (PNV) y Patxi López (PSE), me han defraudado profundamente. Ellos pueden solucionar el problema y sólo si esto sucede antes del inevitable desahucio en abril, me retractaré de lo dicho. Ojalá sea así”.
Extraído de Memoria Pública – Blog