He intentado evitar este momento durante los últimos veinte años de mi vida. A ver, todos tenemos claro que los deportes son para competir, para demostrar quién es más macho, para humillar al contrario… ¿Qué habré hecho mal en mis vidas anteriores para haber acabado en esta habitación que apesta a pies, haciendo el indio (sentado a lo Toro Ídem) y emitiendo sonidos guturales dignos de un troglodita (o Loquillo en su caso)?
Al principio me las prometía muy felices; en cuanto a flexibilidad quizá caiga en la categoría entre ladrillo tocho y tabicar… pero en cuanto a fuerza les doy mil vueltas a esta pandilla de amas de casa, ¡dónde va a parar! Mi ego se mantuvo intacto lo que tardaron en abrirse las puertas del zoológico y aparecieron las cobras, las ranas, los perros, las vacas, los gatos… Con tanto revuelo animal, y sus correspondientes posturas, me entró un tembleque incontrolable y «pasados treinta minutos» ya no había pose que pudiera mantener ni dolor que pudiera contener. Mientras tanto, allí estaban las bestias de mis compañeras: rígidas en su flexibilidad, equilibradas en las más desequilibrantes figuras.
La humillación se prolongó durante ochenta y cinco interminables minutos, hasta que tocó el momento de meditar. En teoría, deberíamos dejar la mente en blanco y concentrarnos en nuestra respiración. Sin embargo, el tema de la espiritualidad no es lo mío y mi mente divagaba por el pasado y todas las lesiones que podría haber evitado, ejercitando el cuerpo en su conjunto, en vez de intentar curar a posteriori el tobillo dañado de turno…o la rodilla, o la ingle, o el muslo, o el cuello… (nombra un músculo o articulación y seguro que lo tengo en mi colección, incluso repe).
Si queremos reducir los gastos de la Seguridad Social en el futuro, más nos valdría invertir en una buena cultura del ejercicio. Podríamos eliminar el estéril debate entre la asignatura de Religión y Educación para la ciudadanía e incorporar unas buenas clases de yoga; así lo están haciendo en algunos estados de los Estados Unidos. Aunque si allí, con la iglesia se han topado, Sancho, ya que el yoga fomenta el paganismo y el culto al dios Sol, cágate, lorito… ¿qué no dirían nuestros amiguitos peperos? (Vínculo al artículo al pie de página).
Por cierto, no pierdo la esperanza de que, algún día no muy lejano, alguien invente una modalidad de yoga competitivo. No sé, algo con dos porterías y una pelota… y que los perdedores se paguen unas birras en el bar de la esquina. Desde luego que así se animaría más gente.
Una última consideración, para convencer definitivamente a los indecisos… al menos a los solteros. El ratio de mujeres por hombre es de ocho por uno (algunos días llega a la decena). Esto me lo podían haber explicado hace veinte años y no hubiera perdido el tiempo intentando ligar, inútilmente, en bares y pubs donde tocábamos a tres babosos por fémina.
En cuanto al título, de nenitas y maricones, pues queda todo dicho… deporte de gente fuerte, flexible y equilibrada. Y ya va siendo hora de que eliminemos ciertos términos de nuestro léxico diario. El otro día estaba charlando con un colega supuestamente homosexual (la verdad es que nunca me ha hablado de sus deseos sexuales, ni falta que hace; tampoco yo voy proclamando a los cuatro vientos los míos) y se me soltó “esto es una mari… una tontería”. La verdad es que me avergoncé de decir “mariconada” delante de él; entonces, ¿por qué sigo utilizando la palabrita y sus derivados en otras ocasiones? Por mucho que mi mente esté libre de connotaciones homofóbicas, las palabras las carga el diablo, o los fanáticos de los dioses, y con su uso no hacemos más que perpetuar los odiosos prejuicios.
Vamos a acabar este artículo en paz, al más puro estilo yogui, o a lo boo-boo, repitiendo todos juntos el mantra OM: aaaaaooooommmmmmm.
Post “articulum”:
Un par de avisos para jóvenes:
– Si vuestra madre os dice que andéis rectos y que saquéis las manos de los bolsillos, que vais a acabar cheposos … o que os sentéis bien, que se os va a hacer un nudo el espinazo… hacedle caso. Por mucho que me fastidie darle la razón a la señora Petra, y sin que sirva de precedente: sí, mama (grave y llana, como ha de ser una madre), tenías más razón que una santa.
– Pero… si os dice a todas horas que os pongáis las zapatillas… que se os van a enfriar los pies… o que vais a coger hongos… o qué sé yo… ni caso. ¿Cuántos pies atrofiaron esa generación de padres subvencionada por el gremio del calzado español y por ortopedistas plantilleros?
Artículo de El País: Yoga, ¿ejercicio o religión? http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/05/30/actualidad/1369946577_315754.html