El parte franquista del 1 de abril de 1939 d¡jo aquello tan resabido de la guerra ha terminado. Pero lo que aquel día millones de españoles quizá no imaginaban es que las consecuencias del conflicto fraticida iban a prolongarse durante décadas.
Más allá del exilio, los pelotones de fusilamiento y las cárceles, durante la década de los años 40 España seguía purgando la Guerra Civil. Los años de aislamiento internacional y la respuesta del régimen a través de la autarquía, plantearon un escenario de miseria durante toda la década de los 40. La carestía de productos empujó la creación de organismos para el control de la producción de géneros de primera necesidad. Así, la Fiscalía de Tasas se ocupó de inspeccionar las existencias de los productores por toda la geografía española para comprobar que realmente no se almacenaban productos que debían declararse.
Antonio Acero, vecino de Chiprana recuerda ver a los de la Fiscalía de Tasas «con un sidecar (…) ganábamos 15 ptas. al día cogiendo olivas que después había que llevarlas a un molino del pueblo, el de los Barriendos, pero había gente que las llevaba a moler a Caspe de estrangis».
Si al agricultor le encontraban excedentes no declarados, se decomisaban y al infractor se le aplicaba la consiguiente multa económica. Así lo recuerda Valentín Catalán.
“Aquel gremio eran unas personas bien vestidas siempre con traje y corbata, y según la época del año con gabardina, o sea que fácilmente se podían confundir con policías. Siempre viajaban en tren, a Caspe acostumbraban a llegar en el correo procedente de Zaragoza sobre las diez y media de la mañana y marchaban al tren de la tarde. Y como no podría ser de otra forma al horario de esos trenes siempre había algún espía merodeando por la estación; y si había “moros en la costa”, el boca a boca se ponía en marcha rápidamente1”.
1 Valentín Catalán Salas, “La guerra ha terminado”, 2012, p. 3, http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/la-guerra-ha-terminado-por-valentin-catalan-salas/)
