Quizá usted, apreciado lector de El Agitador, haya escuchado alguna vez esa aseveración sobre la presencia de los vikingos en nuestras latitudes. Se dice que remontaron las aguas del Ebro y se introdujeron río arriba hasta más allá de Zaragoza. ¿Qué hay de cierto en ello?
Pues parece ser que mucho. En el siglo IX, en la etapa del Emirato independiente de Córdoba, y más concretamente durante el mandato de Abd al-Rahmán II (822-852), se produjeron las primeras llegadas de normandos hasta las costas de al-Andalus. Pero sería durante el reinado de Muhámmad I, en el 859, cuando las naves vikingas llegaron mucho más allá de las costas atlánticas, a pesar de que los omeyas habían reforzado convenientemente sus fortalezas costeras y su marina. De aquella época constan saqueos y destrucciones en Algeciras, la región de Murcia y las Baleares.
Así, algunos cronistas como Abenalatir registraron la invasión de normandos que penetraron en aquel año en el interior de España, remontando el Ebro y llegando hasta Pamplona donde hicieron prisionero al rey pamplonés García Íñiguez. El monarca navarro sería rescatado a cambio de una fuerte suma de dinero que oscilaría entre los 70.000 y 90.000 dinares.
Imaginemos la impresión que debieron llevarse los tranquilos bajoaragoneses del siglo IX, musulmanes o cristianos, al ver a aquellas temibles embarcaciones, drakkar, surcar las aguas del Ebro con una cabeza de un monstruo a proa.