Cuenta Braulio Serrano en sus Memorias de un hombre cualquiera (Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe, 2007) que los primeros años de la CNT en Caspe fueron duros. «Cuando volvió la calma, allá por los meses de abril o mayo de 1934, me llamaron del ayuntamiento para hacerme entrega de los estatutos del sindicato, instalándonos momentáneamente en el entresuelo del café Mompel, situado en la plaza de Ramón y Cajal y que hasta hacía poco había sido el domicilio de la Agrupación Republicana de Caspe. Pero poco tiempo duró nuestra actuación en la legalidad.»
Dos años después, en diciembre de 1936, llegó a Caspe procedente de Barbastro el entonces seminarista y luego monje benedictino navarro Plácido María Gil Imirizaldu. Huía de la violencia que se había desatado en aquella ciudad después de la entrada en la misma de las columnas de milicianos procedentes de Barcelona en su larga marcha hacia Huesca. Muchos fueron los sacerdotes asesinados y Plácido aprovechó la oportunidad que le brindaba su amigo Santiago Mompel, el futuro «padre Mompel», que también estudiaba en el seminario barbastrense, de refugiarse en Caspe acogido por su familia. En la página 96 de sus estupendas memorias Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la Guerra Civil (1936-1939) describe el café de su amigo: » En la planta baja de la casa hay un bar de dimensiones bastante amplias, pero tal vez por el emplazamiento del domicilio apenas es frecuentado. Lo atienden Carmen y su esposo. Emilio, el joven que por su edad podía trabajar en casa, lo hace en «Casino», cuyo conserje es Paco, el hermano mayor… Han pasado dos o tres días cuando me indica Santiago que su hermana Carmen le ha sugerido que yo podía atender el café-bar de casa… A los pocos días ya me veo en aquel grande y triste café-bar, en el rincón de un pequeño mostrador con cafetera exprés, esperando que alguien llegue para atenderle. Hay entrada particular por una plaza, por la parte norte de la casa. A veces llegan algunos ancianos a jugar a las cartas y toman algún vaso de vino… Frente a la fachada de la casa hay un cine con dos puertas amplias de salida, y dos o tres puertas más hacia el centro de la ciudad, una imprenta, donde se imprime un periódico local.»
La Guerra terminó, las agrupaciones políticas desaparecieron de la fisonomía urbana de Caspe durante cuatro largas décadas y el local se adaptó a los tiempos conociendo varias reencarnaciones, casi siempre como establecimiento hostelero. El populoso Bar Camas, con buenos aperitivos y vermús, el Bar Arcos en el que, hasta hace no tanto, tantas veces merendamos tantos caspolinos. Hoy, los tiempos han forzado su última reencarnación: es también un bar pero sumamente especializado. «The Jolly Fisherman», el pescador alegre, un bar británico, de británicos y para británicos en uno de los lugares históricos de Caspe. «The sign of the Times» que decía Prince.