No muy lejos del conocido Puente de Masatrigos, en el camino que lo une con el llamado Cinglo de Miraflores, encontramos las ruinas de un antiguo horno de vidrio. Lo que hoy queda de este horno no son más que los basamentos de los muros camuflados entre la maleza. Se trata de los sillares de piedra componían edificios como el almacén de productos elaborados, la vivienda de los trabajadores o la leñera donde se guardaba el combustible necesario para alcanzar las altas temperaturas imprescindibles en el proceso. El horno, como era habitual, habría tenido forma circular u ovalada y habría estado cerrado por una cúpula construida a base de arenas refractarias, capaces de soportar el intenso calor del interior.
A día de hoy es casi imposible encontrar lo que hasta hace pocos años aparecía con frecuencia: pequeños fragmentos de vidrio solidificado sobre pedazos de roca.