En el corazón del paraje caspolino conocido como El Vado, no muy lejos de la zona en la que actualmente se ubica un campo de motocross y un área acondicionada para pesca, podemos encontrar este lugar que hoy les mostramos.
Siguiendo algunas de esas sendas que las motos han abierto en los montes que jalonan la ribera del Guadalope podemos llegar hasta la cueva donde un ermitaño decidió establecerse en la segunda mitad de los años ochenta. Para llegar hasta ella hay que caminar ascendiendo lentamente por sendero y después abandonarlo para alcanzar la cueva monte a través.
Según hemos podido saber, Simón de la Cruz -así se hacía llamar- llegó a Caspe procedente de Albarracín, aunque, según contaba, era originario de Segorbe. Aquí decidió que la zona del Vado, por su proximidad a las aguas del Guadalope y a la carretera que une Caspe con Maella, podía ser idónea para establecerse. Las imágenes que van a continuación muestran la cueva donde se asentó. Todavía quedan en ella restos de sus utensilios domésticos, de su cama, de sus libros religiosos o de un precario y derruido sistema para recoger el agua de lluvia con la que abastecerse.
A partir de su llegada su figura se hizo habitual en Caspe. Acompañado de una mochila a la espalda, una cruz y su hábito recorría las calles pidiendo, intentando ser discreto y sin molestar a nadie. Permanecería por estas tierras unos dos años, sobreviviendo gracias a la caridad y a los pequeños beneficios que podía obtener con la venta de artesanías fabricadas a mano. De la misma manera en que llegó se marcharía, dejando atrás este curioso lugar al que hoy podemos acercarnos.