Ahora que el Ayuntamiento ha adoptado un nuevo logo/marca, (no voy a decir nada de los desvaídos colores que lo adornan. Yo creía que un logo tenía que cumplir determinadas convenciones: sencillo y de colores vivos, para que fuese fácilmente reconocible, y con esos tonos azules pastel que le han colocado, más parece un anuncio de compresas que otra cosa), el lema que lo acompañara debería ser éste, (Caspe, donde los edificios caminan) representativo de la nueva fiebre que ataca a los ediles caspenses, sin distinción de partido, ya que creo fue aprobado por mayoría, por poner a caminar algún que otro edificio del acervo urbanístico caspolino: La Rosaleda.
Ante la situación, que parece bastante clara: o el edificio no tiene ningún valor y se puede derruir y construir en el solar, o lo tiene y hay que conservarlo en su total integridad, eso que ahora llamamos engoladamente su entorno, el Ayuntamiento tira por el camino de enmedio, el peor de todos los caminos y decide construir y conservar ( a la vez) adelantándolo unos metros, para contentar a todos, pero, ¿a todos?. Pues no, algunos estamos convencidos que los pueblos, como los particulares también deben estar adornados de valores tales como la integridad, la honradez, el decoro, el saber estar, la prudencia, el sentido del ridículo… en fin, esos valores tan anticuados que no se compran con dineros, y que los representantes elegidos deberían tener a gala llevar a sus últimas consecuencias. No parece que sea así, y como en Caspe, afortunada o desafortunadamente ya tenemos experiencia en edificios que caminan: Ermita de Santa María de Horta y Tumba de Miralpeix, recolocadas donde Dios dio a entender a los políticos del momento: acertados en el caso de la Ermita, errados en el caso del mausoleo romano, pues los problemas de aguas, esta vez procedente de las filtraciones subterráneas deterioran tan venerables piedras de una manera tan evidente que ha sido necesario colocarle una férula de hierro como contención para evitar su posible desmoronamiento, pues nada, se pone a caminar a La Rosaleda, y Santas Pascuas. Esta tradición constructiva sin parangón (la de hacer caminar edificios, digo) nos lleva a reflexionar sobre si no sería necesario, ahora que una nueva Escuela Taller comienza su andadura, el proponer un nuevo módulo: Traslado de Edificios o Edificios Caminantes. Pero sólo unos metros (no nos vayamos a cansar), tanto para el caso del mausoleo romano (parece que si los problemas de filtraciones son tan perjudiciales, el hacerle avanzar unos pocos metros, lo único que hace es posponer unos años su deterioro irreversible) y lo mismo para La Rosaleda: sólo unos pocos metros, los necesarios para el correcto funcionamiento del capitalismo, pretensión legítima donde las haya, la ley de la oferta y la demanda, el olvido de la declaración de Monumento de Interés Local…. Yo, cada vez lo entiendo menos. No se ustedes….
Manuel Bordallo.