9-5-12: la clase política española se enfrenta a una grave crisis de popularidad. Un país del Norte ultima los preparativos de los Juegos Olímpicos que van a celebrarse en verano. Oriente Medio se estremece ante un nuevo capítulo de violencia. Quedan solo unos días para que en Caspe se celebre el Centenario del Compromiso. ¿Les suena? Pues lo sorprendente es que, estas noticias, no son de hoy sino del 9 de mayo de 1912. Como pueden ver las cosas no han cambiado tanto en una centena.
Decíamos que en este año, 1912, Alfonso XIII ocupa el trono de un país inmerso en una seria crisis política. El eficaz sistema político de la Restauración ya no es el de antaño y tampoco lo son sus líderes: los conservadores, con Maura y su “revolución desde arriba”, se habían derrumbado tras la Semana Trágica de Barcelona tres años atrás. El país es ahora administrado por el líder del Partido Liberal, José Canalejas. Pero su Gobierno, relativamente estable, se prolongará solo hasta finales de año, cuando el presidente del Gobierno sea asesinado. Los Juegos Olímpicos se van a celebrar en verano en Suecia. El bombardeo italiano del Líbano desencadenará la guerra italo-turca y, como veremos, en Caspe se está preparando el V Centenario del Compromiso.
Debemos, no obstante, detenernos en algunas grandes diferencias entre ayer y hoy. Una de ellas es que 1912 sigue siendo sinónimo de viaje sin retorno. El período de la emigración en masa, casi un éxodo, se había iniciado a mediados del siglo XIX. Millones de europeos partieron hacia América, la tierra prometida. Aquellos miles de barcos que zarparon de los puertos del viejo continente llevaban en sus camarotes, cubiertas y bodegas el reflejo exacto de la sociedad europea: de una parte miembros de las clases pudientes en busca de nuevos negocios o viejos placeres y, de otra, hombres y mujeres que huían de la pobreza y la falta de oportunidades y ansiaban, simplemente, una vida mejor. Uno de tantos barcos acaba de zarpar hace unos días del puerto de Southampton con más de 2.000 pasajeros a bordo.
En cuanto a Caspe, todavía resuenan los ecos de la gran noticia: Santolea. Cuatro años atrás se aprobó, por fin, el primer proyecto de obras para el pantano. Ello iba a permitir ampliar la superficie regada del término municipal además de consolidar la ya existente. En realidad habrá que esperar hasta finales de los años 20 para que comiencen las obras.
10.000 personas habitan la ciudad, una de las más importantes y con mayor pujanza de la región aragonesa. El Sindicato Agrícola San Lamberto lleva cuatro años en marcha y el Círculo Católico de Obreros y Agricultores tiene estatutos desde hace tres. El atrio de la Colegiata es Monumento Nacional desde 1907 y las niñas pueden ir al Colegio Santa Ana, el cual lleva nueve años abierto.
En la fotografía del Colegio de las Anas hemos podido identificar a tres de las chicas: en el centro, (la foto presenta unas manchas a la altura de sus ojos) Rosa Royo, hija de Emilio Royo, que de mayor sería religiosa de Santa Ana, en Huesca; en la parte superior de la imagen, a la derecha posa Josefina Latorre, hermana del alcalde José Latorre Blasco. También distinguimos a María Callao (2ª fila, tercera empezando por la derecha) quien años después sería madre de Manuel y Mariano Gómez Callao. La fotografía ha sido cedida por Carmen Royo
Y, por supuesto, en las calles de Caspe se habla del V Centenario. La ciudad se prepara para lucir sus mejores galas cuando se cumplen 500 años de la celebración del Compromiso. El Centenario tiene ya su propia junta, cuyo secretario es el prócer local Maximiliano Masip.
En las agendas de varias peronalidades, como el Arzobispo de Zaragoza, o los corresponsales de los principales medios gráficos, puede leerse el apunte “ir a Caspe en junio”. Sancho Bonal ultima su Historia del Compromiso de Caspe cuyo prólogo ha encargado al diputado del Distrito, Don Ángel Ossorio y Gallardo. Las funciones de teatro, los gigantes y cabezudos o los banquetes, son algunos de los actos preparados.
También hay prevista una obra con la que pasar a la Historia. Una actuación urbanística junto a la Iglesia, en el monte Gurugú, en el solar que en tiempos ocupó el Convento Sanjuanista. Las autoridades del momento se han propuesto fundar el Museo del Compromiso y la primera piedra (que también será la última) se colocará al acabar la misa mayor del día 28 de junio.
Pero para todo aquello todavía faltan un par de meses. Ahora, a principios de mayo, los caspolinos no tienen demasiada prisa por que llegue el verano, demasiado caluroso aquí. Emilio Royo Aguilar, fabricante de aceite, baja hasta el molino de su propiedad. Fuera de campaña las tareas aceiteras no agobian, lo cual le permite distraerse algo más con sus aficiones. Una de ellas consiste en tocar el cornetín como integrante de la Bandade Música municipal. Otra es estar al corriente de las noticias mediante el principal (y casi único) sistema de información actual: la prensa escrita. En esta agradable mañana de primeros de mayo Emilio ha ido a buscar una de las numerosas publicaciones a la que está suscrito: Nuevo Mundo. El último número de la revista gráfica informa de la captura de una banda de anarquistas que, desde hacía un tiempo, tenía en jaque a las autoridades parisinas. O de la botadura del Acorazado España por parte del rey Alfonso XIII y de la inauguración, también real, de un puente sobre el Ebro en Tortosa.
Emilio se detiene ante la imagen de la celebración del Primero de Mayo en Barcelona pasando a continuación a la instantánea de una novillada infantil en Calatayud.
Así, página a página, el industrial caspolino combina geografía y noticias del mundo sin necesidad de moverse de la calle Lorenzo Pardo. Hasta que llega a la contraportada y presta especial atención a tres instantáneas: nuevas fotografías sobre el desastre naval que acaba de conmover al mundo.
Apenas han pasado 20 días de la tragedia del barco maldito hundido en su viaje inaugural por una combinación de mala suerte y errores humanos: un capitán demasiado confiado que no hace mucho caso al aviso de varios barcos acerca del peligro de icebergs en las costas de Terranova; un mar en calma total que impide la visión del enorme tímpano helado; la ausencia, por olvido, de anteojos; la colisión en el peor punto posible; botes salvavidas insuficientes (la normativa lo permitía)… todos los elementos se conjugaron para hacer posible lo que parecía no serlo: la destrucción del “insumergible”.
El Titanic, uno de los barcos más grandes y lujosos que el hombre había construido hasta la fecha, con 2.227 personas sobre él (10 de ellos españoles) pasaría a la Historia en la madrugada del 15 de abril de 1912, llevándose por delante 1.517 vidas.
Emilio Royo observa atentamente las imágenes de la contraportada de Nuevo Mundo. En dos de ellas, un bote lleno de exhaustos náufragos del Titanic llega al buque Carpathia (un tripulante de éste último es el autor de la fotografía). Un perfecto caballero desciende de un automóvil sosteniendo bajo el brazo un fajo de papeles que la foto no permite identificar. El bombín cubre la cabeza de Mr. William Smith, quien deberá depurar las responsabilidades del terrible naufragio.
En el momento en que Emilio Royo concluye su lectura, toma una decisión más trascendental de lo que imagina: conservar el ejemplar de Nuevo Mundo. Para conseguirlo deberá sortear obstáculos de importancia, como los registros que sufrirán sus propiedades durante la Guerra Civil. Después, será imprescindible que, tras su fallecimiento en 1942, sus descendientes hereden el aprecio que él tiene por papeles y fotos antiguas. El último paso será cosa de su nieta, Carmen Royo, quien deberá poner a disposición de los lectores de El Agitador el pequeño tesoro de su abuelo para que, exactamente 100 años después, ustedes cierren el ciclo y puedan dar las gracias a Emilio por no haber tirado aquella revista.
Amadeo Barceló