Misses, majas, damas…. ¿Cómo deben interpretarse estas costumbres? ¿Bonita tradición? O, por el contrario, ¿menosprecio de la mujer, a la cual se valora solo por su belleza?
Hoy en día el debate tiene sentido, pero a la altura de 1935, cuando las mujeres en España llevaban apenas cinco años disfrutando de los mismos derechos que los hombres, no se contemplaba romper con ciertas tradiciones.
En aquel año, la caspolina Araceli Valién, hija del futuro alcalde Manuel Valién, era presentada por La Voz de Aragón como «maravillosa mujer» que «tiene la prestancia más distinguida, delicadeza hasta lo magnífico, elegancia de línea. Las caspolinas pueden estar orgullosas de ella. Nosotros, como aragoneses, lo estamos».
En el pie de la segunda foto puede leerse: «Otra «posse» de la encantadora Araceli Valién, «Miss Caspe». En su rostro hay una aristocracia femenina rebosante de dulzura y de encanto».
En fin, en muchos aspectos, los tiempos no han cambiado tanto.
El Agitador Bajoaragonés