En la imagen vemos una gárgola situada en la vertiente norte de la iglesia. Es uno de los pocos elementos pétreos que se mantuvieron a salvo de la debacle de 1936. Las gárgolas que cumplían una función tan prosaica y necesaria como vaciar las aguas de los tejados, llegan hasta nosotros desde la Edad Media, momento en el que su construcción se extendió por toda Europa. Cumplen una función decorativa a la vez que misteriosa: su presencia, supuestamente, alejaba a los seres malignos.
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