Bien conocida es la historia del Balneario de Fonté por casi todos los caspolinos. Un manantial con aguas que, según la tradición, funcionaban como excelentes purgantes y diuréticos, facilitando, entre otras cosas, la digestión o el sueño. No muy lejos de allí, a mediados del Siglo XIX, el empresario caspolino Joaquín Barberán proyectó el hotel que vemos en la imagen para acoger a todos aquellos que quisieran beneficiarse de las legendarias propiedades de ese agua.
En el año 1862 el hotel ya funcionaba a pleno rendimiento, y más adelante, cuando se inauguró la línea de ferrocarril entre Madrid, Zaragoza y Barcelona, se multiplicaron los visitantes en este lugar.
A día de hoy, el exterior del edificio no es más que un armazón de piedra sin vida. Pero en sus paredes interiores todavía pueden leerse sobre el yeso las curiosas firmas de quienes pasaron por allí. Unos buscando un milagro para sus dolencias, otros, simplemente, intentando saciar su curiosidad.

Que vale muchos millones
Para curar los enfermos
Y alegrar los corazones

hay un manantial profundo.
Cada vaso de agua de el
manda un bueno al otro mundo

Y se piense aquí curar
Vive muy equivocado
Más le valdría marchar
Si no dejará el pellejo
En este aburrido lugar