En la Semana Santa de 1988, el periodista caspolino Alberto Serrano Dolader descubrió lo que parecían ser unos simples garabatos improvisados sobre un contenedor de vidrio tras una noche de farra. Como él bien explica, le pareció que aquel Cobi fumeta que sujetaba un porro enorme con una mano mientras se sostenía sobre el suelo con la otra estaba demasiado bien trazado como para ser obra de un espontaneo. El coche y las palmeras perfectamente dibujadas junto a Cobi le llevaron a pensar que muy bien aquel esbozo podía ser un original, realizado por el propio Mariscal en alguna de sus visitas a Caspe.
¿Una pequeña gamberrada llevada a cabo por el hombre que acababa de auparse al Olimpo del diseño con el logo de las Olimpiadas de Barcelona 92? ¿Y por qué no? De sobras era conocida la vinculación de Javier Mariscal con Caspe. La tesis, por más descabellada que fuera, no dejaba de tener un ápice de verosimilitud. Con esas premisas, lo que hizo Alberto fue tomar fotografías del dibujo y hacer circular algunas copias entre sus colegas de profesión. Fueron varios medios los que se hicieron eco de la anécdota. Entre ellos Heraldo de Aragón y El Periódico de Cataluña.
Mi padre guardó el recorte de El Periódico de Cataluña clavado con dos chinchetas sobre un corcho de su despacho hasta el mismo momento de su jubilación. Recuerdo haber visto como iba perdiendo su color hasta volverse casi irreconocible. Quizá por ello, cuando recientemente tuve la oportunidad de entrevistar a Mariscal, no olvidé preguntarle por ello. A Mariscal no le hizo mucha gracia que alguien pudiera pensar que él hubiera actuado de una manera tan frívola, tan poco profesional, con algo tan serio y rechazó su participación en el asunto con cierta acritud.
Pero ahora que vuelvo a ver las imágenes tantos años después, gracias a que Alberto Serrano, muy gentilmente, las haya compartido con todos nosotros, vuelve a asaltarme la duda. Mariscal niega su autoría pero yo prefiero creer en la intuición de Alberto Serrano. ¿Qué más da lo que pueda decir el interesado si puedo hacer caso a mi imaginación? ¿Desde cuando la realidad puede arruinar una buena noticia?
Jesús Cirac