He tenido la oportunidad de ver casi todos los capítulos de la serie gastronómica que José Ribagorda (el presentador de los informativos) conduce en Telecinco. He quedado gratamente sorprendido, tanto por el contenido del programa como por el propio Ribagorda, del cual desconocía su afición por la buena mesa.

   Y es que, después de haber contemplado varios intentos de aunar turismo y gastronomía en televisión, ya casi había perdido la esperanza de ver algo que realmente mereciera la pena.

   Hace tiempo que dejé por imposibles a Imanol Arias y Juan Echanove en ese intento teatralizado y edulcorado de mostrarnos España a través de su gastronomía, así como el cazurrismo baturro de Aragón TV  mostrándonos los productos y platos de las diferentes zonas de nuestra región. Sólo les falta a los dos presentadores, sobre todo al mayor, ir vestidos con el traje regional y una azada al hombro. Pero vamos, que es la línea general que sigue la cadena. Si un señor de cualquier parte del país tuviera que conocer lo que es Aragón a través de nuestro canal autonómico sin saber nada más de aquí, acabaría creyendo que vamos todos con la boina a rosca hasta las cejas.

   Mención aparte merece José Andrés, el cual creo que hace un buen programa en el que solo falla una cosa: él. Con la misma filosofía que el resto de espacios mencionados, va dando en el clavo de las diferentes zonas y mostrándonos con rigor lo esencial de manera didáctica y entretenida, sobre todo sabiendo que está pensado para el público norteamericano. Pero el amigo José Andrés es como meter en una coctelera a Echanove y Arias con nuestros paisanos, el resultado es un personaje grotesco, insoportable de ser tan guay. Así que cuando me enteré del nuevo intento de Telecinco me preparé para lo peor.

   Ribagorda busca esos restaurantes míticos repartidos por España que nunca tendrán una estrella Michelín ni falta que les hace. Gastronomía tradicional en la que prima el producto y que justifica un viaje o unas vacaciones por si misma. El programa va recorriendo el país buscando el mejor producto de cada zona y el cocinero que mejor lo trabaja. Atún en Barbate, caparrones en Ezcaray, rodaballo en Getaria, lechazo en la comarca de La Churrería, etc.

   En las primeras entregas veíamos al presentador un poco tenso y con una ligera tendencia, mucho más comedida que la de sus competidores, al jaleo tabernero. Estaba un poco desubicado, y cuando  los cocineros elaboraban sus recetas casi les molestaba, se pegaba a ellos demasiado, metiéndose por el medio y se anticipaba a los pasos  del maestro de ceremonias. Además se dedicaba a buscar otros atractivos de la zona (cerámicas, textiles…) para completar el día del turista gastronómico dominguero. A partir del tercer programa todo esto cambia, ya se limita prácticamente a contarnos los platos y los productos alimenticios que distinguen a las localidades que visita. A Ribagorda se le nota el amor que profesa tanto a cocineros como a agricultores y ganaderos que luchan cada día por ofrecernos lo mejor que tienen y saben.

Podríamos decir que casi todos los restaurantes que nos muestra son kilómetro cero sin acreditar. Siempre buscan el mejor producto de la zona más próxima. Me llamó mucho la atención el capítulo dedicado al restaurante Hispania del Maresme, en el que una de las propietarias nos contaba como antes era mucho más fácil encontrar producto de calidad, bastaba con ir al mercado en el que los payeses de la zona vendían sus frutos, pero ahora con la industrialización que han sufrido los medios de producción agrícolas es mucho más difícil. En cada capítulo conocemos gentes que se esfuerzan por rescatar razas y oficios que están a punto de perecer y les dan ese punto superior y diferente a los restaurantes que nos presentan, que no quiere decir que sean mejores en todos los casos, pero si nos hablan de un romanticismo y dedicación a su trabajo por el cual merece la pena esforzarse por disfrutar de estos lugares.

Sólo conozco personalmente un par de estos templos gastronómicos, y puedo dar fe de que es muy recomendable darse un capricho y  acercarse. Que no tengan estrella no quiere decir que sean baratos, pero sí de que pagamos lo que comemos. Además de poseer unas salas y un servicio sobresaliente. Lo único que echo en falta en el programa es que nos muestren más como son los restaurantes y sus comedores, o las cartas completas. Algo que nos de una idea más global y que nos anime a visitarlos. De todos modos, un programa altamente recomendable para todos los aficionados al buen comer. No se despisten porque solo falta un capítulo para acabar lo que espero que sea la primera temporada de algunas más, tampoco demasiadas, que no hay tantos sitios tan buenos.

 

                                                                      Carlos Garcés

Pueden ver los programas completos pinchando AQUÍ

 

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