Eduardo Catalán. «No es tan importante que el caspolino vaya al Mar de Aragón como que pueda vivir de él»

Caspe lleva décadas soñando con un maná en forma de hordas de turistas caídos del cielo que inundará nuestras calles, tiendas, bares y hoteles con toneladas de billetes. Puede que esta sea una visión excesivamente simplista del asunto pero es cierto que la redención colectiva a través del turismo aparece recurrentemente en conversaciones de bar, en programas electorales y discursos de políticos locales como una esperanza de progreso etérea y al mismo tiempo consistente. A pesar de que, por fortuna, algunas cosas están cambiando lo cierto es que las potencialidades turísticas del municipio siguen sin ser desarrolladas. En Caspe, el turismo sigue siendo una quimera y no una industria capaz de generar puestos de trabajo. Hace mucho tiempo que Eduardo Catalán dejó de ser solo un loco de los deportes náuticos, un soñador, para convertirse en uno de los principales culpables de que las cosas hayan comenzado a moverse en la dirección correcta.

Soy Eduardo Catalán Romay. Nací en Caspe, ciudad en la que resido, en 1967. Siempre me han gustado los deportes, especialmente los vinculados con la naturaleza y el agua. Tuve la suerte de crecer junto al Mar de Aragón, un lugar perfecto para la práctica del windsurf, mi gran afición. Con los años he conseguido convertir mi pasión en una profesión y un negocio. Vivo exclusivamente del turismo. En Caspe.

¿A qué te dedicas exactamente? Junto a mi socio, Carlos Monclús, creé una empresa que se llama Lake Caspe Aventura y se dedica a organizar actividades vinculadas con la naturaleza.

¿Por ejemplo? Alquilamos material náutico a pescadores, aunque no solo a ellos, impartimos cursillos de deportes náuticos, organizamos todo tipo de actividades para grupos o particulares.

¿Dónde tenéis vuestro centro de operaciones? En el camping Lake Caspe, en el paraje conocido como “El pino de los conejetes” en la carretera de Mequinenza. 

¿Cuántos años llevas vinculado a este tipo actividades y como te iniciaste en ellas? Desde muy pequeño practiqué todo tipo de deportes, atletismo, fútbol, vela, esqui náutico, piragüismo, windsurf. La proximidad al pantano ha tenido mucho que ver con mi afición por los deportes náuticos, que son, de todos, mis preferidos. Hace ya muchos años decidí orientar mi vida profesional hacia el deporte. Ya tenía varios títulos y diplomas vinculados a los deportes que siempre había practicado. Decidí cursar el “Módulo de Técnico en actividades físicas y animación deportiva” y con él me atreví a montar una empresa. Empecé en Caspe pero la cosa no marchó como esperaba y decidí intentarlo en el Pirineo, donde había pantanos y turistas. Durante un verano trabajé en Graus, en el pantano de Barasona. De ahí pasé a gestionar durante varias temporadas las actividades de Ligüerre de Cinca, un pueblo de vacaciones del sindicato UGT junto al pantano de El Grado. Llegó entonces el momento de intentarlo de nuevo en mi pueblo.

Y decidiste volver. Sí. Vendí la empresa que tenía en Ligüerre y llegué a un acuerdo con los propietarios del camping Lake Caspe para gestionar el alquiler de material náutico a los pescadores que se albergaban en él. De eso hace ya nueve años.

¿Te arrepientes de tu decisión? Al contrario, aquí he conseguido la estabilidad laboral y económica que buscaba. Afortunadamente las cosas han ido bien y, con mucho trabajo, hemos conseguido consolidar una empresa turística viable que explota recursos totalmente locales. Creo que, además, hay todavía un gran campo para seguir trabajando.

Tratándose de una empresa que se dedica al turismo, y siendo este algo muy estacional, es muy importante la planificación anual de las actividades que vais a realizar ¿Como lo hacéis? ¿Trabajáis todos los meses del año?  La planificación es fundamental en este sector. Sin ella es muy fácil equivocarse y fracasar porque tú pretendes vivir todo el año de algo que no se desarrolla de la misma manera en todas las estaciones. En invierno no hay actividad. Nosotros empezamos a trabajar en marzo y terminamos en noviembre. En nueve meses tienes que facturar lo que un negocio normal factura en doce. Se concentra la actividad y toca trabajar mucho. Pero es que, además de la actividad normal en el camping, en Mayo imparto en el Instituto de Caspe la asignatura de “Bloque especifico de vela” en el “Grado medio de Conducción en el medio ambiente”, un módulo de Formación Profesional dirigido a personas que aspiran a ganarse la vida como me la gano yo. También, en colaboración con el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón, recibimos a grupos de niños a los que intentamos inculcar la afición por estos deportes. En junio llega cada día un grupo y en julio organizamos unas colonias que se llaman “Inglés-Mar de Aragón” con una duración de doce días. Eso requiere un gran esfuerzo.

¿Cuántos niños pasan por vuestras instalaciones cada año? Entre 1.500 y 2.000.

Sin embargo, el resto del año vuestra actividad principal se concentra en la pesca. Sí, el turista que viene al pantano es pescador. Y en un 80% extranjero.

¿De donde proceden? Eso va cambiando con los años. En este momento, los que más vienen son los franceses, seguidos por checos, alemanes, holandeses, británicos, italianos y belgas. Están empezando a venir austriacos y también algún ruso.

¿Cuál es el perfil medio de ese turista extranjero? En general son de clase media, con mucha afición a la pesca, con buena información del lugar y de lo que se puede hacer. Conocen a la perfección las partidas y vales del pantano, mejor que la mayoría de la gente de Caspe. Suelen venir grupos de amigos, sin mujeres, y la estancia media es de una semana en la que alternan la pesca con la comida, la bebida y también la juerga.

¿Hay diferencias por nacionalidades en relación a sus exigencias, preferencias o actitudes? La principal diferencia es el tipo de pez que vienen a pescar. Los franceses buscan el lucio-perca; los checos y alemanes el siluro; los italianos y los españoles prefieren el black-bass y los británicos la carpa y el siluro. Aunque luego todos pescan de todo. Ah, también se diferencian en sus preferencias a la hora de beber…

¿En general valoran el Mar de Aragón? Muchísimo. Para ellos es una especie de Meca de la pesca. Muchos de los que vienen conocen el pantano por lo que les han contado conocidos o amigos que lo han visitado antes. El boca a boca es muy importante y el hecho de que cada vez vengan más es una prueba de que los que se van lo hacen satisfechos.

¿Dirías que este tipo de turismo encaja con el típico turismo de interior en principio más orientado hacia los aspectos culturales, religiosos, artísticos o ambientales? Vienen a pescar y a relajarse, a beber y a comer y los museos y las iglesias no les interesan.

¿En ese sentido crees que el enfoque que se le está dando al turismo en Caspe tanto por la administración como por la opinión pública es el adecuado? No. Pensamos que restaurar una ermita es un atractivo de cara a atraer turistas pero ermitas hay en todos los pueblos y pantanos como el nuestro no. No digo que no haya que restaurar el Patrimonio pero en relación al Mar de Aragón, la Administración está perdiendo el tiempo y el dinero. Se confunde de objetivo.

¿Y la iniciativa privada? Ya hay gente que se ha dado cuenta de que esto es algo serio, que se puede vivir del turismo, pero en general falta profesionalizar el asunto. Están el Camping Lake Caspe y el Club Náutico y hay proyectos interesantes en el aire pero la gente tiene que invertir, formarse, aprender a llevar un negocio tan poco convencinal como este. Lo peor de todo es que los que, desde el sector privado, hemos apostado por esto chocamos con la Administración y su falta de visión del asunto. Queda muy bien hablar del turismo como motor del territorio pero luego hay que ir a por todas y tener un plan de actuación. En mi opinión se está tirando el dinero en actuaciones puntuales que fracasan por faltar esa visión de conjunto. Queda feo decirlo pero a la hora de consolidar el turismo como industria local aporta más dar cursos de inglés para poder entendernos con los extranjeros que vienen y no hablan castellano que restaurar iglesias. Aunque reitero que me gusta que se restaure el patrimonio, hay que saber ver que aquí hay algo mas valioso que va a aportar un gran beneficio económico a Caspe.

¿Qué crees que se podría hacer para mejorar esta situación? La Administración debería colaborar con la iniciativa privada. No hablo solo de ayudarla de forma económica sino de escuchar, dejarse aconsejar, asesorar. Por supuesto hay que apoyar a todo el que lo intente evitándole trabas y problemas. En Caspe el turismo solo puede convertirse en fuente de empleo y riqueza si hay emprendedores que se arriesgan. Y también habría que acometer determinadas infraestructuras. Por ejemplo, un puerto como Dios manda. El gran puerto de Aragón. Solo en el Club Náutico hay casi doscientos socios y con un puerto en condiciones serían muchísimos más.

Pero esas son infraestructuras muy costosas. Sí, lo son, pero en estos años se podrían haber financiado en lugar de otras que, al final, no han aportado nada a la economía caspolina. Un puerto generaría empleo y actividad.

¿Qué consecuencias crees que traerá la nueva legislación que está a punto de promulgarse y que obliga a no devolver vivas las capturas de siluros y otras especies invasoras al agua? ¿Crees que dificultará la práctica de este deporte? Creo que no es viable y que en caso de que se llevara adelante acabaría con el turismo del Mar de Aragón y del embalse de Ribarroja. Opino que el día que se decidió poner presas en los ríos se cambio el ecosistema y no podemos pretender que no cambiaran las especies que habitaban en el río tal y como era antes. Ahora es un embalse o lago por lo que las especies que nos han invadido son las que mejor se adaptan a este medio. Las que han desaparecido o quedan pocas es debido a que en su día se construyeron presas. Hay gente que pretende echarle la culpa de todo a los siluros y las luciopercas cuando en realidad no es así. Con estas nuevas leyes lo que van a extinguir es el turismo y no a las especies invasoras que yo las considero ya como de aquí y además nos están ayudando a crear un destino turístico muy conocido en el sector. Conclusión: echemos la culpa a los que hicieron los embalses de que desaparecieran las especies autóctonas y no a los siluros y las luciopercas y no metamos a estas especies en el mismo saco que un caimán o una piraña porque no tienen nada que ver.

¿De qué manera podría aprovecharse esa afluencia de turismo extranjero que antes apuntabas para ampliar las posibilidades de negocio que su presencia aporta? ¿Qué otras cosas podríamos ofrecerles además de la pesca? Por supuesto la gastronomía. Lo he dicho ya varias veces: además de a pescar vienen a pasarlo bien con sus amigos. Como a todos, les gusta comer y beber. Deberíamos tener una oferta gastronómica adecuada. Deberíamos mejorar nuestra oferta hostelera, vincularla a la actividad de la pesca. Vender paquetes completos. Lo peor de todo es que esto que nosotros no sabemos ver, hay otros que ya lo han visto y lo están aprovechando. Parte del negocio turístico en Caspe está en manos de operadores extranjeros sin vinculación con el territorio que desarrollan su actividad en condiciones más que dudosas y no generan ningún tipo de retorno económico para Caspe. En pueblos cercanos como Fayón o Mequinenza hace mucho que vieron las posibilidades del negocio y decidieron actuar. Ellos le sacan un rendimiento que nosotros no sabemos sacarle. Con el agravante de que las posibilidades de Caspe son infinitamente mayores que el resto de municipios. Lo mejor del pantano, en términos turísticos, está en Caspe.

¿Y los caspolinos, aprovechamos lo que tenemos? Yo creo que no es tan importante que el caspolino vaya al Mar de Aragón como que pueda vivir de él. Que el pantano forme parte de su ocio está muy bien, pero es mejor que consigamos que en un futuro bastantes familias caspolinas puedan ganarse la vida en empresas vinculadas al embalse.

De alguna forma ya has apuntado antes que las cosas están empezando a cambiar, ¿Qué síntomas de esos cambios percibes? Muchos, el hecho de que yo mismo esté dando clases de vela en el Instituto, lo es. Otro puede ser las casas rurales que se han abierto recientemente en Caspe que están muy bien y que, aunque en un principio no estaban pensadas para los pescadores, ya están atendiendo a ese tipo de clientes. Ese es un camino por el que hay que avanzar porque, sin duda, tiene futuro.

Tú que conoces bien el pantano y también a las gentes que lo frecuentan, ¿qué pensaste cuando conociste los proyectos de campos de golf y grandes urbanizaciones que se plantearon estos años pasados? Me parecían un delirio, un sueño irrealizable. El camino es mucho más largo y modesto y lleva mucho más trabajo.

¿Cuál es ese camino? Trabajar. Y planificar bien. Estudiar el mercado y darle lo que pide. Buscar a los clientes. El cliente no pasa por la puerta y entra a ofrecerse, al cliente tienes que ir a buscarlo tú y ofrecerte. Hay que planificar bien la temporada para conseguir que no se acumule el trabajo en unos meses y los demás estés mano sobre mano perdiendo el  tiempo. Se trata de convertir esto en una industria como las demás, ni más ni menos. Ah! Y por supuesto, es necesario “chapurrear” idiomas para conseguir comunicarse con los clientes. Ya no digo hablar, me conformo con “chapurrear”. Sin eso no vamos a ningún sitio.

 Ya para terminar. Recomienda una peli, un libro y un disco. Película: “El gran azul”; libro: “Bora Bora” de Alberto Vázquez –Figueroa; disco: “Por el día y por la noche” de Los Mestizos.

Jesús Cirac

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