El incidente en el club náutico y los errores estratégicos del tripartito

Pongamos qué existen las casualidades. Aceptemos que es una puñetera casualidad que el mismo día en el que se publica la entrevista que nos concedió el presidente del club náutico mar de Aragón alguien desmonta las barreras que bloquean el acceso a algunas de las instalaciones del club sin avisar, sin preguntar, sin presentarse, sin pedir permiso. Dejémonos llevar por nuestra fe en el poder del azar para aceptar que este hecho nada tiene que ver con la percepción de acoso y persecución a que el presidente se refería en dicha entrevista, con algunas de las putadillas que en los últimos tiempos se les han venido gastando, con la propia prohibición de celebrar la fiesta de la virgen del año pasado a menos que esta tuviese lugar en el interior del bar. Aún así, creyendo a pies juntillas que uno y otro acontecimiento no están unidos por una clara relación de causa y efecto, nadie puede negar que en el club náutico de Caspe pasan demasiadas cosas raras. Ni siquiera la casualidad es tan persistente.

Sabido es que Junta y Ayuntamiento andan a la gresca desde hace tiempo, con un especial encono desde que el tripartito se hizo con el poder ahora hace quince meses. En su entrevista, el presidente del club dijo claramente que no podía hablar de ciertas cosas porque había procedimientos judiciales abiertos y no quería interferir en su desarrollo. Pero cualquier caspolino conoce muchos de esos hechos de los que el presidente prefería no hablar en público. A nadie se le escapa que lo que esta ocurriendo con el náutico escapa a cualquier tipo de lógica política y para muchos caspolinos la razón última está más que clara por más que ni el presidente en su entrevista, ni yo en esta columna, queramos o podamos explícitarlo. Lo más gracioso de todo este asunto es que lo único que no les ha ocurrido a los miembros de la junta del club náutico es tener que hacer frente en los tribunales al cuestionamiento de su derecho a ocupar las instalaciones municipales. El sentido común nos dice que, en el caso de que el club náutico las ocupara ilegítimamente o incumpliera gravemente los términos del acuerdo por el que se les autoriza a utilizarlas, bastaría con desalojarlo recurriendo para ello a cualquiera de los medios que el ordenamiento jurídico preve para estos casos. Pero la lógica no sirve para Caspe. Aquí desaparecen las vallas o se prohíben las verbenas pero no se acude a los tribunales.

Pero qué digo. Claro qué se acude a los tribunales. No en el caso del náutico pero sí en la mayoría de los demás asuntos. Nos faltan dedos en las manos y los pies para contar la cantidad de temas de política local que han sido objeto de querellas, demandas y contenciosos en los últimos años. Sin forzar mucho la memoria, me salen la permuta del polígono, la rampa del Mas de la Punta, la Rosaleda, la Herradura, el hotel Latorre, la adjudicación de la residencia o el propio náutico. Me decía Javier Sagarra el día en que le entrevisté para El Agitador, que eso, para él, era alta política. Yo prefiero llamarlo mala gestión. Mal gestor es aquel que confía el timón de la nave al laberinto judicial, al «pleitos tengas y los ganes». Mal gestor es el que no es capaz de llegar a acuerdos sin la ayuda de los tribunales. Y eso en el caso de que los pleitos se ganen, que perderse también se pierden… Aunque eso, al cabo del tiempo, es lo de menos. Lo de más es el permanente estado de excepción en que parece sumida la vida política caspolina. La tensión con la que se tratan temas que en muchos casos carecen de verdadera importancia. La mala hostia que gastan los caspolinos por cosas que, con mano izquierda y seso, podrían solucionarse sin ruido y sin furia. Pero esto es lo que hay. Una forma de hacer política que es ya marca de la casa. La marca del tripartito.

¿De todos sus miembros? Definitivamente sí en el caso del CPC. Siempre ha sido ese su estilo. Pero, ¿es ese el estilo del resto de sus miembros? Ese es el gran misterio. Elegir esa forma bronca de hacer política, frecuentar los juzgados y apoyarse en medios de comunicación que fomentan el anónimo y el linchamiento del adversario rozando más de lo deseable el ilícito penal (me refiero al por ahora desaparecido en combate «Guadalope» y, sobre todo, a «La verdad de Caspe», de cuya miseria moral e intelectual el tripartito se niega a desvincularse a pesar de la petición realizada en tal sentido por nuestro compañero David Bonastre en una exitosa columna publicada recientemente en El Agitador) es algo que ya conocíamos en el CPC, pero ¿es esa la forma en la que PAR y PP quieren relacionarse con sus vecinos y potenciales votantes? ¿Qué pensarán íntimamente muchos de los concejales del tripartito llegados a la política desde la vida civil sin haber sido maleados por experiencias previas, pletóricos de ilusión y ganas de hacer cosas por su pueblo, ante la posibilidad de acabar en los juzgados pleiteando airadamente con vecinos a los que, en muchos casos, conocen desde siempre y con los que nunca hubieran tenido problemas por temas similares, que estoy convencido de que hubieran enfocado de otra manera? No tengo un conocimiento profundo de la personalidad de Pilar Herrero pero me cuesta pensar que alguien que defiende el asociacionismo como una de las principales virtudes sociales de los caspolinos se sienta cómoda prohibiendo una verbena, por más retruecanos legales que se quieran aducir, más aún cuando ese es un marrón que ni siquiera nace en su partido sino que le viene dado por uno de sus socios en el gobierno municipal. 

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Pero dejando de lado las consideraciones personales, lo esencial es ser capaces de evaluar los efectos políticos que puedan derivarse de la estrategia emprendida por el tripartito. La bronca mola un ratito pero mucho tiempo empalaga y, hasta los incondicionales acaban cansándose de tanta matraca. El CPC, sin ir más lejos, perdió varios cientos de votos en las últimas elecciones municipales después de que su líder se diera un paseo por las feraces huertas caspolinas. ¿Cómo influirá toda esta tensión en los próximos resultados municipales? ¿Es inteligente enfrentarse a, por ejemplo, un colectivo con la implantación social y, sobre todo, el número de socios del club náutico mar de Aragón en vísperas de año electoral? ¿Merece la pena seguir adelante con esta absurda guerra de guerrillas? ¿A cambio de qué? A ver si toda esa pasta que se está gastando la DPZ para que el tripartito pueda inaugurar obras, calles y pavimentaciones, y así conseguir el ansiado diputado popular por Caspe, va a acabar siendo dilapidada por la incontinencia y la falta de visión estratégica de su socio principal y previsible aliado electoral.

Terminaré diciendo que, fruto de la pluralidad informativa de que goza la blogosfera caspolina, la voz del presidente de la junta del club náutico mar de Aragón ha llegado en este fin de semana a más de mil personas (algo que, ni de lejos, alcanzó ninguno de los políticos del tripartito que gustosamente hemos entrevistado en El Agitador) y que el comunicado que nos remitió su junta en el día de ayer fue leído por casi setecientas personas en un solo día. Una barbaridad si tenemos en cuenta que los domingos el número de visitas a la nuestra, y a otras webs, decae considerablemente. Sin duda, son datos a tener muy en cuenta.

Jesús Cirac

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