Enter Sandman. Metallica. Moscú, 1991.
Primer plano. El cámara se centra en un grupo de jóvenes que al oír los primeros acordes de la guitarra reconocen la canción. Les gusta. Se vuelven locos. Es el inicio de un camino apasionante que recorrerán durante más de una hora. Ese trance les llevará a otro lugar. El plano se abre y surge la masa. De pronto aparecen unas figuras descoloridas, con gorro, hieráticas, amenazantes y con armas. Pronto quedan desdibujadas, insignificantes, frente a las miles de personas que se han dado cita en aquel lugar. Muchas de ellas llevan cazadoras vaqueras con parches de sus grupos favoritos, otras tienen el pelo largo y algunos llevan tatuajes. Sus cabezas se mueven al son de la batería que hace retumbar sus corazones. Suenan las guitarras, la batería y el público parece llegar al éxtasis a pesar de estar al inicio del concierto. Se oye una gran explosión, la batería, más guitarras y un potente bajo. En otro lugar, otro día, ese ruido les hubiera recordado otra cosa. Pero aquel día, 1 de septiembre de 1991, el estruendo solo podía provenir del Metal. Entra la voz. Metallica está tocando su canción más famosa, “Enter Sandman”. Los miles de jóvenes que se han dado cita, chicos y chicas, saltan, cantan, gritan y levantan al cielo sus brazos haciendo el gesto universal y característico de los “heavys”.
Pasan los segundos. La cámara enfoca a los 5 caballeros de negro con sus instrumentos y, de repente, ocurre algo que meses atrás parecía impensable. Una de esas figuras hieráticas aparece sobre otra persona con su gabardina desabrochada y coreando la canción. Minutos más tarde, esa misma figura se duplica y se transforma en dos jóvenes militares que viven de forma desenfrenada el momento. El metal ha llegado y medio millón de jóvenes lo abraza con fuerza para evitar que se les escape.
Era 1991 y las revistas que hablaban de rock y de metal anunciaban que ese año uno de los eventos del Monsters Of Rock, mítico festival de metal de los años 80 y 90, se celebraría en la ciudad de Moscú. Hoy puede parecer algo sin relevancia, teniendo en cuenta la cantidad de festivales de música que se organizan por toda Europa, pero entonces este acto fue todo un símbolo de cambio. Hasta ese momento, nunca, digo, nunca, se había celebrado al aire libre un festival de rock ni de metal en la antigua Unión Soviética (también conocida con las siglas U.R.S.S.). Por lo tanto, la importancia de este evento es excepcional. Debemos tener en cuenta que hacía pocos meses que el régimen comunista había caído y Rusia estaba dando sus primeros pasos hacia un cambio de modelo político y económico. El concierto fue organizado para que tuviera lugar en la capital rusa en septiembre de 1991 y tan sólo unos días antes un sector del ejército ruso se había alzado en armas para restablecer el régimen comunista en Rusia y en sus países asociados. El intento de golpe militar fracasó y, aunque la situación no era la más propicia para organizar un evento de estas características, los organizadores siguieron adelante.
El éxito fue rotundo. Más de medio millón de personas (algunos hablan de 750.000 asistentes, o más) se dieron cita en el complejo donde tocaron AC/DC, Metallica, The Black Crowes, los míticos Pantera y la banda rusa E.S.T. (de la cual ya no se supo más). Pero, como muestra el documento que acompaña al DVD que recoge las actuaciones, antes, durante y después del concierto el ejército ejerció una fuerte represión contra muchos de los asistentes. En el vídeo se observa cómo decenas de militares, distribuidos por todo el recinto del concierto, establecieron cordones de control para vigilar de cerca a una juventud que clamaba por la apertura, por la música, por el rock,…, por el metal. La violencia no tardó en estallar y la represión ejercida por los militares contra algunos grupos puso en peligro el resto de las actuaciones. La organización solicitó paz y, a pesar de la tensión y de los rostros incómodos de muchos militares, el festival pudo celebrarse íntegramente.
Control y represión en Monster Of Rock 1991.
El concierto ha sido calificado por muchos expertos de memorable. Ninguna de estas bandas habían tocado antes en la U.R.S.S.. Era la primera vez que su música se iba a oír en directo. Conscientes del momento histórico, todos los músicos se entregaron al máximo, dando lugar a un festival memorable e irrepetible. A pesar del férreo control y la estrecha vigilancia del ejército, la música transformó aquel día gris, austero y sombrío en luz, destellos, fuego, pasión, ruido ensordecedor que removía conciencias, que hacía aflorar sentimientos de progreso y de libertad.
Al acabar el festival los jóvenes que habían vibrado con la música volvieron a la realidad. A la salida, más disturbios, más policía, más represión, y más sangre. El metal había llegado, pero la libertad distaba mucho de ser una realidad.
Iván Heredia