Grandes mitos de la historia en entredicho:1434, de Gavin Menzies

Me encuentro en un aeropuerto provinciano tailandés (tipo Castellón pero de los que funcionan… y con una milésima del costo)  y una de mis peores pesadillas se hace realidad: he terminado el libro que me estaba leyendo y aún me quedan unas decenas de horas de viajes.  El menda es buen maño, cabezón del Bajo Aragón para más señas, y todavía se resiste a comprar el “i-buk” que le ahorraría estos sofocones.  Ya sabéis la historia: la magia del papel, el placer táctil, la esencia de las novelas… chorradas, si todos sabemos que caeremos tarde o temprano; igual que acabaré comprándome el puñetero “ay-foun” y tendré que jubilar mi indestructible Nokia con sus cientos de cicatrices de guerra.

Pues eso, que me toca correr al quiosco de turno y pillar lo que haya.  Una vez allí, no sé si me llama la atención el capote rojo que le han puesto por camisa o los cuatro dígitos que tratan de salir a flote entre el mar de letras de la librería.  La cuestión es que le hago caso al primer instinto “mate-cro-mático” y entre natural y derechazo me agencio 1434.

Comienzo a leer el libro. Vaya.  Ensayo al canto.  Yo que me esperaba la típica novela histórica edulcorada.  Continúo.  El tal Gavin puede ser bastante repetitivo y farragoso, como describía el libro de texto de COU el Mein Kampf, y encima el tipo se da ínfulas de buen literato (ja ja… le dijo el muerto al “degollao”) con descripciones innecesarias de sus viajes y de algún que otro delirio mental.

“Y, sin embargo, se mueve”.  Sí, el libro se mueve, se remueve y le da un buen revolcón al conocimiento eurocéntrico, y su casposa “eurovisión”, del que hemos mamado (eso nos convierte en mamones) desde la clase de maternal.  Ni Galileo se libra de los palos.

Mapa de Waldseemüller 1507

El autor tiende a la exageración desde el mismo subtítulo del libro: “el año que una magnífica flota china navegó hasta Italia y prendió la mecha del Renacimiento”.  También fuerza la máquina con teorías como maremotos destructivos a nivel mundial o el paso del Canal de los Faraones por la flota imperial.  De todas formas, el grado de evidencia aportado es más que aceptable (aunque se obvien argumentos en su contra) y, lo más importante, provoca al lector para que investigue por su cuenta y, sin lugar a dudas, se aportan datos históricos más que interesantes.  ¿Acaso sabíais que antes del Canal de Suez, más de mil años antes, ya existía un canal con la capacidad de comunicar el Mediterráneo con el Mar Rojo? Yo admito mi infinita ignorancia.

Si os vais a animar a leer el libro y no queréis que os fastidie el final, dejadlo aquí.

Bueno, para los que continuáis leyendo y habéis obviado la estupidez anterior, sigamos.  Lógicamente, es un ensayo y el final está más que claro desde la misma tapa… así que poco se puede fastidiar.

Uno de los frentes principales del ensayo es cómo los grandes avances e inventos del Renacimiento no fueron más que copias o mejoras a partir de la tecnología ya conocida por los chinos, en ocasiones, incluso con siglos de anterioridad.  De nuevo, el nivel de evidencia es bastante abundante y, sin desmerecer su genialidad, se rebaja a Leonardo a un copista… eso sí, un genial copista.  La forma en que este conocimiento llegó a la “Italia” renacentista cae de nuevo a los sótanos oscuros de la divagación del autor: una ofrenda de los embajadores chinos a cambio de pleitesía.  Bueno, si él lo dice…

Mapa de Fra-Mauro 1459.  Al estilo chino… o a la australiana (upside-down).

El otro frente es una continuación del primer libro del señor Gavin: 1421.  El autor destaca la supremacía marítima mundial del Imperio Chino y sus avanzados conocimientos en cuanto a navegación y cartografía, previos a los viajes transoceánicos de los “descubridores” europeos.  Teoriza que esa sabiduría fue traspasada a científicos y navegantes occidentales en forma de cartas marítimas y mapas.  Esto ha sido lo más entretenido del ensayo.  El libro aporta diferentes mapas mundiales “de origen europeo”, anteriores al descubrimiento del estrecho de Magallanes, en los que se muestra, de forma bastante detallada, la costa pacífica de América.

Teorías, más teorías… pero, ¿realmente alguien duda de que los chinos llegaran a América navegando?  Sólo hace falta echarle un vistazo a un mapamundi para darse cuenta de que con una triste navegación de cabotaje, chino chano, se plantan allí en un plis plas de remos y velas.  Y una vez allí, ¿se iban a volver?

Entonces, los intrépidos navegantes ibéricos, ¿realmente se dirigían hacia lo inhóspito?  ¿Y si no era así?  ¿Y si las mismísimas Capitulaciones de Santa Fe dejan entrever que Colón sabía lo que se iba a encontrar?  ¿Y si el bravo Magallanes dejó escrito en su diario de a bordo claves que no dan lugar a dudas sobre el conocimiento previo de “su” estrecho”?  ¿Y si…?

Desde luego, muchos “y sis”, entre los cuales me quedaría con el “¿y si tenemos que replantearnos la historia?”  ¿Y qué habría hecho el pobre Don Jesús (profesor de 4º de EGB) con los panfletos de propaganda histórico-nacional que nos hacía leer?  Ya no seríamos los primeros y los más grandes en casi nada… bueno, siempre nos quedaría Isaac Peral y el primer submarino.  ¿En serio? ¿Tampoco?  Que no, que tampoco él inventó el submarino…

Como conclusión, el que quiera buena literatura o el que busque historia con mayúsculas, de la de lucirse jugando al Trivial, que se abstenga.  Los alcahuetes y los que tengan ganas de perder (invertir) tiempo cotejando información en internet… valor y al toro.

¡Ah! Un par de cosas más.  Un incentivo para los caspolinos de pro: el libro dedica un par de párrafos a nuestro Compromiso de Caspe.  Lo define como el evento que propició el nacimiento de la España “unida”.

Por último, este libro también da que pensar sobre cuál debería ser la Historia que se enseña en las escuelas.  Para un profesor de escuelas internacionales, en las que los alumnos son cada uno de su madre (afortunadamente), no hay duda de que nos tenemos que centrar más en herramientas (entre ellas los “abrelatas” de mentes) que en grandes fechas y personajes “trivialinos”.   Al fin y al cabo, la historia siempre se repite, tanto en el tiempo como en el espacio.  Pero… ¿debería haber unos mínimos mundiales para todas las escuelas internacionales?  ¿Cuáles?  Ufffff.  Si alguien sabe la respuesta, que me escriba.

1434 Gavin Menzies

Por cierto, en la siguiente página podéis encontrar información adicional sobre el tema:  http://www.gavinmenzies.net/.  Es la página oficial del autor, o, mejor dicho, del proyecto.  Si queréis encontrar páginas web criticando la obra, las tenéis a patadas.

 Sergio Ferrer Giraldos

 

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