¿Héroe ó villano?(ciudadano Maximiliano Robespierre)

Para comprender la trayectoria vital de hombre tan excepcional, es necesario que antes les atice un pequeño ladrillazo introductorio para situarlo en su tiempo y circunstancia. Lo primero el ladrillo, luego, en una segunda entrega, hablaremos del hombre,  de su trayectoria política, de sus amigos y enemigos y quizás lleguemos a comprender como un detractor de la pena de muerte (su debut como orador en la Asamblea Nacional es un discurso encaminado a su supresión) firma luego tantas y tantas condenas a la máxima pena. Un contrasentido no tan extraño si observamos el curso de los acontecimientos y constatamos que, seguramente, no les quedó a aquellos hombres, en su defensa de la Revolución, otro camino más que el que tomaron. De cualquier modo el tiempo no da marcha atrás, y esto es lo que       hay. Se lo trataré de explicar de una manera sencilla:Ro

Francia, a finales del siglo XVIII, era un país extraño: muy rico en alguno de sus estamentos, muy empobrecido en los otros. El reinado de Luis XVI no hizo sino aumentar más esas desigualdades, con el agravante de que fue llevando al Estado a una peligrosa crisis económica, que fue repercutiendo en todos los habitantes de la Nación, generando malestar general por doquier. Todo ese malestar es agravado por la situación de la hacienda pública y la variedad y multiplicidad de los impuestos. Como los puestos en el Ejército, la Iglesia y la Administración se vendían, muy caros por cierto, y sólo los nobles eran admitidos en la puja, la nobleza, para conseguir el dinero necesario lo que hizo fue resucitar una serie de impuestos que databan de época medieval y que empezaron a aplicar a colonos, concejos y pueblos establecidos en tierras de su propiedad. Esta nueva vuelta de tuerca impositiva empobreció todavía más al Tercer Estado y al campesinado, tanto como a los obreros de la incipiente industria.

Una de las consecuencias de la anarquía recaudatoria fue la constitución de una nueva clase social: los abogados, que proliferaron por doquier, para defender, en unos casos a los concejos, campesinos, colonos y pequeña nobleza y por la otra parte para exigir el pago de los derechos que la gran nobleza necesitaba para mbesantener su estatus en la Corte. Esta nueva clase social tuvo un gran papel en los acontecimientos posteriores, como veremos. Tampoco es desdeñable el papel del librepensamiento, que iba ganando adeptos en el Tercer Estado, y el espíritu de cambio que ya  había ganado la partida al Antiguo Régimen antes de desencadenarse el fenómeno histórico que conocemos como Revolución Francesa. Luis XVI nombra como ministro de hacienda al banquero Necker, (el que le birló la novia al historiador Gibbon) hombre de gran fortuna, ginebrino y calvinista, que no logra poder poner en orden las cuentas del Estado y dimite. Su sucesor convoca una Asamblea de Notables, compuesta por representantes de la gran nobleza, el clero, los parlamentarios y las más importantes ciudades del reino. Estos se niegan a aceptar los presupuestos presentados, y después de muchas discusiones y desencuentros, en Julio de 1787 se convocan los Estados Generales. El malestar campea por doquier, y Necker retorna al Ministerio, poniendo dos condiciones: anulación de la reforma judicial que se pretendía llevar a cabo y reunión, de una vez por todas, de los Estados Generales, que aún no se había hecha efectiva.

Los preparativos para esta reunión demostraron que la burguesía quería aprovecharla para sus propios intereses, que no eran otros que ir ocupando puestos que hasta aquellos días estaban reservados a la gran nobleza. En  estas ansias de ascenso social se vio apoyada por la pequeña nobleza de provincias, también excluida del reparto del pastel. En París, sociedades y clubes políticos comienzan la publicación de folletos y libelos cuyas tesis principales son, entre otras cosas, la supresión de los privilegios, la instauración de una administración regular y la redacción de una carta constitucional, al mismo tiempo que una oleada de escritos, redactados por hombres de letras, abogados y publicistas de toda clase, difundían los principios políticos revolucionarios desde las casas más acomodadas de la burguesía a las chozas más paupérrimas de las aldeas. Es en esas publicaciones donde empieza a cobrar nombre un joven abogado de Arrás: Maximiliano Robespierre. También destacan Camile Desmoulins, Danton, Marat, Hebert y tantos otros. Los Barnave, Lameth y otros mas moderados empiezan a ser rebasados por sus discípulos.

En la apertura de los Estados Generales, el 5 de Mayo de 1789, tenemos repartidos en sus escaños, 291 miembros de la Iglesia, 270 de la Nobleza y 578 del Tercer Estado, de estos la mitad abogados y hombres de leyes. Los acontecimientos empiezan a acelerarse: ante la negativa de los nobles a la deliberación en común de los tres órdenes, el Tercer Estado decide constituirse en Asamblea Nacional (17 de Mayo) y el 19 de Mayo, el orden eclesiástico, por pequeña mayoría decide sumarse. El 20, ante las sospechas de que la Corte prepara la anulación de sus decisiones, la Asamblea, reunida en el Juego de Pelota, jura no disolverse hasta haber dado a Francia una constitución. La burguesía franquea revolucionariamente el camino que iba a convertirla en órgano soberano. Después de unos tensos tira y afloja, el 9 de Julio, y reunidos los tres estados de nuevo, toman el nombre de Asamblea Nacional Constituyente. La Revolución legal se había consumado.

En esos tensos días, París entera entra en un estado de agitación paroxística, los rumores corren de barrio en barrio y la tensión crece hasta llegar a un punto intolerable. Una representación de ciudadanos, que estaban organizando una Guardia Nacional, para contraponerla al ejército realista, invaden el arsenal de los Inválidos, saqueándolo y después van a la Bastilla, para exigir las armas depositadas allí. El gobernador se niega, y en un momento dado, la guardia del bastión abre fuego sobre la multitud….lo que sigue es Historia. La Revolución ha estallado, y una línea de sangre separará desde ese momento a los franceses en dos bandos irreconciliables: monárquicos y republicanos se enfrentarán con las armas en la mano durante unos largos años y esa línea de sangre será cada vez más ancha y honda. Continuará…

Manuel Bordallo

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