Hace unas semanas conocí una historia de superación extraordinaria. Se trataba de un niño nacido sordo y mudo a mitades del siglo XIX en Nonaspe, y por si no era poco, a la edad de cinco años se quedó ciego. Este descubrimiento lo hice a través del Facebook de la fabarola Lola Bielsa. De inmediato me puse a buscar por internet más información a la vez que por el archivo parroquial de Nonaspe para saber que había sido de su familia.
Los padres de Inocencio se casaron en 1858 en Nonaspe. Al año siguiente nació su primera hija, que murió poco tiempo después. En 1861 nace el protagonista de esta historia, al que pusieron por nombre Inocencio Juncar Reyes, en referencia al día que nació: el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Al día siguiente fue bautizado en la iglesia del pueblo y aquí se acaba el rastro de esta familia en el archivo parroquial, por lo que deduzco que van a vivir a otra población.
Para continuar con la vida de Inocencio lo hago mediante un trabajo realizado por Edelmira Domènech Llaberia, miembro de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya, que se titula: “Nota sobra la instrucción de Inocencio Juncar Reyes (1861-1920), sordo, mudo y ciego de la Casa de la Caridad de Barcelona”
El padre de Inocencio murió cuando él tenía tres años y como su madre quedó viuda, tuvo dificultades para cuidarlo. Lo internaron el 2 de marzo de 1865 en la Casa de la Caridad de Barcelona, con tres años y medio. A los cinco años debido a una infección en los ojos quedó ciego. En aquellos tiempos los niños con deficiencias sensoriales podían acceder a la enseñanza en la Escuela Municipal de Ciegos y Sordomudos de Barcelona, y cuando él empezó en esta escuela no tenía ninguna instrucción.
El primer maestro que tuvo fue Antoni Rispa, que murió al poco tiempo. El segundo fue Francesc d’Asís Valls i Ronquillo, que hizo en él una tarea docente extraordinaria. Cuando Inocencio tenía catorce años, en vistas del importante grado de instrucción adquirido, el Ayuntamiento de Barcelona acordó retratarlo y hacer cien copias para repartirlas a todos los colegios de ciegos y sordomudos de España y algunos del extranjero, así como a las academias de medicina.
En internet también encontré diferentes referencias en publicaciones de la época. En la revista Los niños, el 10-11-1875 se dedica cuatro páginas firmadas por A.Urgellés de Tovar en las que se destaca la importante labor ejercida por los profesores anteriormente citados y destaca que se le hayan transmitido conocimientos de lectura en relieve; escritura; mímica, con la que describe multitud de objetos de la naturaleza; dactilología, con la que describe objetos de uso común, así como también en aritmética, geografía, religión y moral, geometría, higiene y urbanidad.
El diario de Barcelona La Dinastía del 22 de junio de 1890 dice: “El sordo-mudo y ciego Inocencio Juncar y Reyes demostró, a pesar de estar poco menos que incomunicado con los demás hombres, por faltarle los sentidos de relación, que conoce perfectamente la geografía, aritmética, historia, escritura y las demás asignaturas que completan la primera enseñanza”.
En La Vanguardia, el día 20 de junio de 1893 se dice lo siguiente: “En la mañana de ayer el Gobernador civil visitó la escuela municipal de Sordo-mudos y ciegos, presidiendo los exámenes que en la misma se verificaron (…) A uno de los alumnos que más se distinguieron, llamado Inocencio Juncar Reyes, le regaló el Gobernador civil un traje completo”.
También Edelmira Domènech cita La Vanguardia para explicar la repercusión que tuvo, ya sea en el gobernador de la provincia o en la Reina regente Maria Cristina, que le otorgó una pensión vitalicia para estar en la Casa de la Caridad. También fue conocido en el extranjero, en American Annals of the Deaf, en 1893, se cita el caso de Hellen Keller y el de Inocencio Juncar.
Un relato publicado en 1921 por Jaume Pastor en la revista La Paraula nos muestra la siguiente conversación: “Mi primer maestro ser Rispa, yo querer mucho, enseñar bien, paciencia mucha. Tiempo poco, morir pronto, tísico”
Después cuenta que la plaza de maestro fue a oposición y había dos candidatos, el Sr. Puertas y el Sr. Valls. Dice Juncar: “Ganar Valls y enseñarme Valls… Yo aprender primero la dactilología. Yo aprender mucho sistema ciegos Llorens, después Braille. Yo conocer todos sistemas ciegos. Yo contento, yo estudiar mucho siempre sí; gandul no; yo querer saber mucho”
Dice que quería tanto a los ciegos como a los sordomudos, pero prefería ir con estos porque: “estos ver cosas y decirme como ver y coger brazo. Yo caminar seguro con sordomudos”
De vez en cuando iba solo por Barcelona con su bastón, conocía las calles y no se perdía. Conocía a las personas por el tacto y las reconocía después de tiempo de no encontrarlos ni tocarlos. Los colores no los recordaba. Se declaraba no religioso, y no aceptaba que hubiera tenido la desgracia de no poder utilizar los sentidos. Según dice Jaume Pastor no se casó pero parece que tuvo un hijo: “Sí, yo querer mujer mucho; ella querer casar no; tener hijo sí, nacer, llevar maternidad. Estar años seis, madre sacar, retratar sí, mandar a mi retrato uno sí. Escribir palabras amor mucho, marchar los dos, saber dónde marchar no, saber nada más no”
Si continuamos con lo que nos cuenta Edelmira Domènech, sabemos que durante los últimos años de Inocencio hay pocas noticias. Murió en la Casa de la Caridad el 29 de diciembre de 1920, al día siguiente de haber cumplido 59 años. La causa de la muerte fue una tuberculosis pulmonar.
Como conclusión, Edelmira dice que el caso de Inocencio es el primero que se conoce en Cataluña de educación de un ciego y sordomudo con éxito y que este caso fue muy importante en su tiempo. Destaca la inteligencia de Inocencio, el interés por progresar en el conocimiento en circunstancias muy adversas y los importantes resultados docentes obtenidos por los profesores.
Por último, también dice que hubo una etapa de difusión de estos resultados y quizá un poco de exhibición de Juncar ante algunas autoridades y de divulgación en los medios de comunicación, quedando durante sus últimos años en el olvido. La enseñanza en la década de 1870 se trataba de un hecho bastante extraordinario y parece que Inocencio estaba entre los primeros veinte ciegos y sordomudos en recibir instrucción.
Estela y Mario Rius