Jesús Moncada. Un escritor bajoaragonés.

Siguiendo con nuestro pequeño homenaje a Jesús Moncada con ocasión del décimo aniversario de su muerte, os ofrecemos una sentida introducción a su universo literario por parte de una caspolina de la diaspora que muchos de vosotros conocéis. Merche Caballud ha vivido gran parte de su vida en esa Franja fronteriza en la que las culturas aragonesa y catalana se mezclan sin remisión dando lugar a un espacio cultural extraordinariamente rico e interesante. Uno de sus pueblos, Mequinenza, es el eje de la obra de Moncada igual que para otros autores lo fueron lugares, reales o inventados, tan célebres hoy como Macondo, Región, Tomelloso, el Baztán, Magina o Babia… Si haceis caso a las palabras de Merche, os faltará tiempo para zambulliros en la obra de Jesús Moncada. Y se lo agradeceréis toda la vida.

Para un lector, pocas cosas hay más apetecibles, que volver a sus autores favoritos. Jesús Moncada es uno de los míos, de los más literarios, de los más entrañables.

En mi caso, la primera revelación fue la lectura de Camino de sirga y, como a tantos lectores, me deslumbró. Resulta tan cercano ese dolor por la destrucción y esa rechifla tierna por el género humano en general, que uno se siente en casa cuando pasa las páginas de su novela principal. La bonhomie y la ironía sin aguijón de Moncada transforman esa Mequinenza polvorienta de la expropiación del pueblo y derrumbe programado en un paisaje del corazón. No sería lo mismo si, junto a ese presente de 1971, el autor no nos trasladara a los comienzos del siglo XX, la Mequinenza del carbón, del transporte fluvial, del fútbol y de El Edén, llena de personajes vivísimos que su mano de dibujante/escritor traza en cuatro rasgos definitivos.

Esta novela es la que muchos hubiéramos querido escribir acerca de nuestro propio pueblo: en ella cabe la historia y la nostalgia y reproduce, literatizándolo con un lenguaje ameno y sustancioso, ese rebullir de hormiguero que constituye la vida cotidiana de un pequeño pueblo donde todos se conocen y la sal la ponen los secretos de familia, los amores clandestinos, los rumores interesantes transmitidos de boca en boca.

Como quien no quiere la cosa, se pasa en la novela por la historia de Mequinenza en el siglo XX, de una manera discontinua pero encadenada y motivada por los hechos de la pérdida, ante la Enher y el pantano. Para muchos mequinenzanos Camí de sirga es tan valiosa porque recoge el abandono del pueblo viejo, lo que no llegaron a vivir por su edad, pero que marcó la vida y el futuro de su pueblo.

En Mequinenza están legítimamente muy orgullosos de Jesús Moncada, persona por lo demás muy querida, de afable y humilde talante. Ese valor de tener un excelente escritor propio, la gente de Mequinenza, lo ha sabido cuidar y revertir en bien del lugar: se han consolidado y acondicionado las huellas del pueblo viejo (el solar donde estaba la casa del autor, por ejemplo), el trazado de algunas viejas calles que no inundó el agua, una simulación de la iglesia… En este momento existe en Mequinenza un pequeño Museo Minero, otro espacio dedicado a la historia del pueblo, a los avatares del pantano, con su sala de actos donde se pasan videos bien hechos y cariñosos sobre el tema y donde Moncada tiene un amplio despliegue de fotos, documentos, objetos que le pertenecieron y muchos de sus interesantes dibujos y pinturas. Incluso su vieja máquina de escribir. Mequinenza ha demostrado sensibilidad e inteligencia con su hijo escritor. Y existe un guía para grupos que explica debidamente todo lo que hay que ver y, si puede, la prima  de Jesús Moncada, una señora que fue prima pero también  amiga del autor, saluda y responde las preguntas de los que visitan Mequinenza en busca del conocimiento o el recuerdo del escritor, que, dada su importancia y singularidad, ya son muchos.

Creo que  debo ocuparme ahora de la carrera literaria y artística del autor, que es lo que lo ha traído hasta nosotros y lo hago con muchísimo gusto y la esperanza de generar lectores a los que les esperan algunas horas de placer y muchas sonrisas con las obras de Moncada. Nuestro autor no escribió mucho, parece que era muy minucioso y corregía mucho sus textos. Por otra parte, siempre estuvo trabajando en otra cosa: profesor en Mequinenza, trabajador de editorial en Barcelona, además de su larga dedicación al dibujo -irónico y ocurrente a veces, surrealista oscuro otras- y a la pintura, cuadros inquietantes dentro de una figuración que nos ofrece hombres sin cara y formas redondeadas como raros engendros de la imaginación.

Su breve obra comprende varios libros de cuentos, muy divertidos, un poco en la estela de Pere Calders, que fue su amigo y mentor en Barcelona, ambos trabajaban en la misma Editorial. En mi opinión hay que empezar por ellos la lectura de Moncada: Historias de la mano izquierda,1981;El café de la rana, 1985; Calaveras atónitas, 1999; Hay varias ediciones fácilmente encontrables de estas traducciones al castellano. En todos los cuentos sale una Mequinenza desenfadada, de gente laboriosa y también vividora, con sus menudos o grandes sucesos locales. El fútbol es una de las grandes pasiones que mueven a la localidad y dan lugar a cuentos magníficos. La muerte está también muy presente, con irreverencia y naturalidad; el amor, con o sin matrimonio, y siempre el río, los laúdes -barcazas, podríamos traducir- que transportan el carbón, con sus avatares fluviales. Las mujeres, en general están muy bien caracterizadas, con personalidad, desde las beatas, a las de vida alegre, es un decir.

La excursión de su obra a Zaragoza, con La galería de las estatuas (1993) basada en sus años de estudiante en la capital, es un intento, nunca continuado, de ampliar el campo de acción, siempre con la base de lo vivido, como en las anteriores obras. En mi opinión no es su mejor obra pero sabe trazar el plano de una ciudad mediana, conservadora, no lejos del tufo de la posguerra.

Su última novela, Memoria estremecida (2004) novela histórico-criminal, narra un suceso trágico, la muerte del recaudador, ocurrido entre Caspe y Mequinenza en 1877. Al final de una charla que el autor dio en Fraga sobre este libro, me contó Moncada que fue Florencio Repollés el que le mostró la documentación que constaba en el juzgado de Caspe sobre ese caso, cuya investigación y efectos colaterales en la gente de Mequinenza (un poco “Fuenteovejuna todos a una”) da cuerpo a la novela. Cambia un poco el tono, respecto a Camino de Sirga, abandona un poco la melancolía y la ironía o eso ha quedado en mi recuerdo, en favor de la complicación de la indagación entre las personas.

Me queda hablar del lenguaje de Moncada (¿qué otra cosa constituye la literatura?) Su lenguaje es un catalán literario, trabajado, preciso. Es una piel unida indisolublemente a la historia como debe ser, un guante. No son tan afortunadas algunas de las traducciones al castellano, especialmente las primeras, pero se dejan leer bien. Las novelas las ha publicado La Magrana en catalán y Anagrama en castellano. Los cuentos tienen más ediciones, fáciles de encontrar. Todo Moncada promete felices tardes de lectura, sinceramente, yo no me lo dejaría escapar.

Resumiría un poco, para terminar, diciendo que Jesús Moncada no creó un universo variado y ancho, superpoblado, sino un “espacio Moncada” reconocible, con su humor especial -la sorna inofensiva o crítica, la estilización humorística de lo cotidiano- y su melancolía de las cosas  perdidas. Y la ironía, que confraterniza con la gente sencilla y  desnuda  a los de arriba.

Merche Caballud

images

Entradas relacionadas

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies