No conocía personalmente a Joaquín pero no dudó ni un segundo en abrirme literalmente las puertas de su casa para charlar con él. Nos reunimos hace unos días en su lugar de trabajo, un patio en la parte baja de su casa que tiene dividido en taller y lugar de almacenaje de algunas de sus obras. Además de todo lo que me enseñó colgado en las paredes, se había preocupado de preparar sobre las mesas decenas de folletos, láminas y carteles de exposiciones. Incluso al terminar la charla tuvo la amabilidad de enseñarme algunas de sus fotos y de invitarme a un aperitivo.
Joaquín nació en Febrero de 1953 en Caspe, donde comenzó sus estudios de pintura y donde continuó progresando de manera autodidacta. A sus 62 años ha participado en decenas de exposiciones tanto individuales como colectivas. Dentro y fuera de nuestro país.
Lo que más me llamaba la atención era, precisamente, el hecho de que las obras de un caspolino hubieran estado expuestas en lugares como Sudamérica, Estados Unidos o Japón. Me sorprendía ese interés internacional por un trabajo alumbrado en un lugar tan aparentemente remoto como el Bajo Aragón. Quería hablar con él de eso, y también de lo que pretende transmitirnos con los festivales cromáticos de sus cuadros…
Creo que mucha gente siente lo mismo al ver tus obras. Salta a la vista un colorido atractivo y luminoso que da vida a un sinfín de elementos, formas geométricas y abstractas, que se organizan para reflejar muchas cosas a la vez. Diría que todas ellas se organizan para formar un caos coherente y atractivo. Pero pueden intuirse más cosas…
Sí, hay elementos reales y también abstracciones con mayor carga simbólica. Y por supuesto música. Lo que hago son unos pentagramas invisibles y coloco en ellos las notas musicales por medio de círculos, rectángulos…. Dependiendo del valor de la nota, los alargo o engrandezco más o menos, y si la nota es alta o baja, aclaro u oscurezco el color. No pongo las canciones enteras, claro, pero sí las partes más representativas.
Intento también descifrar la letra por medio de simbolismos. Muchas de los objetos o formas que dibujo tienen que ver con la letra de la canción que me ha inspirado ese cuadro.
Hablamos ya de aspectos más profundos que no son tan fáciles de percibir a primera vista. Es como una radiografía de una canción en cada obra.
Sí, es lo que intento. Hay muchos ejemplos. “El niño yuntero”, de Miguel Hernández, cantada por Serrat. “Imagine” de John Lennon, la banda sonora de La Misión, que es de Ennio Morricone, “La Belleza” de Luis Eduardo Aute, “Le Météque” de Moustaki…
El hecho de fusionar música y pintura te ha llevado, a veces, a conocer a algunos músicos como Joaquín Carbonell o Luis Eduardo Aute…
Sí… a Joaquín Carbonell lo vi en el año 1977 en una actuación en Escatrón y desde entonces hemos mantenido relación. Hace unos años, me hizo una entrevista en el Periódico de Aragón y ha escrito en el catálogo de mi última exposición en Zaragoza.
A Aute lo conocí en Calanda, hace ya muchos años junto con Javier Espada, el director del Centro Buñuel. Y a partir de aquello hice una obra dedicada a la canción que Aute compuso para Calanda, que se titula “Allí”. En esa obra aparecen muchos de los elementos que Aute nombra en la canción, el Reloj, el Bombo, el Perro Andaluz…
Para mi Aute es uno de los grandes intelectuales que tenemos. Hace prácticamente de todo, pinta, escribe, hace películas, graba… Está también haciendo muchos recitales por España y con mucha frecuencia en Latinoamérica. Tengo bastantes cuadros inspirados en sus canciones, como “Al Alba”, “Queda la música” o “Rojo sobre negro”.
También a José Antonio Labordeta.
Sí. Estuve un par de veces en casa de Labordeta. Precisamente tenía prevista una exposición y él quiso dedicarme unas palabras en la presentación de las obras. Estaba prevista para mayo de 2010, pero el galerista de Barcelona tenía que irse de viaje y la pospusimos para octubre, con tan mala suerte de que Labordeta enfermó y murió en septiembre. La verdad es que lo sentí muchísimo.
Hablemos un poco de tus inicios. Comenzaste a pintar aquí en Caspe.
Sí, desde adolescente siempre me gustaba mucho dibujar y pintar. Un buen día regresó a Caspe José Suñé, que hacía trabajos de escultura en piedra y también pintaba, habló con el Ayuntamiento y se creó una Escuela de Arte. Empezamos a aprender dibujo en los Franciscanos en el año 1980/81, Y gracias a él, yo hoy estoy aquí con mis pinturas y lienzos.
Pasado un tiempo, pude dedicarme de lleno a esta profesión y estuve unos cinco años solamente pintando, almacenando y profundizando en la Historia del Arte. Creo que tuve una cierta evolución al sentir la necesidad de pasar del estilo figurativo al impresionismo y luego al surrealismo. A través de los libros: Punto y Línea sobre el Plano, De lo Espiritual en el Arte y El futuro de la Pintura de Vassili Kandinski , conocí ciertos movimientos como, entre otros, el de la escuela de la Bauhaus en Alemania donde había profesores como el citado Kandinsky, Paul Klee o Casimir Malevich. De ahí que llegó a interesarme mucho la composición geométrica, el mundo abstracto y hasta hoy estudiando de lleno la relación entre el mundo de la pintura y la música.
¿Cuándo comenzaste a exponer tus obras?
En el año 1993 hice la primera exposición individual, en la Casa Palacio Piazuelo Barberán, pero ya había expuesto algunas obras a partir de los en los 80, en la Sala Gasca de la Calle Mayor, y también en 1982, en el Pabellón Municipal, en el momento de su inauguración. Creo que aun guardo los catálogos.
¿Te desplazas siempre con tus obras cuando las expones?
Sí, lo hago en todas las exposiciones individuales que he hecho y en alguna que otra colectiva. Los cuadros casi siempre los envío a los lugares de las exposiciones a través de un transportista. Precisamente mañana tienen que llegarme dos cuadros, de los más grandes, de unas exposiciones celebradas en Madrid , uno de ellos se titula “Con-cierto Blues”, un cuadro basado en la canción “Rhapsody in blue” de George Gershwin, del año 1924, en la que fusionó el blues, el jazz, etc…
Tengo ahora previstas varias exposiciones en España, que llevan también mucho trabajo de preparar cuadros, folletos, buscar contactos. La verdad es que funciono muy bien así.
Además de la inspiración musical, ¿hay algún artista que en el que te reflejes especialmente o del que hayas aprendido para crear tu estilo particular?
Sin duda Vassilli Kandinsky y sus “compañeros” de escuela. Para mí es un gran referente.
Y a estas alturas, ¿cómo podríamos definir tus cuadros?
Al principio yo lo definía como expresionismo abstracto, pero en estos últimos años he pasado a llamarlo abstracción geométrica.
¿Utilizas también la música en las propias exposiciones?
Muchas veces, sí. Generalmente pongo CDs con todas las canciones con las que están relacionados los cuadros. Y también en las cartelas suelo poner parte de la letra, con los títulos de las canciones y los autores. Pintura y música forman una mezcla excepcional.
Tu currículum nacional e internacional es extensísimo. Cuadros tuyos han estado expuestos en lugares tan dispares como Japón, Francia, Estados Unidos, Alemania, Uruguay, Italia o Suecia, así como en multitud de ciudades españolas…
Sí, la mayoría han sido exposiciones colectivas, pero ocurre que no voy a todas porque si tuviera que viajar a todos esos lugares, preparar exposiciones y demás, no tendría tiempo para pintar.
Estamos en el espacio que Joaquín emplea para guardar buena parte de los cuadros. Nos levantamos entonces para entrar de nuevo en su taller, el lugar en el que les da forma. Allí, sobre un caballete, hay un cuadro a medias. Se basa en la “Canción para pilar” de Víctor Manuel. Por las paredes, cuelgan muchas más obras y también unos esquemas sobre la perspectiva y el color. Me llama la atención un pequeño cuadro, un jarrón con flores que no se parece en nada a las alegres representaciones del estilo Feguars.
Ese no necesito que me lo expliques, Joaquín –le digo señalando al oscuro jarrón-.
Bueno, es algo completamente diferente, más simple. Al fin y al cabo, ves un bodegón y piensas que ya lo has visto en otra parte. Lo único que sientes es la añoranza del tiempo que pasa y el hecho de que se te ha hecho familiar porque lo ves siempre. Pero en esas obras no encuentras nada nuevo. Ese, en concreto, me trae buenos recuerdos de cuando empecé en la Escuela Municipal de Arte. Son unas flores que nos puso Suñé como modelo y con las que hicimos lo que pudimos… Tiene un valor sentimental para mí. Sin embargo, creo que con el tipo de pintura que realizo ahora, como puedes ver en este otro –se refiere al que está sobre el caballete, todavía a medio realizar-, puedo expresar muchas más cosas, mensajes, transfondo…
¿Cómo curiosidad, cuánto puede costarte realizar un cuadro como los que habitualmente realizas?
Quizá un mes, más o menos. Porque primero hago la composición con los dibujos aparte y después, una vez tengo la idea clara, lo paso al lienzo. A partir de ahí, hay que pensar en la armonía del color, el equilibrio, contraste y que haya una buena composición…
Acabamos con la pregunta tradicional de El Agitador. Recomiéndanos un libro, una canción y una película.
El libro es el último que he leído, “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro. La canción “Imagine” de Jhon Lennon y la película “El gran dictador” de Charles Chaplin.
David Bonastre