Quien más y quien menos sabe que las cruzadas fueron operaciones militares de motivaciones religiosas iniciadas durante la Edad Media. Sabemos también que se desarrollaron en tres ámbitos geográficos: la Península Ibérica, Próximo Oriente y Europa del Norte. Sin embargo, mucho menos conocido es un aspecto fundamental de las mismas: el enorme esfuerzo logístico que supuso mantener posesiones y hombres en territorios alejados y rigurosos climatológicamente hablando. Distancia, clima, soporte técnico y económico, son los condicionantes en los que no solemos reparar cuando pensamos en las Cruzadas.
Al respecto, debemos considerar que las cruzadas fueron el mayor movimiento humano durante la Edad Media puesto que cada una de las campañas arrastró a miles de personas (entre 20.000 y 100.000 sumando guerreros y personal anexo).
Logísticamente las cruzadas fueron un auténtico reto. Se trataba de una marea heterogénea de gentes con costumbres e idiomas distintos, las campañas se produjeron en puntos geográficos distintos con climas tan dispares como el del norte de Europa o el del Próximo Oriente y en la mayoría de ocasiones entre los puntos de origen y el frente distaban miles de kilómetros. Así, la planificación previa fue determinante. Los vientos estacionales (de marzo a septiembre), las corrientes marítimas, las rutas naturales y las condiciones climáticas a las que iban a enfrentarse a la llegada solían ser estudiadas a conciencia.
El sustento del cruzado
Como en cualquier campaña bélica, durante las cruzadas la consecución de recursos económicos fue parte fundamental en la logística cristiana. La Iglesia y las aportaciones de los propios cruzados formaron el sostén de las mismas enviando un dinero que, según destino, llegaba hasta las zonas en disputa en plata u oro (plata junto al Báltico, oro en Oriente). El dinero se utilizó para mantener los cuantiosos gastos de mantenimiento de tropas (las órdenes fueron precursoras en el mantenimiento de ejércitos permanentes). Sumemos a esto la construcción de fortalezas militares en la frontera, y que los territorios orientales eran poco productivos, por lo que, de nuevo, el dinero sería fundamental.
El metal se obtuvo a través de donaciones, permutas o compras de territorios que se convertirían en señoríos, fuente segura de ingresos. Los señoríos fueron un sistema de obtención de renta a través de los cuales las órdenes se beneficiaron de las rentas en metálico que eran enviadas a larga distancia (Responsiones). Los ingresos se recaudan en las encomiendas, la unidad administrativa básica que, además, ejercía el papel de «oficina de reclutamiento», en especial, de nobles. A pesar de lo dicho, los números de efectivos en Tierra Santa durante los siglos XII y XIII no superaron los 300 caballeros hospitalarios y 500 templarios. De forma continua, las fuerzas enviadas a Oriente sufrían numerosas pérdidas que debían ser repuestas (de nuevo la logística era fundamental). El Hospital y el Temple contaron para ello con sus propias naves.
Una vez perdidas las últimas posesiones cristianas de Tierra Santa (1291), la Orden del Hospital se instaló en la isla de Rodas y, a pesar de que el lugar contaba con más recursos naturales, las necesidades logísticas siguieron siendo enormes ante la amenaza islámica: los Responsiones se dedicaron al mantenimiento de embarcaciones, construcción de fortificaciones y mantenimiento de tropa (una nueva forma de transacción monetaria, la Letra de Cambio, fue utilizada por la Orden de San Juan).
Entretanto, mientras los prioratos europeos recaudaban y enviaban fuertes cantidades económicas, y a pesar del frente común cristiano contra los musulmanes, varios monarcas mostraron su recelo ante tales prácticas. Pero las Responsiones se mantuvieron tanto en la etapa de los sanjuanistas en Rodas como posteriormente con el traslado de la Orden a Malta. La llegada a Malta acarreó un problema añadido puesto que la isla no contaba con suficientes recursos naturales para mantener a los caballeros sanjuanistas. La Orden de San Juan perdió la práctica totalidad de su patrimonio en el siglo XIX. Y con ello, las Responsiones desaparecieron.
Logística en las órdenes españolas
Aunque debemos considerar que la logística en estas misiones fue menos compleja por la menor distancia entre vanguardia y retaguardia, la diferencia entre ambos tipos de encomienda fue enorme; las lejanas a la frontera ejercían como sustento de los puestos situados en la extremadura de la Península.
La importancia de las órdenes peninsulares (Avis, Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa…), no es desdeñable en términos globales. Así, las principales (Santiago y Calatrava) señorearon enormes territorios. La primera llegó a poseer 23.000 kilómetros cuadrados, 200 lugares y ejerció el dominio sobre 200.000 vasallos contra los 90.000 de la Orden de Calatrava. Una de las principales fuentes de ingresos de éstas fueron los pastos ganaderos de las extensas dehesas que regentaban.
Como sucedía en Tierra Santa, mantener los castillos fronterizos con las tierras islámicas fue siempre el principal gasto al que las órdenes militares peninsulares se enfrentaron. Y a pesar de los ingresos generados por ellas mismas, en numerosas ocasiones debieron solicitar préstamos para sostener las fortalezas. Cuando finalizó la Reconquista peninsular y las órdenes militares fueron incorporadas a la Corona, las rentas también lo hicieron.
El frente del norte: la logística teutónica
Como el Hospital y el Temple, la Orden de los caballeros teutónicos surgió con objetivos orientales. A mediados del siglo XIII mantenían alrededor de 400 caballeros en la zona y dependían, al igual que sus homólogas, de los envíos llegados desde Europa (en especial, de Alemania) . Todo cambió a finales del siglo XIII: tras la pérdida de San Juan de Acre la Orden Teutónica se instaló provisionalmente en Venecia y, en 1309, adelantando claramente hacia donde iban a dirigir sus miras, lo hicieron en Prusia. Abandonaban el ámbito mediterráneo para ocuparse solo del norte, Prusia y Livonia (ésta última ocupa territorios de las actuales Estonia y Letonia). Tierras extensas y ricas, estos territorios fueron colonizados por los teutónicos quienes incluso fundaron importantes ciudades en ellas.
Los teutónicos, que llegaron a formar su propio estado, ingresaron importantes cantidades a través de la exportación de grano que transportaban desde los puertos bálticos. La necesidad de hombres se solucionó, fundamentalmente, a través de miembros de la nobleza alemana. Las expediciones teutónicas, curiosamente, se realizaron en mayor número en invierno aprovechando las rutas que discurrían por ríos helados.
En conclusión, el sistema logístico fue fundamental en la época de las cruzadas. La encomienda, las Responsiones y el envío de estos a larga distancia, fueron los pilares que sostuvieron las empresas militares cristianas.
Alumnos Grado Geografía e Historia UNED Caspe
Texto extraído de las conferencias:
«La logística de las cruzadas ultramarinas. Condiciones estratégicas (1095-1415)», por parte del Dr. José Manuel Rodriguez García (profesor del Departamento de Historia Medieval de la UNED).
«La logística de las órdenes militares (SS.XII-XV)», impartida por el Dr. Carlos Barquero Goñi, Profesor del Departamento de Historia Medieval de la UNED.
Dentro del curso «Geoestratégica y logística en el mundo medieval: una comparación con el mundo actual». UNED Calatayud, abril, 2014.