Vuelvo a hacer trampa con una entrevista. Otra vez elijo entrevistar a un amigo. Otra vez me siento frente a alguien que no me puede engañar. A Lola la conozco desde hace mil años. Conozco a sus hermanos y a sus hermanas. Conozco a su madre y también conocí a su padre y a su abuela. Conozco su casa y a su marido y a su hijo. Conozco a su familia política y a sus amigas de la infancia. Conozco sus tics, donde veranea, su forma de reírse, su entusiasmo. Conozco las cosas que le interesan y las que no. Sé tanto de ella que cuando empezamos a charlar estoy plenamente motivado. Sé que, a pesar de todo lo que creo saber, todavía tendré tiempo de ampliar mis conocimientos. Sé también que Lola no me va a dar tregua, que va a largar a la velocidad del rayo y que tendré que aplicarme a fondo para que no se me escape ni un detalle. Quiero que me explique porque le gusta tanto su profesión y qué son exactamente esas experiencias educativas tan novedosas en las que anda enfrascada. Quiero que una caspolina devenida catalana nos hable de la normalidad con la que las personas pueden desenvolverse en diferentes territorios, de la sencillez con que fluye la vida pesar de todo lo que nos cuentan.
Llevas toda la vida en la escuela. Primero como alumna, luego como docente. Formas parte de la primera generación de maestros formada en democracia. Pocos testigos mejores que tú de la evolución sufrida por la educación en España en los últimos cincuenta años. Empecé en las Anas de Caspe y cuando murió Franco yo estaba en primero de BUP. Convivimos con los últimos profes de la vieja escuela, Goyita, Campos…, y con los nuevos que venían de la Universidad y que eran una revolución total, mucho más abiertos de mente. No estábamos acostumbrados a esa relación con los docentes. Me acuerdo mucho de Santiago Aldea, que nos daba lengua y literatura. Tocar tantos palos te ayudaba a formarte. Fue una convivencia muy curiosa.
Había mucha diferencia entre los dos tipos de profesores. Sí. Pero no era maldad, o desidia lo que hacía que el modelo antiguo fuera peor, simplemente era falta de empatía en la educación.
Luego decides que quieres ser uno de esos profesores nuevos a los que les va a tocar educar al nuevo país surgido tras el franquismo. Estudié Magisterio y quise trabajar en mi tierra. Fue un poco frustrante no poder hacerlo porque en las oposiciones sacaron solo seis plazas. Yo llegué hasta el tercer examen pero era una tarea casi imposible. En 1984 me fui a Cataluña. Aprobé las oposiciones y empecé a trabajar. Hace unos días, el 24 de octubre, he cumplido treinta años de docente.
Casi toda una vida. Sí. Ahora lo que quiero es jubilarme para hacer cosas que me gustan y para las que no tengo tiempo, dedicarme a mí misma y disfrutar más de mi familia.
¿Cómo fue la llegada a un territorio tan aparentemente diferente a lo que conocías hasta entonces? A Cataluña ibas a trabajar y era otra tierra, otro idioma. Profesionalmente teníamos que solucionar el asunto de la lengua. En aquel momento era la “catalanización progresiva” en educación y había que pasar un quinto examen de catalán a preparar en dos años. Siendo profe ya, nos daban dos años para poder prepararlo.
¿Te resultó difícil hacerte con el catalán como lengua “profesional”? Teníamos que aprendernos los temarios de memoria e ir haciéndonos con el idioma. Me esforcé mucho. En el examen me pasó una cosa muy graciosa. Nos preguntaron por el “consumisme” y yo entendí el “comunisme” y me equivoqué en el desarrollo de la redacción. Cuando me tocó defenderla oralmente pedí disculpas al tribunal por mi error y me aprobaron el examen porque había sabido defender el tema a pesar de no ser el que me habían formulado. Ahora es distinto, hay menos comprensión en ese sentido, no hay ese periodo de adaptación, tienes que aprobar desde el principio. Pero es que, después de pasar el examen, necesitamos otros cuatro años de reciclaje al idioma para dominarlo y poder ser “mestre de catalá”. Clases de seis a nueve de lunes a jueves, durante cuatro años.
Hoy las cosas ya no son así. No. Aquella época de “catalanización progresiva” cambió a los ocho o diez años de llegar yo a Cataluña, dando paso a la llamada “inmersión lingüística” que significa que todas las clases son en catalán, salvo el castellano como asignatura.
Sabes que ese es uno de los conceptos más polémicos a este lado del Ebro. ¿Crees que la inmersión es una fuente real de problemas de convivencia o por el contrario es algo que se vive de forma totalmente natural en una sociedad educada y respetuosa con la diferencia? Te aseguro que desde aquí se vive como muy normal y sobre todo en los últimos veinte años y más en esta zona del Baix Llobregat en la que se habla preferentemente el castellano. La gente cambia sin problemas según su interlocutor y los niños utilizan de una forma libre su lengua materna cuando están juntos, incluso arrastrando a ella a los catalanoparlantes, que aquí son minoría. En una escuela en la que trabajamos las emociones, lo que nos importa de verdad es llegar a los corazones de los alumnos y de sus familias y utilizamos indistintamente las dos lenguas, aunque la vehicular de enseñanza sea el catalán. Todo es cuestión de respeto y afecto. Si tú lo demuestras por su lengua, lo recibes en la misma medida. Yo he estado en conferencias en las que el ponente, muy catalán, ha cambiado su discurso por una sola persona que expresó sus dificultades de comprensión. Eso no quiere decir que también haya habido algún caso contrario, que desgraciadamente son los que más suenan.
¿Aparte de la idiomática, como fue tu adaptación vital? Mi primer destino fue bastante accidentado. En un año pasé por once colegios. Hacía sustituciones. Eso me permitió moverme mucho por toda Cataluña y me ayudó a conocer bien el territorio y a formarme muy bien. El primer destino más o menos estable fue Tarrasa. Lo elegí porque allí estaban ya unas amigas y de lo que se trataba era de estar con gente próxima porque eras joven, venías de un pueblo y necesitabas ese contacto. Luego pasé por Castelldefels, Martorell y otra vez Castelldefels, donde sigo hasta ahora…
¿Por qué elegiste Castelldefels como destino final? Catelldefels está en el Baix Llobregat, una zona en la que predomina el castellano. Se vive bien, hay playa…y era de lo más conocido para una maña. En Castelldefels conocí a mi marido. Entre tanto catalán y acabé casándome con uno de Barbastro, ¡mira si tira la tierra!
Todos los lugares que citas están en el entorno de Barcelona, con mayoría incluso de castellanoparlantes, ¿Llegaste a conocer la Cataluña profunda? Estuve en la escuela unitaria de Rofes-La llacuna, un núcleo rural cercano a Igualada y alejado de esa diversidad de la que hablas. Una escuela unitaria es aquella en la que todos los niños, de todas las edades, conviven en la misma aula. Eran niños de masías. Vivía en casa de una familia que me daba de desayunar sopa con patas de gallina, encendía la estufa en clase con leña…
¿Dentro de Castelldefels, sigues en el primero de tus destinos o también te ha tocado moverte? Estuve unos ocho o diez años en el colegio del barrio de Can Roca que tenía un nivel medio alto y los últimos veinte los he pasado en el colegio Jacint Verdaguer que está en una zona llamada “Pueblo Viejo Vistalegre” con mucha población de origen castellano y ahora mismo con casi un cuarenta por ciento de inmigrantes. Te diré que en una clase de veinticinco alumnos había veintiuna nacionalidades.
Tu especialidad era la Geografía y la Historia pero hoy no eres profesora de Geografía e Historia. Las nuevas tendencias educativas hicieron que decayeran las viejas especialidades y que los maestros fueran cada vez más generalistas. Yo quería seguir teniendo una especialidad porque eso me ayudaría a asentarme y tener una plaza fija así que tuve que reciclarme. Tuve que volver a estudiar. Educación Física durante dos años en la Universidad de Bellaterra y otros dos años de Artística y Plástica en la facultad de magisterio de Sants. Aunque después no aceptaron esa titulación como especialidad y creo que es un error porque ayuda a los niños a sacar muchas emociones que llevan dentro. Era muy duro porque lo hacía en mi tiempo libre, aparte de mi trabajo diario.
Tener una plaza fija parece casi obsesivo entre los funcionarios. No era una cuestión de comodidad o seguridad. Eso ya lo tenía. Quería tener una plaza fija porque es la única manera de implicarse a fondo en un proyecto, que es lo que yo siempre he querido. Me gusta la clase, la comunión con un grupo de personas con el que pasas tantas horas. Lloro cada vez que se acaba un ciclo porque es como si perdiera algo. En la escuela en la que me quedé definitivamente, estoy asentada y eso es algo que me ha costado mucho esfuerzo, dedicación e implicación.
Naciste en un pueblo que durante décadas exportó mano de obra a Cataluña. Como tantos y tantos aragoneses, miles de caspolinos viven en Cataluña, muchos de ellos en la misma zona en la que tú vives ahora. La mayoría de esos caspolinos llegaron a ese territorio en condiciones muy diferentes a las tuyas. De alguna forma tú, y otros muchos como tú, rompisteis con la tradición inaugurando una corriente de inmigración de gente con formación universitaria y aspiraciones sociales y económicas más elevadas. Éramos jóvenes, nada nos asustaba, nos atraían los nuevos retos y Cataluña, para nosotros, estaba cerca y era símbolo de modernidad, progreso y también de aventura. Y así fue.
Hablas de la convivencia de muchas nacionalidades en el centro en el que trabajas, ¿en un territorio tradicionalmente receptor de inmigración nacional, de qué manera se vive la llegada en los últimos años de personas venidas de otros países y continentes? La palabra clave es adaptación. Es un proceso normal, el pueblo catalán es muy flexible y se adapta a casi todo. Al extranjero lo acogen bien, al igual que a los que vienen del Estado español. La amenaza de España y el centralismo pesa más en la política que en el trato humano de la calle y del día a día.
¿De dónde eres tú, a estas alturas? Me enorgullezco de ser aragonesa y creo que gran parte de lo que soy viene de mis raíces, pero también me siento catalana. Mi hijo lo es. Pago impuestos allí. Vivo allí. En Cataluña he recibido un reconocimiento a mi trabajo y a mi esfuerzo que no sé si aquí lo hubiera recibido de la misma manera. Me hubiera gustado mucho educar a mañicos y mañicas como mis sobrinas y mi sobriné y poder enseñarles muchas cosas preciosas que he aprendido.
Hablemos ahora de la actividad que desarrollas en tu colegio. El vuestro no es un colegio normal. No. Es el único cole con una sola línea en Castelldefels. Si no nos han cerrado todavía es porque somos un referente para la Generalitat por haber sido pioneros en un montón de cosas. Pero para conseguir eso nos hemos formado durante años y nos matamos a trabajar.
¿Pioneros en qué? En el uso de pizarras digitales en todas las clases en su día, ahora usamos tablets desde Infantil a Primaria. También en la Autonomía de centro.
¿En qué consiste? En que puedes elegir a los profes y puedes crear un proyecto educativo estable. Tiene que ver con lo que te decía antes de mi necesidad de tener un destino fijo. Tener una plantilla muy estable te permite crear un anclaje para los profesionales que intervienen en ese proyecto. El proyecto que conseguimos desarrollar en la escuela se basa en tres pilares: El mundo digital, la implicación del inglés en otras áreas y la apuesta por la competencia social y las habilidades sociales.
Hablemos de ellos. El mundo digital. Me costó mucho entrar en él. Tuve que reciclarme porque yo vengo de otro mundo, era de otra generación. Tuve que aprender a aprender para fomentar las capacidades de mis alumnos. Los trescientos cincuenta alumnos usan la tablet a la vez. Eso, por ejemplo, obliga a tener una wifi con una capacidad bestial. Los profes somos todos gente muy formada en el mundo tecnológico. Llevamos diez años con esto y todos nos lo creemos.
¿Tenéis pizarra tradicional? Sí, pero apenas se usa.
Sigamos con el inglés. Lo introdujimos también en las extraescolares, en la educación física… Se trata de ir más allá del bilingüismo, apostamos por que sea algo más que un elemento más de la educación en la clase.
A propósito del bilingüismo, tengo claro que el dominio de lenguas extranjeras es fundamental en la educación de cualquier persona y mucho más en el futuro tal y como hoy lo vislumbramos, sin fronteras físicas, competitivo y supertecnificado. Sin embargo, tengo la impresión de que el bilingüismo se ha convertido en algo parecido a una superstición. Aspiro a que mis hijos se manejen en lenguas extranjeras mucho mejor que yo pero de ahí a esperar que sean bilingües… ¿No crees que hay mucho de estupidez en todo esto? Aquí lo conseguimos con el catalán y el castellano por igual. El inglés es imprescindible hoy para cualquier persona que quiera seguir unos estudios. Otros países europeos ya llevan años con ello. Lo pude comprobar en Finlandia, donde puede asistir con un programa Comenius entre escuelas europeas. Los niños son esponjas, también es cierto que ayuda mucho tener a padres educados en esta misma filosofía o que sean, por origen, de diferentes nacionalidades. El aprendizaje de una lengua es muy emocional, lo has de querer por lo que significa para ti.
Hablemos de eso que llamas competencia social. Competencia social e inteligencia emocional, dos conceptos claves de nuestro modelo. Cuando vimos que los resultados no eran satisfactorios y que los niños discutían y, a menudo, se enfrentaban entre ellos, nos dimos cuenta de que perdíamos mucho tiempo de clase en solucionar conflictos. Una compañera nos metió el gusanillo y empezamos a profundizar en esos temas. Le he dedicado cientos de horas de formación. Me he formado en pedagogía sistémica durante seis años y en coaching educativo.
Explícanos en qué consiste la pedagogía sistémica. Se basa en la idea de que el mundo está formado por sistemas. El familiar, el escolar… Debe existir un orden en cada sistema y sentirnos parte de él, un sentimiento de pertenencia y de inclusión. También una interrelación entre ellos porque si no el mundo no funciona y surgen los problemas. Si un niño tiene un clima apropiado en clase pero no en su casa, poco podemos hacer.
¿Qué objetivo final perseguís? Formar a los niños para que sean capaces de ir por el mundo, de salir adelante por si solos. Hemos conseguido que los niños sepan solucionar los problemas ellos mismos. Buscamos un clima de tranquilidad para evitar la agresividad y solucionar los conflictos. Para ello utilizamos actividades, relajación, visualizaciones, cuentos, frases mágicas… que trabajan los sentimientos, la empatía y la asertividad. Lo hacemos todas las semanas. Es algo sistémico y que requiere una implicación sistemática.
¿Por qué resulta novedoso algo que, a priori, parece encajar con lo que debería ser la educación de cualquier ciudadano? Porque daba miedo enseñar de otra manera, porque se pensaba que restaba autoridad, porque es incómodo para el profe que no lo siente así, requiere una formación específica y comprometida. Este sistema es muy laborioso y te lo has de creer.
Intuyo que hay un gran trabajo en el campo de las emociones, que entráis en lugares en los que, al menos cuando yo iba al colegio, no era habitual entrar. Exacto. Se trata de conocer las emociones para poderlas expresar, de fomentar la empatía y las habilidades sociales. Los niños desarrollan esos aspectos no solo para solucionar sus propios conflictos sino para poder llegar a ser, a su vez, mediadores y ayudar a solucionar los conflictos de otros niños en otras clases. Para eso tienen que saber expresarse y poseer un lenguaje preciso. Los niños, ante cualquier conflicto, deben buscar al mediador y este les echa una mano. El gran éxito de la iniciativa es que, ahora esos mediadores casi ya no son necesarios.
En ese esquema de interrelación entre sistemas, parece adquirir una importancia clave la respuesta de los hogares de los alumnos, ¿Cómo articuláis eso? En relación a los conflictos que se plantean en los hogares, no podemos cambiar el mundo pero sí ayudar a crear en los niños herramientas que les sirven también de ayuda en las situaciones que se crean fuera del colegio. Hemos formado a los niños para que puedan formar a sus padres en esta “filosofía”. Además hacemos también escuela de padres.
¿Habéis tenido éxito? Tenemos un cien por cien de asistencia de los padres a las reuniones. Hay que decir también que las reuniones las llevan los niños. Hay un aspecto muy importante de reconocimiento a los padres por ello. Usamos grabaciones en video en los que los niños se sinceran con sus padres, agradeciendo, reconociendo o llamándoles la atención… Te aseguro que son experiencias de una intensidad increíble. Solo si un niño tiene equilibrio emocional está preparado para aprender. Hay que buscar el equilibrio emocional para poder sacar adelante la educación.
¿Cómo se plasma la filosofía del trabajo por proyectos en el día a día de los alumnos, en la rutina de clase? Los niños eligen los temas que les apetece desarrollar durante un periodo según sus intereses. Por ejemplo, hemos estado desarrollando un proyecto en torno a los hombres primitivos porque ellos lo han elegido. No hay nada mejor para un niño que aprender sin darse cuenta de ello, pasándoselo bien. Los niños tienen una motivación muy grande. Ten en cuenta que el nuestro es un barrio de nivel medio-bajo y que nuestros resultados escolares están por encima de la media de Cataluña.
¿Has podido seguir la trayectoria de tus viejos alumnos? ¿Sabes si vuestro modelo les ha ayudado en su trayectoria posterior? Sí, nos vienen a visitar muy a menudo. Les gusta recordar el cole, somos la continuación de su familia, sus segundas madres y padres, los acompañamos en su descubrimiento de la vida y eso no se olvida. Muchos me dan las gracias o me dicen que se acuerdan de mis consejos. Llevan una mochila cargada de habilidades y estrategias, es una inversión a largo plazo y cuando lo necesitan, saben aplicarlas.
Te has convertido en una propagandista activa de esta filosofía educativa. De forma gratuita, y siempre en mis horas libres, voy a explicar el modelo a otros colegios del Baix Llobregat. Hay también Mostras D’Ensenyament, ponencias en ESADE, en la universidad Rovira I Virgili de Tarragona, en las que contamos nuestro proyecto. No soy formadora de docentes, es solo algo que hago por mi escuela, por mostrar lo que hemos conseguido, porque creemos en ello y queremos que pueda servir de ejemplo a otros docentes.
En tu doble condición de aragonesa y catalana, no puedo dejar de sacar el tema de moda: La independencia de Cataluña. El debate de la Independencia es puramente emocional, no racional. En otro momento económico esto no hubiera llegado tan lejos. Necesitamos una reforma legal y no conseguirla ha posibilitado lo que pasa ahora. La ley Wert ha añadido argumentos y todo eso ha vuelto a remover demonios que ya estaban enterrados. A veces oigo cosas en Cataluña que me duelen porque yo no nací allí y mi mirada es diferente, no las siento así, aunque las respete.
¿No crees que el camino soberanista conduce a una cierta cerrazón cultural que se opone a lo que ha representado históricamente Cataluña? A mí me encantaban la Barcelona y la Cataluña abiertas en las que había sitio para todo el mundo. En ese sentido me da un poco de pena todo lo que está pasando. Hace unos días, comentando todo esto con una compañera catalana favorable al proceso independentista, le dije: el problema es que no nos llegáis a ver como parte de esta tierra. No es necesario decir “vete”. Si no llegamos a sentirnos parte de esto, es lo mismo.
¿A día de hoy ves alguna solución viable para el problema? Quiero creer que sí. No hay nada que no se pueda arreglar pero han de querer las dos partes. Ahora mismo está claro que no hay voluntad de arreglo. No va a llevar a un enfrentamiento de pueblos. Las dos partes deben buscar la solución y las partes no se miran, se dan la espalda. Debería surgir alguien, un político, un escritor, un artista, que se ofreciera como mediador. Si les digo a mis alumnos que no hay problema sin solución… como voy a explicarles esto.
Terminamos siempre con tres recomendaciones. Peli, disco y libro. Película: Me gustan en general los primeros tiempos de Almodóvar, me encantan. Lo que hace ahora me gusta menos. En general soy muy sencilla, lo que me gusta es la evasión. Diría que me quedo con “Todo sobre mi madre”. Música: Lo tengo claro, me encanta George Benson. Libros: Me gusta mucho “La Sombra del viento”. Soy fanática del Barrio Gótico de Barcelona. Sé seguir los pasos de Ruiz Zafón. La he releído muchas veces y me encanta.
Jesús Cirac
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