Los últimos de Filipinas… que vinieron y no pisaron una playa

Lo mejor de esta vida de vagamundo son los amigos que se te van quedando por todos los rincones del planeta. No son como los amigos de la peña, con los que compartes historias embarazosas desde parvulitos (sí, Fernández, como cuando me meé en clase y todavía me lo sigues recordando). Con algunos de los colegas internacionales, si te pones a pensarlo, no has compartido más que varias horas y, aun así, surge una conexión de amigotes íntimos de por vida… aunque a veces no tengas noticias suyas durante años. Bueno, lo que es realmente envidiable es que tienes la excusa perfecta para irte de vacaciones a los lugares más insólitos… con alojamiento gratis y, echándolo morro, incluso robándole al coche al anfitrión por una semana. Filipinas Sergio

Pues eso, aprovechando, que Jorge es nuestro vecino de aquí al lado en las islas Filipinas (¿qué son tres horas y media de avión?), nos fuimos a pasar diez días entre lagos, volcanes y ciudades coloniales. Nos consta que somos los únicos turistas que han visitado las islas de Felipe II sin poner pie en una de sus playas cristalinas, pero siempre hay que perderse lo mejor para tener un buen pretexto para volver.

Entre los mayores placeres que disfrutamos se encuentran los atracones de cerdo que nos dimos. Tras tres días de grasienta sobredosis, tuvimos que pasar por una inevitable fase de desintoxicación vegetariana (dios nos perdone). Pero lo mejor de todo era poder leer la carta y tener la seguridad de que el camarero te iba a entender: kaldereta, lechón, adobo, camarón rebosado… ¡¡Bendita colonización española!! De hecho, en alguna ocasión escuché lo de que “suerte que nos ocuparon los españoles”. Desde luego, más vale un buen jamón y un poco de hipocresía cristiana que la moda Batman de los países vecinos.

De acuerdo a la omnisciente Wikipedia, el número de palabras en tagalo provenientes del español ronda el 30%. Los filipinos te saludan con un “¿Komustás?” o intentan ligarse a las turistas españolas revelándoles la inverosímil traducción de “beautiful” en tagalo… tachán, guapa (anécdota real). De todas formas, lo que es incluso más “filipante” es que, aunque usan sus propias números, y cada vez más las cifras en inglés, todavía te dan la hora en español. Un locutor de radio suena algo así como: tacatacataca chica tacatacataca siempre tacatacataca son las once y veintidós tacatacataca barato…Filipinas Sergio (2)

En la última cena (todo es muy cristiano por aquellos lares) incluso tuve la oportunidad de charlar con una hablante de chabacano (nombre respetuoso en origen, donde los haya, a la altura del chapurriau). Para un lingüista aficionado como el menda, fue casi tan orgásmico como cuando se me brindó la ocasión en Turquía de tener una conversación con uno de los últimos hablantes de ladino (el español sefardí que todavía se habla en Oriente Próximo tras más de quinientos años de su expulsión). En aquella ocasión, me sentí transportado en el tiempo, como si estuviera platicando con sus mercedes Cervantes o Góngora. En el caso del chabacano, nos centramos en cuestiones más profundas, como el uso de la palabra “gilipollas”, que curiosamente, que yo sepa, no se utiliza en ningún otro país hispanohablante aparte de la madre patria.Filipinas Sergio (1)

El chabacano es una de las muchas lenguas criollas que combinan el vocabulario de una lengua invasora o que sirve para realizar negocios (hasta el 90% es de origen español según algunas fuentes) y una gramática local muy simplificada. Vamos, un chollo lingüístico: sin conjugaciones, sin declinaciones, sin tonos, sin género ni número… ¡y escrito en letras latinas! Sin duda, el idioma que siempre quisiste aprender.

Aquí van dos vídeos, que no os podéis perder, de cómo suena el chabacano:

Una canción no apta para el esnobismo musical de algunos agitadores:

Un poco de poesía escolar: 

¡Uf! Me he liado la manta a la cabeza, como es habitual… necesitaré una segunda parte para finiquitar las aventuras filipinas.

Sergio Ferrer Giraldos

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