Maren y Christoph Leyk: Nos encanta vivir en el campo y Caspe es un lugar magnífico para hacerlo

Seguramente muchos caspolinos conocen a esta pareja de alemanes por haberlos visto en la plaza de España, vendiendo sus flores y sus hortalizas. O quizá por haberlos visto,  junto a sus cuatro hijos de cabellos dorados, por alguna de las calles de la localidad. Cristoph y Maren vivían muy alejados de aquí, en el Pantano de Civán, a unos 25 kilómetros del pueblo. Ahora viven mucho más cerca, en la zona de Rimer.

En El Agitador ya hemos entrevistado a inmigrantes de otras nacionalidades mayoritarias en Caspe. Rumanos, marroquís o pakistanís. Ahora era el turno de esta curiosa familia del norte de Europa. Me reúno con ellos en su propia casa. Está atardeciendo y nos sentamos en una mesa del jardín. A nuestro alrededor se quedan los tres niños más pequeños, jugando con las bicicletas y con sus perros. En la mesa, con nosotros, se queda también Line, la hija mayor.

Empecemos por el principio, por vuestros orígenes. ¿De qué parte de Alemania sois?

Maren: Yo de Hamburgo.

Cristoph: Yo de Bielefeld, en el medio, cerca de Hannover.

¿Dónde os conocisteis?

Nos conocimos allí en Alemania, trabajando en Bonn.

¿Y de allí viajasteis directamente a España, a Caspe?

No. La historia comienza con que a los dos nos gustaba vivir en el campo. Nos sentimos más libres de esa forma. Pasamos por varios campos en Alemania y vivimos durante un tiempo en un corral viejo, pero en Alemania eso está prohibido.

¿Qué es lo que está prohibido, vivir en el campo?

Maren: No exactamente. Si tú tienes una granja o una explotación grande, con una vivienda adecuada y demás no hay problema. Pero vivir en un más, en una casa apartada que te puedes adecuar tu mismo, no está permitido.

En el lugar en el que estábamos nos amenazaron con ponernos una multa de 10.000€ si no nos íbamos, así que buscamos otro sitio para vivir. Así comenzamos a viajar por Europa. Nos recorrimos Francia y casi toda España. Pasamos por Caspe, por la zona del Pantano de Civán, y estuvimos mirando una finca que nos gustaba. Después continuamos viajando por otras partes de España, por Andalucía sobre todo.

Cristoph: Esta zona es completamente diferente de otras partes de España. En el sur, por ejemplo, las fincas suelen estar valladas. E incluso la gente es menos simpática, menos comprensiva. No sé muy bien cómo explicarlo. Aquí la gente es más amable.

¿Cuánto tiempo estuvisteis viajando?

Casi un año. Fue en ese primer viaje cuando yo me quedé embarazada de mi primera hija y decidimos volver a Alemania un tiempo, hasta que la niña tuvo unos cinco meses. Entonces volvimos definitivamente a Caspe.

¿Cómo vivíais durante ese año de viaje?

Maren: Bueno, teníamos algún dinero que Cristoph había conseguido tras vender la pequeña empresa que tenía en Alemania, y también con los beneficios de un programa informático que él había diseñado. No era mucho pero era suficiente para vivir. Viajábamos en una furgoneta como esta (señalan a la que ahora es su medio de transporte), con cocina, cama, un par de perros, y vivíamos día a día, comprando comida y aprovechando muchas cosas que nos daba la gente a la que íbamos conociendo.

¿Cuántos años lleváis aquí, alejados de Alemania?

Maren: En Noviembre cumpliremos doce años aquí.

Cristoph: Teníamos la motivación de salir de Alemania y conocer otros países. Después de tantos años allí ya conocíamos las ventajas y desventajas de vivir en ese país, que no estaba mal, pero nos apetecía conocer otras cosas, otra gente y otras culturas interesantes.

Me contabais que antes de estar en Rimer estuvisteis cerca del Pantano de Civán. ¿No resultaba difícil vivir allí, aislados, a 25 kilómetros del pueblo?

Bueno, la vida en la otra finca al lado de Civán, aunque tenía sus problemas, como por ejemplo que no se podía pasar por los caminos cuando llovía, fue bastante bien cuando los niños eran pequeños. Teníamos, además, un autobús escolar y comedor gratuito para la gente como nosotros que vivía en el campo.

Pero el año pasado, con los recortes sociales, quitaron estos dos servicios de un día para otro y para nosotros resultaba imposible llevar a los niños a la escuela, traerles a casa para comer y seguir trabajando a la vez, porque hacíamos todos los días unos 100 km con estos cuatro viajes. Además el que llevaba a los niños ya no podía hacer nada el campo.

A la vez los niños también pidieron estar más en el pueblo para tener más contacto con sus amigos y querían hacer actividades aquí. Estos factores nos hicieron decidirnos por buscar otra ubicación y hacer el cambio a Rimer, donde vivimos ahora.

¿Estando en la zona del Pantano de Civán fue cuando comenzasteis con la venta de flores?

Maren: Si, aunque eso fue más tarde. Primero empezamos con un proyecto de agricultura. Luego instalamos invernaderos y allí cultivábamos flores y los planteros que luego llevábamos al pueblo para vender. Teníamos unos mil metros cuadrados de plantaciones.

Cristoph: Pensamos en la idea de los invernaderos porque aumenta mucho el rendimiento. Con pocos metros cuadrados puedes obtener muchos planteros. Al principio la idea era cultivar verduras pero nos dimos cuenta de que había mucha gente en el pueblo que ya lo hacía y por eso cambiamos a las flores.

¿Y el negocio de las flores funcionaba?

Bueno, funcionaba y no funcionaba. Al principio no estaba mal pero la crisis es la crisis, y la gente que antes compraba luego ya no. Además era mucho trabajo. Perdíamos tres horas cada día en cargar, viajar y descargar. El coche resultaba muy limitado, y a veces lo que la gente pedía nosotros no podíamos llevarlo. También podía ocurrir que la gente no comprara flores durante unos días y toda la producción se echara a perder.

En el fondo las flores son un capricho, y en el momento en el que la crisis se empezó a notar la gente dejó de comprar.

¿Os resultó fácil emprender el negocio? Me refiero a empezar con todo eso, a comprar terrenos, a pedir permisos para regar, para vender, etc…

Cristoph: En realidad todo resulta difícil, en parte porque las administraciones aquí funcionan bastante mal. En Alemania todo el tema de papeleos funciona de maravilla, pero aquí es una catástrofe. Por ejemplo, mi primera tarjeta de residencia tardé más de un año a tenerla. También tuvimos que esperar varios años a tener el permiso de riego en la finca en la que estábamos antes.  O más de medio año para contratar un seguro para los invernaderos. Y la gente es muy amable en las oficinas, pero los resultados no se ven. Eso es un problema muy grave que a nosotros nos llama mucho la atención. Para mí eso contribuye a bajar el nivel de vida de España.

Maren: En Alemania te piden también muchos papeles para todo pero trabajan muy bien con estos trámites. Aquí las cosas se pierden durante meses en las oficinas, cosas que son importantes porque tiene que ver con tu trabajo, con tus proyectos o con tu documentación.

¿Qué tal las relaciones con la gente de Caspe? ¿Os habéis sentido integrados?

Cristoph: La verdad es que muy bien. Sobre todo por Maren. Ella habla mucho mejor el castellano que yo y si vamos juntos por el pueblo todo el mundo habla con ella. Pero no podemos quejarnos por nada. Todo el mundo es amable con nosotros. Además nos gusta la forma de ser de la gente de aquí, son directos y dicen las cosas claras. Eso está muy bien. (risas)

Además aquí, sobre todo en los pueblos pequeños como Caspe, la gente está acostumbrada a vivir en el campo y entienden esa forma de vida. Ahora ya no hay tanta gente viviendo en las huertas pero mucha gente lo ha hecho y todavía van al campo a pasar días de descanso, a comer y a disfrutar de los fines de semana…

Cristoph: ¡Claro! Todavía queda mucha gente por Miraflores y Zaragoceta que siempre han vivido allí y no piensan en vivir en el campo. La gente aquí entiende la fascinación de vivir en el campo. En Alemania eso es imposible.

Maren: Volviendo al tema de la integración, nos llevamos muy bien con todo el mundo, aunque también es verdad que tenemos pocos amigos de verdad. No nos vemos solos aquí, pero tampoco podemos decir que estamos completamente integrados, en parte por nuestra forma de vida, claro. No es un problema de nuestro origen. Es porque nosotros somos felices aquí y nos alejamos un poco de la vida social en Caspe. Además tenemos suerte, porque en el fondo la gente, solo porque somos alemanes y rubios nos trata bien. Y eso no ocurre con inmigrantes de otros países.

Cristoph: es lo mismo que pasa, por ejemplo, en Alemania con los turcos. Después de la II Guerra Mundial, en los sesenta más o menos, llamaron a muchos trabajadores extranjeros para trabajar allí. Fueron muchos españoles pero la mayoría volvieron, pero los turcos se quedaron. Hay muchísimos inmigrantes turcos allí.

Haciendo zumo de uva casero
Haciendo zumo de uva casero
Preparando la estructura de los invernaderos
Preparando la estructura de los invernaderos

¿Cómo es un día normal en vuestra casa?

Maren: No hay días normales aquí. (risas)  Ahora que voy a trabajar la rutina es diferente, pero normalmente, si no trabajo, nos levantamos a las seis y media más o menos, arreglamos los animales que tenemos por aquí, las gallinas, los conejos, los perros… Preparamos los almuerzos de los niños y hasta el mediodía hacemos trabajos en el campo. Y luego por la tarde hacemos más cosas por el huerto y cuidamos los animales, hasta que vienen los niños de la escuela. Cenamos pronto y luego caemos todos muertos en la cama. Básicamente es cuidar de los niños y del campo, y todavía estamos trasladando cosas desde la otra finca. En el fondo, nos encanta vivir en el campo y este es un sitio magnífico.

La última pregunta que hacemos siempre a nuestros entrevistados es que nos recomienden un libro, una película y un disco de música:

Maren: Uff, qué difícil. Hay un libro que siempre vuelvo a leer cada año y siempre me encanta la historia porque descubro cosas nuevas como la primera vez. Es “La mandolina del Capitán Corelli”. En música a mi me encanta el Blues, y también Tina Turner en sus primeros años. Y una película que me gustó mucho es “Tomates verdes fritos”.

Cristoph: A mí en música me gusta también el Blues, y grupos como The Doors o Led Zepellin. El libro que más me gusta se llama “El Loco”, que trata de un indio que se rebela contra los que quieren destruir su poblado. Y película… Blues Paradise, por la música (risas)

David Bonastre

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