BULLETIN D´INFORMATION DE L´AMICALE
DES ANCIENS INTERNES POLITIQUES
ET RESISTANTS
DU CAMP DU VERNET D´ARIEGE
Artículo publicado por Millán Bielsa en francés en el Bulletin nº 4, 1974). Traducción al castellano: Roberto Albiac Balaguer, licenciado en Filología Francesa.
El escrito de mi amigo Manelich me ha hecho recordar la figura de Otto. Él vino a Oradour-sur-Glane una mañana soleada de la primavera de 1941. Nuestro grupo de trabajadores extranjeros, el 643, estaba instalado en aquella tranquila y acogedora localidad desde agosto de 1940. Nos aceptaron bien y nuestra vida de refugiados, obligados a trabajar por 0’50 francos al día, habría sido peor sin la amable presencia de la gente del pueblo.
Hubo una reunión obligada para escuchar a Otto. Tuvo lugar en un magnífico prado completamente verde, cortado y cuidado, al lado de nuestras cocinas, en la salida noroeste, más allá de la larga calle principal del pueblo. Me gustan los Pirineos, pero la tierra de la región de Limoges aún es más bella. Volví para el 30 aniversario de la masacre e incendio de Oradour (10 de junio de 1944) y me alegré de ver que esta tierra no ha cambiado mucho a pesar de las necesidades de la vida moderna.
Nos echamos sobre la hierba, cada uno al lado de sus mejores amigos, hacía viento, algunos estaban con los brazos cruzados, otros con una pajita en la boca, otros murmuraban. Pobre, antes de tu llegada, ya sabíamos cual sería nuestra respuesta a tu propuesta. La nuestra, la de todos, la de toda la Compañía de Trabajadores Extranjeros era precisamente no darte ninguna en un momento en el que nos estaba prohibido decirte qué pensábamos de ti.
Llegó acompañado de un gorila, lo recuerdo perfectamente: con un vestido negro sobre un cuerpo regordete, la cabeza redonda, sudorosa con un pequeño bigote. Se presentó y comenzó su discurso de pie. Nosotros sonreíamos, guiñábamos el ojo, alzábamos los hombros, asentíamos, suspirábamos. En definitiva, le manifestábamos nuestro desprecio. Se dio cuenta ya que cambió el tono de su discurso. Al principio, fue dulce, amable e incluso soltaba frases en catalán (para complacer a los catalanes), o contaba chistes con el acento de la “raza calé” (para hacer reír a los andaluces y castellanos). Elogió nuestro coraje durante la Guerra Civil y nuestro estoicismo en Francia. La criticó de forma muy dura, para demostrarnos lo que había hecho con nosotros, campos o compañías de trabajo. Glorificó a la Alemania victoriosa, aquella a quien nadie planta cara y que coleccionaba victorias ocupando uno tras otro los países europeos: el desenlace de la guerra no presentaba dudas para él. Nuestra salud, como republicanos españoles, dependía de ella.
Su forma de hablar era fluida como la de un comediante que recita lo mismo durante seis meses de representaciones teatrales. Como siempre en estos casos, se ensalzan las verdades para minar la entereza del adversario. Fue en vano, ya que incluso en 1941, cuando Alemania iba sumando victorias y su armada vivía entre vítores, flores y canciones, mis camaradas nunca dudaron del resultado final del conflicto. Preveíamos grandes batallas que causarían la muerte de millones de vidas en las que los Aliados saldrían vencedores. Aquella creencia era una mezcla de esperanzas y de deseos personales y colectivos, a los que se unía un poco de instinto de supervivencia. Nos parecía contra natura que Hitler y los suyos ganaran al final, y para mantener nuestra convicción, hacíamos referencia a las lecciones de la Historia. Así pues, “ellos” no podían ganar.
Otto no pensaba en español, sus entrañas no eran españolas. Por mucho que se viva veinte o treinta años en un país extranjero, o incluso se obtenga la nacionalidad, siempre seremos hijos de nuestros padres y del país que nos vio nacer. Otto no puede disimular sus orígenes, ni en Oradour-sur-Glane, ni en ningún sitio. Cuando nos propuso el trabajo en las costas francesas, libres y remunerados (no como entonces) y abrió el registro para inscribirnos, nadie se presentó para apuntarse.
Ya no fue amable, se cabreó, gritaba, escupía, nos amenazaba. Su mentalidad de fascista “que puede con todos” surgió. “¿No queréis ser voluntarios? ¡Pues iréis por la fuerza!”. Nuestra satisfacción era manifiesta y silenciosa.
Arrasó Oradour y su espléndida naturaleza, aquel querido Oradour en el que pasé los dos mejores años de mis nueve años de guerra y al que quedé unido por la masacre de mis seres queridos dentro de su iglesia y por las cenizas de la casa donde fui tan bien acogido. Aquellos seres y aquella casa era todo lo que tenía entonces…
Tres años después de la aparición de Otto, las fuerzas caballerescas tan alabadas por su causa no dejaron nada con vida en aquella feliz población cuya destrucción fue total, parecida a la de otras en Europa, aquello nos da una idea de lo que habría sido la victoria aplastante de Hitler, a pequeña y gran escala.
Permitidme que no tenga por ellos ni respeto ni compasión.
Millán Bielsa Tarragó nació en Fabara el 3-12-1915. Estudiante de 4º de Medicina en Zaragoza en el 36. Hijo de Macario Bielsa Latorre (fusilado en Torrero el 24-11-36) y Flora Tarragó Roca. Hermano de Víctor y Emilio. Pasó la frontera en la retirada por Prat de Mollo el 11 de febrero de 1939. Campo de Arles-sur-Tech, Barcarés, Saint-Cyprien hasta 1 -1-40. Después Argelès hasta 24-1-40. 114 CTE a Le Neubourg (Eure) hasta el 10-6-40. Oradour, el 12-7-42 es trasladado al GTE 653 a Égletons (Corrèze). El 26-9-42 es arrestado en la prisión de Furgole (Toulouse) y transferido a Saint-Michel el 3-2-43. El 25-3-43 en el Campo de Noé, el 19 de abril es llevado al campo de Vernet d’Ariège. (L’Affaire Reconquista de España – C. y H. Farreny del Bosque, Editions Espagne au Coeur). En 1973 edita como articulista y tesorero un boletín sobre el Campo de Vernet.
(Del libro en preparación sobre el exilio de los fabaroles de Lola Bielsa Masdeu)