El pasado viernes 18 de octubre, en Saint Martin, un pequeño municipio cercano a Montauban (Francia), recibían sepultura los restos mortales de mi tío Vicente Cortés Colera. Muy cerca de donde descansan los del Presidente de la República Española, Manuel Azaña.
Vicente Cortés era uno más de los miles de españoles que tuvieron que abandonar su patria tras la victoria franquista, de los cientos de caspolinos que se vieron obligados a buscarse la vida lejos del lugar en el que nacieron por causa de sus ideas políticas. En el momento de morir, Vicente Cortés tenía noventa y cinco años. Era, con toda seguridad, uno de los últimos caspolinos del exilio.
Mientras tuvo fuerzas vino muchos veranos a Caspe. Nunca se olvidó de su pueblo ni de su familia. A pesar de los años que llevaba viviendo en Francia, nunca perdió su recio acento caspolino. Recuerdo una ocasión, en una visita a su casa, en la que pisó un rastrillo cuyo mango le golpeó en el pecho. «Mecagüen el rastrillo el copón» exclamó de forma espontanea…
El viernes pasado viajé hasta Francia para despedirlo. Además del homenaje de su familia, recibió también el de sus viejos compañeros del exilio republicano y el de sus descendientes. Fue una ceremonia emotiva en la que ondearon las banderas tricolores. Rojo, amarillo y morado.
Es bueno recordar a los hombres como Vicente Cortés Colera para entender bien la historia reciente de España. Ellos también eran españoles aunque España no los haya recordado como merecían.
Descanse en paz.
José Manuel Cortés Galicia
Discurso, en francés, leído en el transcurso de la ceremonia
Señoras y Señores:
El 16 de octubre murió en Montauban, Vicente Cortés Colera, nacido el nueve de marzo de 1918 en Caspe (Aragón). Su madre murió cuando contaba seis meses de edad. Tenía dos hermanos y una hermana mayores que él. Desde adolescente trabajó en las tierras de la familia.
En 1936 comienza la Guerra en España, se subleva el general Franco contra la Segunda República, vigente desde hace cinco años. Vicente Cortés, con apenas dieciocho años, enseguida se alista para defenderla, combatiendo en su tierra natal, Aragón, contra los franquistas apoyados por las tropas de Hitler y Mussolini.
A principios de febrero de 1939, Cataluña fue invadida por los franquistas, alemanes e italianos. Una oleada de cuatrocientas cincuenta mil republicanos, tanto soldados como civiles, se refugió en Francia. En ese momento Vicente es hecho prisionero en condiciones lamentables en el campo de concentración de Barcarés, en la costa de Roussillon, y despues en el campo de Septfonds, cerca de Caussade.
Pero en septiembre de ese mismo año, Francia y Gran Bretaña tienen que enfrentarse a Alemania. En plena movilización, un cierto número de refugiados españoles es sacado de los campos para reemplazar a los franceses en las tareas agrícolas Es entonces, el catorce de noviembre de 1939, cuando Vicente puede dejar el campo de Septfonds para venir a trabajar a esta tierra, empleado por Louis Moutet.
Lamentablemente meses más tarde cae la República francesa, como cayó la española, abatida por los mismos adversarios. El mariscal Petain llega al poder en el verano de 1940. Dos mil refugiados españoles son de nuevo encerrados en los campos, incluido el de Septfonds. Vicente tiene que evadirse, pero es detenido… Más tarde, es seleccionado por los alemanes para trabajar en sus instalaciones militares en la costa atlántica. Se ve entonces convertido en cocinero en Cherbourg.
Vuelve a esta zona con un permiso, y se reencuentra con Louis Moutet, que le esconde y le protege como si se tratara de un hijo hasta el final de la guerra. Después de la Liberación, Vicente Cortés y la hija de Louis Moutet fundan la rama de la familia Cortés en Tarn-et-Garonne.
Es una bella historia de amor la que ha vivido Vicente Cortés Colera: amor a la libertad, amor a la tierra, amor al trabajo, amor a las gentes que lo han acogido, amor a su familia…
Hoy, familia y amigos, lo acompañamos en su final. Nosotros no lo olvidaremos jamás.
Por la memoria de la España Republicana de Tarn-et-Garonne
Henri Farreny.
