En la España Imperial, durante los siglos XVI y XVII, cada soldado recibía una paga en la cual se contemplaban sus necesidades. Así, al igual que la caballería tenía que mantener sus propias monturas, los arcabuceros pagaban la pólvora de su propio bolsillo. Pero, en ocasiones, como en caso de asedio, se podía obtener de almacenes o polvorines de artillería y entonces se tiraba con «pólvora del rey» y por lo tanto no se tenía tanto cuidado y se disparaba más alegremente.
Esta expresión ha llegado hasta nuestros días, y se dice que «se dispara con pólvora del rey», cuando no se tienen en cuenta los gastos o esfuerzos, porque corren por cuenta de otros.
En la España a.C. (anterior a la Crisis), parece que fue «pólvora del rey» lo que se utilizó para pagar aeropuertos sin aviones, líneas de alta velocidad con dos pasajeros al día, enormes museos de arte vacíos de contenido u otros caprichos a gusto del sátrapa de turno (nacional, regional ó local).
De hecho, en la España a.C., incluso el mismo Rey disparaba con «pólvora del rey»… y nadie le preguntaba dónde o con quién iba a cazar…
Ahora, a quienes nos ha tocado (sobre)vivir en la España d.C. (durante la crisis), no cesan de decirnos que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», y que «no queda más remedio» que recortar en todo «lo superfluo»: en Educación, en Sanidad, en Prestaciones por Desempleo, en Pensiones, en Ayudas a la Dependencia… Además, nos recuerdan, ahora toca «trabajar más y cobrar menos», se han terminado las «mamandurrias»…
Claro que, quienes nos recuerdan eso, día a día, machaconamente, son los políticos cuyos sueldos, y sobresueldos, dependen en su inmensa mayoría de las subvenciones a los partidos recogidas en los Presupuestos Generales del Estado, (PGE); o la Confederación de Empresarios, cuyos gastos de organización están pagados también mayoritariamente por los PGE; o los directores de los grandes bancos, rescatados y mantenidos a flote por ingentes partidas de los PGE…
Tengo la impresión de que, en la «casta» dirigente española, se mantienen todavía discursos y actitudes que no han cambiado nada en los últimos quinientos años. Estos «elegidos» (antes por el dictador de turno y ahora en las urnas…), creen poder disponer a su antojo de «la pólvora del rey». Percibo que, para ellos, «lo mío es mío, y, lo de todos, también es mío». Un peculiar concepto de «colectivización de la riqueza y los medios de producción» nacionales…
Curiosamente, cuando, durante la Segunda República Española, se llevaron a cabo, especialmente en Aragón, verdaderos intentos serios de colectivización, fueron aplastados sin piedad, a sangre y fuego, por «las gentes de orden» que no soportaron ver amenazado «lo suyo»…
Ahora, en la España d.C., los herederos de esas «gentes de orden» afirman que en este país sobran estudiantes, a la vez que niegan a los jóvenes el acceso a un puesto de trabajo al condenar a sus padres a trabajar más años para tener «derecho» a algo parecido a una pensión.
Los hijos y nietos de esas «gentes de orden» son ahora «líderes empresariales» que se llenan la boca con palabras como «competitividad», a la vez que reconocen que no se puede condenar a alguien por «mala gestión», pues, en ese caso, «todos podríamos ir a la cárcel».
¡Qué fácil es ser empresario con «pólvora del rey»!
Edward Murrow escribió que «una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos». No sé si esta España d.C. está dividida entre ovejas y lobos, pero, ¿de verdad sería tan difícil sería ser un país habitado por seres humanos, hombres y mujeres, que no teman ser devorados, ni sueñen con alimentarse de la sangre de otros?
Alberto Lallana