Rafael Piquer y Álvaro Bello. Irlanda a golpe de pedal y de Guinness.

Rafael y Álvaro son dos caspolinos normales y corrientes. El primero, de 43 años, trabaja en el sector agropecuario. El segundo, de 34, es estanquero. Pero decidieron salir durante unos días de la rutina caspolina. Se liaron la manta a la cabeza, y este verano viajaron a Irlanda, a recorrer el país con ese medio de transporte que es mucho más que un hobby, la bicicleta.

Sabedor de lo que es una experiencia de este tipo, me decido a entrevistarles para que me cuenten su viaje sobre dos ruedas y su opinión sobre el gran descubrimiento que seguro ha sido Irlanda. He quedado con ellos en un bar a la hora de cenar. Pedimos cerveza, para que no pierdan la buena amistad que creo que han forjado con ese preciado líquido.

 

¿Por qué elegisteis Irlanda?

Un poco por todo. Hay grandes paisajes que ver y la gente es amable. Las dimensiones son idóneas para un viaje en bicicleta como el que nosotros nos planteábamos. También por economía, había un vuelo directo desde Reus, y el país no es caro. Además ofrece ciertas facilidades en el tema de logística, importante si te desplazas en bici.

¿Y cómo preparáis el viaje? ¿Dónde os informáis?

A través de Internet principalmente, en foros, blogs… También pedimos información a agencias de turismo y embajadas, pero no es excesivamente útil para nosotros, porque es escasa y solo te dan referencias de las grandes ciudades.

Una vez que tenemos la información, trazamos una ruta por los lugares que queremos visitar y cuando lo tenemos claro reservamos habitación para el primer y el último día, que son los que tenemos asegurados. El resto, aunque siguiendo la ruta, es improvisación.

Aun así, en un lugar con un tiempo atmosférico tan inestable y dependiendo solo de tus piernas no se debe dejar mucho margen a la improvisación, ¿no?

Hay que ser previsor. Llevamos nuestra tienda de campaña, hornillo, butano, comida, ropa abundante… Es imprescindible llevar impermeable, para el cuerpo y para las alforjas. En toda la travesía tuvimos sólo tres días intercalados sin lluvia, y también tres días lloviendo sin parar, día y noche. Durante el resto del tiempo la lluvia era siempre intermitente. Hay quien dice que en Irlanda llueve hasta p’arriba. Puedes encontrarte las cuatro estaciones en un día. Hubo días con viento y  14ºC de temperatura.

¿Cuál fue, más o menos, vuestra ruta por el país?

Aterrizamos en Cork el primer día. Desde allí fuimos hacia la costa Oeste. Pasamos por algunos pequeños pueblecitos, como Kilgarvan o Glenbeigh. Subimos por toda la costa occidental visitando las pequeñas penínsulas y los acantilados de Moher. Seguimos hacia el norte, llegando a Galway y después al Parque Nacional de Connemara. Y todavía subimos más al Norte, hasta Westport. A partir de ahí comenzamos a descender hacia el sureste, por el interior, hasta volver de nuevo a Cork. Descartamos ir a Dublín por ser una gran ciudad, en la que no tiene mucho sentido hacer turismo en bicicleta.

¿Y, a grandes rasgos, os gustó la experiencia?

Por supuesto. Los paisajes son espectaculares.Nos defraudaron un poco los famosos acantilados de Moher, principalmente porque están masificados por el turismo y eso le quita todo el encanto. Viajando por toda la costa vimos otros acantilados menos llamativos, pero en los que no había nadie, y podías tener el privilegio de parar, disfrutar del paisaje, tomar algunas fotos y continuar rodando.

Habéis comentado que los irlandeses son gente amable. ¿Qué tal el contacto con ellos?

Muy bueno. Todo el mundo era simpático con nosotros. La verdad es que te dan ganas de salir, de relacionarte. Te preguntan, tienen curiosidad. El cicloturismo no es común allí, así que te ven un poco extraño. A partir del tercer día, en Glenbeigh, comenzamos a ver el ambiente nocturno. Salimos muchas noches y el ambiente se repetía. Buena gente, música en directo en casi todos los bares, y mucha cerveza.

Había dos tipos de locales, los que no tenían seguridad, que cerraban a las 12 de la noche, y otros con seguridad que cerraban a las 2 de la madrugada. Nos vino bien que la marcha terminara relativamente pronto, si no, conociéndonos, al día siguiente no nos hubiéramos levantado para pedalear.

O sea, que conocisteis los paisajes y la amabilidad de la gente, pero también la juerga nocturna. Supongo que reafirmaríais la fama de la cerveza irlandesa…

Puede decirse que el viaje fue a golpe de pedal y de Guinness. Hay toda una cultura en torno a la cerveza. En muchos lugares la fabrican artesanalmente. En cada bar puede haber entre 10 y 20 grifos de cervezas diferentes, y es difícil ver a alguien bebiendo otros licores. Además, allí la gente bebe de verdad. A su lado, nosotros somos principiantes.

¿Cómo era un día normal durante el viaje?

Nos levantábamos sobre las 9 (no podíamos madrugar mucho más si habíamos salido la noche anterior…). Los desayunos eran fuertes. Huevos, judías, salchichas, morcillas, zumo, frutas… Y con la tripa bien llena a rodar a partir de las 10:30h / 11h. Hacíamos unos 20 o 30 kilómetros y parábamos a tomar un café si teníamos opción. Eso sí, el café irlandés solo lo probamos una vez, porque nos pareció malísimo.

Normalmente parábamos en gasolineras junto a la carretera, que a la vez eran cafetería, panadería y pequeño supermercado. En las zonas de pequeños pueblos son algo así como centros de encuentro para la población. Se toma el café, se charla y se compra.

Después del café, continuábamos unos 20 o 30 kilómetros más y parábamos a comer. Más adelante hacíamos otra pequeña parada para merendar y continuábamos hasta encontrar un buen lugar donde pasar la noche, ya fuera en un camping o en un “Bed and Breakfast”, en el que te ofrecen alojamiento y el desayuno del día siguiente a precios bastante asequibles. Para cenar, a veces, buscábamos un restaurante, aunque otras cenábamos bastante guarro con cualquier cosa que nos hubiera sobrado. Por cierto, ir a un chino en Irlanda es un lujo. Son realmente caros.

¿Cuántos kilómetros hacíais de media al día?

Normalmente unos 100 kms. Hubo días de 90 km. y otros de más de 120 km. El trayecto más largo fue de 140 kms. Y hubo un par de días que llegamos justos de fuerzas, muy justos.

¿Es exigente Irlanda para viajar en bicicleta? ¿Hay grandes desniveles?

No, para nada. Además de que los conductores son respetuosos con nosotros, no hay grandes desniveles. El día que más desnivel alcanzamos apenas superamos los 300 metros de altitud. Es verdad que evitamos cruzar las montañas más altas del país, pero el terreno no es demasiado exigente. Los pocos problemas que tuvimos con las bicis fueron tres pinchazos que sufrió Rafa y una rotura en las alforjas que arreglamos en el taller clandestino de un tipo muy majo.

De todas formas, imagino que llevaríais el kit de reparaciones rápidas a mano, ¿no?

Claro. Llevamos herramientas, llaves, algunos recambios básicos… Y además, algo que siempre tienes que llevar si viajas en bici: bridas y cinta americana. Pueden sacarte de un apuro ante cualquier avería.

Tantos días en la carretera, seguro que tenéis alguna anécdota que contar.

El trato con la gente da para mucho. Cierto día nos encontramos con una pareja de cicloturistas. Hablamos con ellos y nos invitaron a unas pintas. Nos invitaron también a cenar sin dejar que pagarámos nada, y después de todo, nos recomendaron un buen Bed and Breakfast donde pasar la noche. Desbordaban amabilidad.

En otra ocasión nos encontramos a un anciano en un pueblo que nos dijo: “¡Os habéis equivocado! ¡Los Juegos Olímpicos son en Londres!”

¿Era la primera vez que viajabais juntos?

Sí. Y afortunadamente no tuvimos ni un solo roce, ni una sola discusión.

Pero no es la primera vez que salíais de España con la bici, ¿no?

Rafa: No, yo ya he viajado al extranjero en otras ocasiones. Estuve en China y Vietnam, en Islandia y el año pasado viajamos de Eslovenia a Caspe.

Álvaro: Yo fui debutante. Para mí sí que era la primera vez  fuera de España.

¿Lleváis algún nuevo proyecto en mente?

Rafa: a mí me gustaría viajar por la India. Me parece un país apasionante. Pero evidentemente no puedo hacerlo solo y necesito acompañantes.

Álvaro: debo reconocer que a mí no me atrae tanto la idea de viajar a países tan poco desarrollados. Me parece más seguro viajar a lugares menos problemáticos, donde hay menos desigualdad social. Cualquier país de la Unión Europea, por ejemplo, es una buena opción.

Rafa: Yo busco lo contrario. Me encanta ver contrastes. Mezclarme en otras culturas y descubrir sociedades totalmente distintas a la nuestra. Países como China o Vietnam son universos  diferentes. Allí, ellos no tienen prácticamente nada y comparten todo contigo, te agasajan y te tratan lo mejor que pueden. Los niños, y también algunos adultos, se emocionaban cuando pasábamos por allí y no sabían muy bien cómo actuar ante los primeros occidentales que veían en su vida. Son experiencias muy enriquecedoras.

Lo que está claro es que viajar en bicicleta te proporciona una visión del mundo diferente al turismo convencional. Los sentimientos que despiertas en la gente son muy distintos a los que despierta un turista de autocaravana o uno visitante de grandes metrópolis.

Es cierto. Nuestro modo de vida desarrollado nos ha vuelto desconfiados, protectores de lo nuestro y de nosotros mismos. Sin embargo, lejos de aquí, la gente te ve llegar con tu bici cargada y te abre sus puertas. En una etapa en Irlanda, nos alojamos en la casa de una señora y dejamos nuestras bicicletas en un cuarto en el que había una bicicleta de carretera de fibra de carbono, algo que nosotros protegeríamos muchísimo. Pero la señora dejó la puerta abierta, nos dejó unas llaves y se marchó, confiando en nosotros. No tenía ese instinto protector de su casa y sus pertenencias, y eso nos llamó muchísimo la atención, porque luego comprobamos que no era la única.

Los cicloturistas generamos un sentimiento entre pena y empatía. Somos bichos raros que despiertan curiosidad, sobre todo en los lugares poco frecuentados por turistas.

Y, ya por último, el clásico de El Agitador: recomendadnos una película, un libro y un grupo de música.

Álvaro: Película: “Que se mueran los feos”. La vi hace poco y me reí muchísimo. Un libro: “El mundo de Sofía” de Jostein Gaarder. Y en música me quedo con “La habitación roja”.

Rafa: en cine me quedo con “El Pianista”. Un libro: “África con un par” de Alvaro Neil (el Biciclown), y en música… cualquier tema de Joe Satriani.

La verdad es que después de charlar con los dos, le entran a uno las ganas de coger las mochilas y pedalear hasta donde las piernas te lleven, a conocer nuevos lugares, nuevas gentes y a experimentar ese sentimiento de libertad que proporciona viajar sobre dos ruedas. Me quedo hablando con ellos, planeando quizá algún próximo viaje. Y mientras tanto, pedimos otra cerveza, que no hay que perder la amistad.

David Bonastre Piazuelo

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