Ramón J. Sender, republicano y anticomunista.

Ramón J. Sender, republicano de pro, vivió una temporada en Caspe, (y en Alcañiz). Esto fue debido a la profesión de su padre, secretario de ayuntamiento, que le proporcionó una infancia muy ajetreada y viajera que el joven Ramón cuenta en la conocida Crónica del Alba, su obra más conocida (fue serie televisiva en los felices tiempos de Pilar Miró).

Parece que el paisaje bajoaragonés quedó grabado en sus entrañas para siempre y le otorgó algo de su carácter: el empecinamiento y la reciedumbre, la dureza y la escasa dulzura le traspasó, como por ósmosis, y forjó un hombre apasionado y tozudo, que nunca renunció a sus orígenes ideológicos que aprendió en estos pueblachos y que luego refinó en Zaragoza. Nació en 1901, o sea que le tocó vivir una etapa apasionante y fundamental de la historia de este país: las huelgas de los años 20, la guerra de Marruecos, a la que fué como soldado raso (aunque ascendió hasta el grado de alférez) con 21 añitos. Y empezó a escribir…Y escribió (su primer cuento publicado, se tituló “Las brujas del compromiso”) sin parar hasta su muerte en 1982. En tiempos tan convulsos sus simpatías políticas estuvieron muy cercanas al mundo anarquista, publicando en varias revistas cenetistas, Solidaridad Obrera, Libertad,  y aunque pronto entró como redactor en el prestigioso diario El Sol, nunca dejó del todo sus artículos en los periódicos del sindicato anarquista. La Guerra Civil le pilla veraneando en San Rafael, pueblo de la sierra segoviana, con su mujer y sus dos hijos. Envía a la familia a Zamora (la familia de la mujer era muy conservadora, y pensaron que allí estarían a salvo) y cruza arriesgadamente el frente hacia la Sierra de Guadarrama donde se incorpora a las filas republicanas. Su mujer es fusilada en octubre. Cuando se entera, dos meses después, marcha a Francia, y por mediación de la Cruz Roja Internacional consigue que le envíen a sus hijos. Los deja en Bayona a cargo de dos muchachas aragonesas que conoce allí, y vuelve a Barcelona, solicitando su integración en las columnas que luchan en el frente de Aragón (seguramente sus simpatías anarquistas le impulsan, dado que el frente aragonés es sustentado militarmente por sus correligionarios), pero es la época en que los comunistas han copado la dirección militar republicana y lo impiden, pues parece que no se fiaban de Sender, ni de su independencia de criterio. Tiene una agarrada muy desagradable con Líster, con denuncias por medio y opta por desistir; de este enfrentamiento le viene un anticomunismo visceral que luego le vino bien en su época americana pues le libró del Comité de Actividades Antiamericanas.

La república lo manda a Estados Unidos, y luego a Francia, en misiones de propaganda y para la fundación de periódicos y revistas afines a la causa española. Después, tras pasar una temporada en un campo de concentración, marcharía unos años a Mejico, y luego a E.E.U.U. donde ejercería como profesor hasta el fin de sus días. Viene todo esto a cuento, porque en la última novela de María Dueñas, aparece un personaje que es especialista en la obra de Sender, en especial de la novela Mister Witt en el Cantón y que seguramente, volverá a poner en el candelero el nombre y la obra de un hombre insobornable y un escritor excelente como es Ramón J. Sender. Lo deseo de veras, aunque yo no vaya a leer la novela de María Dueñas, que no me interesa en absoluto, pero espero que se lea tanto como la anterior y reverdezca el recuerdo de las novelas de Sender, que estas sí valen la pena. En especial la de MísterWitt, que narra los levantamientos cantonales durante la I República, cuando el Cantón Independiente de Totana, por un quítame allá esas pajas, le declaraba la guerra al Cantón Independiente de Cartagena, cuya armada estaba bajo el mando del Almirante Tonet (con ese nombre, inevitablemente, lo imaginamos en el puente de mando de algún destructor vestido con el traje regional murciano) época extraordinaria en la que nuestros mayores demostraron la desmesura y estupidez que a veces se apodera de los humanos conocidos como españoles y que tan cercana (en la desmesura y la estupidez) nos parece a la actual, que en cualquier momento podemos llegar a las manos por cuestiones con orígenes tan peregrinos como unos bienes eclesiásticos disputados por civiles, el agua de los ríos, o las aportaciones tributarias de las personas que habitan en distintos territorios. De la obra literaria de Sender, ya hablaremos en otra ocasión. Que lo merece, no hay duda.

Manuel Bordallo.

 

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