Santa Águeda y las pambenditeras de Escatrón.

5 de Febrero: Santa Águeda. Día de la Mujer en medio mundo; día grande en Escatrón, además, por ser la festividad de su patrona. Desde el s.XVI, es Santa Águeda quien dirige los designios de esta villa y protege de diversos infortunios a los escatroneros.

Cuenta la tradición local que fueron unos soldados nativos que regresaban de los tercios de Sicilia, quienes trajeron el culto de la Santa Mártir de Catania. Al parecer, se acogieron a su protección para la dura batalla, y al haber sobrevivido a las diferentes vicisitudes que allí padecieron, decidieron traerse consigo tanto una imagen de la virgen como toda la adoración y los milagros que venían asociados con ella. Gracias a este singular acontecimiento, todo el pueblo de Escatrón fue conocedor y partícipe de los hechos y decidieron honrar a la Santa forastera de la única forma que se merecía; haciéndola su patrona y venerando su propio culto.

Hoy todavía se recuerda la venida de aquellos soldados en la procesión del día 5, cuando los escopeteros que encabezan la comitiva disparan sus salvas en honor a la Virgen, tal y como hicieran los valientes hombres que irrumpieron en la villa hace casi cinco siglos.

imaen santa ageuda

Este tributo, honrado desde entonces hasta nuestros días, quedaría enlazado inmediatamente con otros ritos y festividades solsticiales de origen pagano que ya se realizaban en la villa, reminiscencias de las antiguas Matronalia romanas y de la Agathè Tyché griega.

Se trataban de fiestas ancestrales dedicadas a propiciar la fertilidad de las matronas en honor de las divinidades de los partos y de la abundante lactancia; relacionadas con la protección ante los incendios, los malos espíritus, las enfermedades del ganado y potenciadoras de las buenas cosechas. En otros ámbitos, las matronas adoptan durante esta festividad iniciativas y roles masculinos, siendo a su vez fertilidad e inversión de papeles, rasgos típicos del inmediato Carnaval.

En Escatrón, la procesión con el pan bendito y el baile de la cinta fueron algunos de estos antiguos ritos que, al irrumpir el nuevo culto a Santa Águeda, quedaron unidos a él y se fueron adaptando y modificando progresivamente hasta tal y como los conocemos en nuestros días. De esta forma, si el baile de la cinta era originariamente una danza que los antiguos bailaban para potenciar la fertilidad, ya con el patronazgo de la Santa adquirió la misión de ensalzar la pureza y la virginidad de la mujer, en honor a la vida y milagros de la Santa.

Para hablar de la tradicional ofrenda del pan bendito y de sus posibles orígenes, hay que abrir capítulo aparte y utilizar una referencia imprescindible como es el trabajo publicado hace algunos años por Mª Elisa Sánchez, profesora del Instituto Antropológico de Aragón: “Las Pambenditeras Bajoaragonesas: ¿Un residuo de religiosidad greco-romana?”. En él, la autora compara la tradición del pan bendito en los diferentes pueblos españoles y aragoneses en los que se celebra, con las ofrendas que realizaban a los dioses en la antigüedad clásica tanto en Grecia como en Roma, civilizaciones que a lo largo de la Historia no sólo impusieron su dominio en la Península, sino que también nos legaron su cultura y tradición.

El ritual del transporte del pan bendito como ofrenda les está encomendado específicamente a las mujeres –si bien las casadas quedaban excluidas, en la actualidad ya no-, y en su origen sólo podían participar las solteras de la comunidad, aunque tampoco todas; Primero, porque las jóvenes portadoras del pan debían ser puras y vírgenes, y segundo, porque era el Concejo o el Ayuntamiento quien las elegía. Por tanto, actualmente en Escatrón la pambenditera es toda aquella joven soltera que sale en procesión de forma voluntaria, la Reina y las Damas de Fiestas, e incluso las casadas, que visten los típicos trajes de gala y que portan sobre sus cabezas los cestos con el tradicional pan abizcochado, y los pesos para que el viento y el continuo desfile no los balanceen demasiado. Estos cestos solían ser piezas de ajuar de elaboración propia heredadas de madres a hijas y elaborados de paja de centeno. Tenían forma de canastillo de labor, almohadillados en el interior y recubiertos con un paño blanco para que el pan no se apoyara directamente sobre la paja.

Como hemos dicho antes, el ritual de la ofrenda del pan bendito se ha considerado una supervivencia de antiguos ritos de fertilidad, o se le ha buscado posibles orígenes en las celebraciones de cultos agrícolas romanos como la Cerialia. Por ello, la profesora Sánchez consideraba que las pambenditeras bajoaragonesas también podían estar emparentadas con dichos rituales, aunque sin perder de vista ciertos cultos griegos, como por ejemplo los proporcionados a la diosa-madre Deméter y a Eleusis, ofrendas que podrían haberse entremezclado para llegar así a la configuración final que ha perdurado hasta el día de hoy. Así, en los Misterios Eleusinos (s.VI a.c. – s.II d.c.) se habla del “kalathos”, una especie de canasto de mimbre entretejido –también vasija- que se regalaba a las doncellas de la antigua Grecia para que les acompañara de por vida, y en el que portaban los panes –llamados “pélanos”- u objetos de culto que ofrendaban a Eleusis. En Atenas se celebraba este ritual curiosamente en febrero y se continuaba con la eclosión de la primavera, esto es, la llegada del buen tiempo y el comienzo de la cosecha del cereal. De ahí enlazaríamos con la ofrenda de la Cerialia romana, en la cual unas sacerdotisas vestidas de blanco del s.IV d.c. ya convertidas al cristianismo, consagraron una fiesta anual dedicada a la Vírgen María en la que la trataban como a una diosa practicando ritos sospechosamente idénticos a los que dedicaban los griegos a Deméter. Estas mujeres se reunían para partir en procesión llevando consigo sobre sus cabezas flores y pasteles hechos de harina que ofrecían primero a la virgen y que después se comían.

Son más que evidentes las similitudes que en el caso aragonés han pervivido en una zona de influencia íbera, después romanizada y posteriormente cristianizada, en la que el arrastre y la mezcla de unas culturas con otras crearon unas tradiciones únicas pero con un denominador común que las emparentaba. Y en el caso de Escatrón, hay que añadirle el fenómeno del culto a Santa Águeda, que dota aún más si cabe a esta villa de una identidad cultural diferenciada y única en todo Aragón.

David Rozas Genzor

 

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